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Cómo la teta de Sabrina cambió la historia de España

  • Sabrina ostenta el récord de mayor número de portadas en Interviú

  • Ella asegura, más de 30 años después, que no fue intencionado

Hasta el 31 de diciembre de 1987, el nombre Sabrina evocaba la elegancia, la sensibilidad y la delicadeza de Audrey Hepburn en la película de Billy Wilder. Pero a otra Sabrina Salerno, una italiana de 19 años, le bastaron tres minutos y 32 segundos para derrumbar el mito de Audrey en España y construir uno nuevo. El pecho furtivo que se le escapó durante su actuación en el especial de Nochevieja de TVE la convirtió en una estrella, reescribió el canon de belleza femenino y obligó a todo un país a enfrentarse a su propia mojigatería.

Para comprender su impacto sociológico hay que recordar cómo estaba la plaza en la que toreó Sabrina aquella noche. En 1983 el grupo femenino punk Las vulpes cantó 'Me gusta ser una zorra' en el espacio musical Caja de ritmos, el fiscal del Estado se querelló contra la televisión por escándalo público y el programa fue cancelado. En 1984 dejó de utilizarse en pantalla el sistema de rombos para avisar a la audiencia de contenidos no aptos para menores de 14 años (un rombo en la esquina superior izquierda de la pantalla) o de 18 (dos rombos). En 1986 España entró en la Comunidad Económica Europea, rebautizada posteriormente Unión Europea, y se creyó por fin moderna de verdad. En 1987 se prohibió la primera campaña contra el Sida, en la que aparecía un coche dentro del cual se sugería que había una pareja manteniendo relaciones sexuales, porque "atentaba contra el decoro y el buen gusto social".

Y entonces llegó Sabrina y convirtió el decoro y el buen gusto social… en otra cosa

La primera aparición de la italiana fue en el concurso 'Un, dos, tres... responda otra vez' donde irrumpió en las vidas de todos los españoles de golpe: cada semana, 20 millones de personas (el 70% de la población total del país) se sentaba frente a la televisión para escuchar a Mayra Gómez-Kemp decir "y hasta aquí puedo leer". Una semana después de esta actuación, Sabrina Salerno aparecía desnuda en la portada de Interviú en una calculada operación de marketing que no había hecho más que empezar.

Aquella noche de fin de año en televisión contó con estrellas como Donna Summer, Dionne Warwick o Kris Kristoferson. A nadie le importó. Podía haber aparecido el Papa Juan Pablo II para bendecir a los telespectadores y aun así al día siguiente todo el mundo estaría hablando de la teta de Sabrina. Pero este relato tiene tres versiones: lo que ocurrió en realidad, lo que vimos en la tele y la revolución que desató.

A los 20 segundos de empezar a cantar Hot Girls (la memoria sentimental/sexual de los españoles sigue creyendo recordar que el pecho se salió durante Boys, su mayor hit, cuando en realidad aquella canción ni siquiera se llamaba Boys sino Summertime Love), a Sabrina se le escapó una teta de un top de encaje blanco que apenas podía hacer nada por contenerla. La cantante se pasaría el resto de la canción subiéndose el top y cerrándose la cazadora de cuero. Al terminar, su equipo le aseguró que no se ha visto nada y lo cierto es que la baja definición de los televisores de la época y la rapidez con la que Sabrina se cubrió el pezón habrían dejado la anécdota en un "uy, casi". Pero Hugo Stuven tuvo una idea mejor.

"Al terminar le enseñé al representante las imágenes" recuerda el productor de la gala, "le dije 'oye, a tu chica se le ha salido un pecho'. Él echó un ojo, lo vio y dijo 'va bene, ningún problema' ". Todos se lo ocultaron a Sabrina. "De repente me dije: ¿por qué no lo ponemos a cámara lenta? Y mis ayudantes me decían que la seño se iba a cabrear". La seño era Pilar Miró, la directora de RTVE que dirigió personalmente la gala de Nochevieja, pero cuando Stuvel le enseñó su propuesta de dividir la pantalla en dos para mostrar a cámara lenta el pecho furtivo le dio un ataque de risa. "¿Lo cambio?, le pregunté. -Qué dices, ¡déjalo! Pero podías haberle puesto la R de repetición- respondió Miró".

Una vez digeridas las uvas, España sacó su ingenuidad a pasear. Por un lado, la mayoría de los espectadores creyeron que había sido un percance causado por el directo en vez de una organizada maniobra provocadora: el de 1987 fue el primer especial de Nochevieja grabado, de modo que si quisieran podían haber eliminado el desliz o al menos no haberse regodeado con la repetición (dos veces) a cámara lenta. Dos repeticiones que, por si a alguien le pillaban mirando al plato de cochinillo, fueron subrayadas con silbidos en plan 'tariro-tariro' añadidos en posproducción. Otra de las estrellas invitadas, Brigitte Nielsen (exmujer de Sylvester Stallone), había pedido que no emitiesen un segmento en el que Javier Gurruchaga la abordaba sobre el escenario vestido de Rambo. De hecho aquella noche Sabrina estaba actuando en Bilbao, donde tuvo que ser escoltada cuando unas feministas se pusieron a tirarle tomates y huevos al grito de "¡Sabrina a la ría!".

En un mundo sin internet, las advertencias de periodistas que ya sabían lo que iba a ocurrir como Amilibia en ABC o Angel Antonio Herrera pasaron desapercibidas entre el gran público: "será un inmejorable modo de pasar al 88, sobre todo sabiendo que de tanto ardor como la joven derrocha en el baile, una de sus prepotencias puede escaparse del ceñido sujetador, y tiene dos", escribió Herrera en aquel reportaje de portada en Interviú. El debate en la calle no fue, como sería el caso hoy, si ese pecho desbocado simbolizaba liberación sexual o sumisión patriarcal, sino si a Sabrina se le había salido por accidente o a propósito. Si era una torpe o una fresca.

Ella mantiene, más de 30 años después, que no fue intencionado. Y por eso cuando a los dos meses se topó con Hugo Stuvel en Suiza le abofeteó al grito de "vaffanculo, stronzo di merda!". Pero las leyes de la física desmontan su versión. Ya en su primera actuación en 'Un, dos, tres', que empezó de espaldas contoneando sus caderas con tanta violencia que se le subió la falda y dejó intuir su trasero, Sabrina demostró un talento para maniobrar travesuras con su ropa.

En el especial de Nochevieja llevaba unos shorts (más bien, unas bragas de denim), un top de encaje que en absoluto era de su talla y una cazadora de cuero negra porque al fin y al cabo estábamos en diciembre. La coreografía, en vez de pasos de baile, estaba compuesta por espasmos que le hacían parecer poseída y en concreto un brusco (brusco, forzado y gratuito) movimiento hacia arriba con los codos fue el que empujó el pecho a asomarse fuera del top. Ese pecho también quería enterarse de lo que estaba pasando.

En una década en la que la silicona había llegado a la clase media, los enérgicos botes de Sabrina parecían querer demostrar su belleza natural. Sabrina (o, teniendo en cuenta que apenas era una adolescente, el equipo que la llevaba) era consciente del producto que vendía. Tenía el pelo, la nariz y las cejas de una mamma italiana, pero la libertad sexual de una chica moderna. Aquella actuación paralizó el país por lo inesperado (pagar por ver tetas en una película de Pajares y Esteso era una cosa, toparse con una durante una cena con los nietos otra muy distinta), por la actitud alegre de la muchacha y por la certeza de que todos los demás españoles estaban mirando lo mismo. Televisión Española era todavía el único canal que existía y sus centralitas colapsaron durante toda la noche por las llamadas de espectadores indignados. Después de las antorchas y antes de los tuits, llamar por teléfono a una oficina era el método de ultraje preferido por la masa enfurecida.

Sabrina se convirtió a la vez en una estrella del pop y en una chica de calendario. Sus fotos desnuda, con el pelo alborotado como si viniera de pegarse un revolcón, el cuerpo embadurnado en aceite como si fuera un trofeo inalcanzable y el pubis más rasurado de lo que ningún español había visto en la vida real jamás, decoraron talleres mecánicos, cabinas de camioneros y cajones secretos de adolescentes. Y el fenómeno trasladó las conversaciones de la barra del bar, incluido su vocabulario soez, a los editoriales de los periódicos más prestigiosos.

La teta de Sabrina en los medios

"¿Qué tiene ella que no tenga yo?" se preguntaba una vaca lechera en una viñeta de Guillermo Summers mientras su marido toro babeaba frente al televisor mirando a Sabrina. "Sabrina es como una mágica caja de pandora que contiene los sueños y las ilusiones de todos los hombres, y los de las mujeres que se desviven por seducir a los hombres después de sus jornadas de trabajo tan largas, tan tediosas, tan decepcionantes y aniquiladoras. Ya Charlie Chaplin sabía que había que hacer reír a los miserables para que olvidaran un rato sus miserias", opinaba Pau Faner.

Respecto a las negociaciones para comercializar una muñeca de Sabrina, junto a otros productos oficiales que se lanzaron como chicles, cromos o un videojuego, Amilibia explicaba que "al fin los niños van a poder jugar con muñecas sin que sus padres piensen que tienen que llevarlos al psicólogo; el problema está en que cada vez que los de la fábrica llaman a la moza genovesa para comprarle los derechos, Sabrina pide cinco millones más".

Jaime Campmany describió cómo los asistentes a sus conciertos se sentían estafados si Sabrina no les enseñaba las tetas: "desde que los dos portentosos globos de Sabrina, alzándose y cayendo, compitieron con la bola del reloj de la Puerta del Sol en el programa de fin de año Super 88 de Pilar Miró, Celtiberia vive estremecida y todo el mundo quiere ver el prodigio gemelo al natural. Cuando Sabrina no lo muestra, el celtíbero se encoleriza, berrea y embiste". "Sabrina canta no porque lo haga bien. Canta porque tiene tanto sitio para colgarse medallas que el machismo militante de este país le aguanta lo que sea con tal de colocarle una o dos con la imaginación”, según J. Félix Machuca.

En 1988 fue noticia que un colegio del Opus de Jaén había expulsado a un alumno por colgar un póster de Sabrina en un aula. El mismo año, cuando un hombre secuestró, violó y asesinó a una niña de diez años en Las Palmas y escondió el cadáver en una lavadora, la prensa destacó que la habitación del asesino donde había perpetrado la tortura estaba llena de pósters de Sabrina.

Sabrina también se las tuvo que ver con la farándula local, que desconfiaba de la colonización de aquella extranjera estaba perpetrando sobre su querido público. Bertín Osborne dijo que era "bastorra, bizca y con las domingas caídas”. Rocío Jurado, cuando le preguntaron por su "competencia pectoral" (sic), puso los brazos en jarras y exclamó. "creo que entre Sabrina y yo no hay comparación. Nada tiene que ver el atún con el betún, aunque los dos vengan en lata". Isabel Pantoja, por su parte, aseguró que Boys era la única canción que su hijo Paquirrín (de 4 años) sabía cantar y que celebraba que Sabrina estuviese tan buena: “Ya era hora de que se volviera a llevar la mujer bien armada”.

Quien recibió con los brazos abiertos a Sabrina fue Jesús Gil. Cuando coincidieron en una entrevista en Radiotaxi, Gil pidió a todos los taxistas que se acercasen a la emisora con una rosa roja y otra blanca, los colores del Atlético de Madrid: "le daré a cada taxista 5000 pesetas y el ramo que se forme se lo regalaremos a Sabrina". Cuando llegó al estudio, Gil y Sabrina jugaron una partida de Trivial Pursuit en directo y la entrevista terminó con una pregunta a la cantante sobre su rumoreada rivalidad con Marta Sánchez. "¿Marta Sánchez? ¿Quién es ese, el presidente?” respondió. Tras indicarle que el presidente era Felipe González, Sabrina zanjó "pues no la conozco de nada". Resulta que aquel "I don't know her" de Mariah Carey acerca de Jennifer López en 2001 no era un recurso nuevo en el mundo del pop.

Sabrina también se adelantó a Jlo en su póliza de seguros: si López aseguró su trasero en un millón de dólares a principios de los 2000, Sabrina ya había asegurado sus pechos en 36 millones de pesetas en 1989.

La rivalidad entre mujeres famosas tampoco es nueva. Angela Cavagna, un sucedáneo de Sabrina, la llevó ante un tribunal para demostrar que los pechos de Sabrina estaban operados. Cavagna llegó a declarar que aprovecharía el juicio de la contra-querella por difamación que le interpuso Sabrina para pedirle sus bragas rojas de seda: "Se las presté en el último espectáculo que hicimos juntas y nunca me las ha devuelto”. Pero no era buena idea cabrear a Sabrina: una tarde en Córdoba se lió a mamporros con una chica que le estaba sacando fotos y después le puso una denuncia en comisaría porque se había roto una uña abofeteándola ("y con la mano así no puedo actuar mañana en Barcelona").

La batalla de las titstars (apelativo que se puso a este perfil de cantante fusionando “teta” con “popstar”) causó sensación en la prensa española. Cuando Concha Velasco las reunió a todas para un programa temático de Viva el espectáculo (Sabrina, Angela Cavagna, Marta Sánchez, Samantha Fox, Regina Do Santos y Carmen Russo; solo faltaba Danuta) en ningún momento compartieron escenario. “Yo soy una feminista” le aseguró Sabrina a Isabel Gemio, “creo que los hombres son idénticos a las mujeres, no hay diferencia. Yo no pienso limpiar la casa”.

Una vez superado el sofoco, España no solo se relajó ante los pechos sino que ya no quería otra cosa. A principios de los 90, el programa de entrevistas de Ángel Casas 'Tal cual' acababa con un striptease directamente, la programación de la recién nacida cadena privada Telecinco trajo a las 'Mama Chicho' y las 'Chicas Chin-chín' (que en 'Ay qué calor' se abrían el sujetador para mostrar si su pezón estaba cubierto con una fruta-premio o no) e incluso invitó a Sabrina a presentar la gala 'Bellezas en la nieve' junto a Andoni Ferreño y cuando a La Veneno se le salió un pecho durante la presentación de su single 'Veneno pa tu piel' en 'Esta noche cruzamos el Mississippi' la audiencia se tomó esta secuela de Sabrina como lo que había sido la original: una travesura, un espectáculo y una estrategia de marketing.

Sabrina ostenta el récord de mayor número de portadas en Interviú (12, la última con motivo del 30º aniversario de su debut en 2017), vive en Treviso con su marido desde hace más de 20 años y su hijo de 15 y ha contado que sufrió una depresión y numerosos ataques de pánico escénico durante aquellos años. En 2015 visitó la casa de Gran Hermano 16 demostrando que hay montones de cantantes con un solo éxito, pero ninguno ha trascendido en el imaginario colectivo de la cultura popular como ella.

Con Sabrina comenzó el canon de la tía buena voluptuosa (el mito erótico de los 90 sería Pamela Anderson) y desde aquella Nochevieja la cultura pop ha seguido obsesionándose con los deslices de vestuario: a Janet Jackson le costó la carrera, Laura Pausini se convirtió en un meme (“si han visto, han visto, yo la tengo como todas”) y lo de Lenny Kravitz pasó desapercibido. Hoy, Boys sigue siendo una canción pop perfecta y además un baremo para descifrar la edad de la clientela en una discoteca: si cuando suena el estribillo la gente no canta “I'm looking for the good time” sino “las tetas de Sabrina”, es porque esa discoteca está llena de uppers. Una generación que ahora, cuando España se vuelve loca al descubrir cada Nochevieja el vestido de Cristina Pedroche, pensará eso de que “ya no se hacen escándalos como los de antes”.