Unas 10.000 personas son diagnosticadas cada año de Párkinson, el trastorno neurodegenerativo más frecuente en la población. Actualmente en España, de acuerdo con la Sociedad Española de Neurología, hay entre 120 y 150000 casos, y la comunidad científica trabaja sin descanso para poder mejorar la calidad de vida de los pacientes. Pese a que la mayor parte de la población asociamos esta enfermedad a los temblores, no se dan en todos los pacientes ni son las únicas posibles consecuencias. Tiene también un importante impacto en el ámbito cognitivo y conductual. Te lo contamos.

Aproximadamente entre un 20 % y un 30 % de los pacientes presenta deterioro cognitivo leve, un factor de riesgo independiente para el posterior desarrollo de demencia. "La enfermedad de Párkinson se acompaña de multitud de síntomas no motores, que de hecho pueden resultar mucho más incapacitantes para los pacientes. Por eso es tan importante prestarles atención", señala Andrea Horta-Barba, profesora colaboradora del máster universitario de Neuropsicología de la UOC.

La velocidad de progresión es extremadamente variable entre pacientes, algunos progresarán a una demencia de forma rápida mientras que otros no lo harán nunca. Lo que sí es cierto es la posibilidad aumenta cuanto más tiempo pasa y es que hasta el 80% de los pacientes la desarrollan tras 20 años de evolución. Pero, ¿cómo se manifiesta este deterioro cognitivo?

Según los expertos, existen dos perfiles predominantes. Uno de ellos está caracterizado por alteraciones disejecutivas en las que destacan dificultades atencionales, de solución de problemas o de planificación, y se trata de una alteración de diversos circuitos cerebrales. Respecto al otro perfil de deterioro cognitivo, se acompaña de alteraciones en campos como la memoria o las habilidades visuoespaciales, y este se asocia a mayor probabilidad de progresión hacia la demencia. Este perfil añade la edad como principal factor de riesgo.

Detectar cualquiera de estas señales es fundamental porque, aunque en la actualidad no existen tratamientos farmacológicos que combatan la presencia de alteraciones cognitivas, si se pueden paliar a través de tratamientos de estimulación y un estilo de vida activo y saludable. Habitualmente, es el mismo paciente o sus familiares los que empiezan a ver pequeños cambios a los que estar muy atento.

"Cuando se comentan en consulta con el neurólogo, se recomienda realizar un estudio neuropsicológico en el que se puede objetivar y cuantificar si estos cambios existen y cómo son. Y, en ocasiones, se pueden hacer pronósticos de cómo evolucionarán", apunta la neuropsicóloga.

Más allá de este deterioro cognitivo, otros de los problemas más comunes de esta enfermedad afectan al ánimo y a la autoestima del paciente ya que es común que aparezca la apatía, la depresión o la ansiedad. Concretamente, hasta el 50 % de los pacientes presentarán sintomatología depresiva en el transcurso de la enfermedad, "un porcentaje mayor que en la población general", recuerda la experta en párkinson.

Realizar sesiones de terapias grupales o actividades como la jardinería y la cocina pueden mejorar los síntomas emocionales y anímicos asociados a la enfermedad. "Debemos tomar conciencia sobre la relevancia del sentimiento de vulnerabilidad de las personas con Enfermedad de Párkinson alerta Natalia Perea Torres, coordinadora Psicología de Ballesol, y añade que "más del 60% de los pacientes se encuentran en estadios tempranos, de modo que realizar una educación terapéutica en estos pacientes puede prevenir o retardar el empeoramiento de los síntomas y mejorar su calidad de vida a través de los autocuidados".