Logo de Cuidarte

Cuidarte

Me jugué la vida cuando sabía que debía parar: la difícil decisión de dejar de conducir

  • Segú la DGT, el 27% de los fallecidos en accidentes de tráfico en 2018 tenían más de 65 años

  • Hablamos con Manuel, de 76 años, sobre los problemas derivados de cierto exceso de confianza a la hora de afrontar que el momento de dejar de conducir ya había llegado

Unos datos antes de empezar. Según el informe de accidentalidad de la DGT de 2018, la franja de edad que más fallecidos sufrió es la de mayores de 65 años. En concreto, 496 fallecidos, un 27% del total y 31 más que en 2017. Además, de los mayores de 65 fallecidos en carretera, más de la mitad eran conductores. Y lo último, en diez años, los fallecidos en accidentes han descendido un 33% en toda España. Sin embargo, los fallecidos mayores de 65 años solo han bajado un 0,99%.

Manuel tenía 74 años y el carnet de conducir en vigor cuando él mismo notó que sus facultades al volante empezaban a fallar.

"Ya de entrada hacía un par de años que procuraba no conducir de noche porque me resultaba muy incómodo y me ponía nervioso. Pero lo llevaba sin problema porque eso es una cosa y otra asumir que ya tampoco se te da bien de día. Yo llevaba conduciendo desde los 20 años y después de tanto tiempo es una acción muy mecánica, que crees que va medio sola, que no tienes casi ni que pensar. El único accidente en el que me había visto envuelto en mi vida había sido uno en el que uno me había dado por detrás dejándome las cervicales hechas polvo, por lo que siempre me había sentido un conductor precavido, nunca me ha gustado correr y siempre me tomé muy en serio la seguridad", nos cuenta.

A partir del momento en que se percató de que ya no se sentía tan seguro al volante dio comienzo una etapa de conflicto interno: "No había pasado nada especial pero después de unas semanas sin coger el coche sentí que al volver a cogerlo de repente me faltaba práctica, no iba todo tan suave como antes. Sentía que se me hacía farragoso. Me desconcertó la sensación pero tiré para delante pensando que sólo era falta de costumbre. Es verdad que durante el trayecto me acabé haciendo un poco más a la situación pero no me llegué a sentir tan confiado como antes. Sentía que me costaba estar pendiente de todo, que lo conseguía pero muy al límite, me coordinaba por los pelos. Mi mujer, por ejemplo, que es mayor que yo (tiene 79) hacía tiempo que había asumido que lo mejor era dejar de conducir. Se le hacía muy cuesta arriba y le daba miedo que eso diera lugar a una imprudencia y que alguien saliera perjudicado. Ella no tuvo problema, en realidad fue un alivio, ya no le apetecía. Yo admito que pequé de orgulloso".

Me metí en un paso de cebra que estaba cuesta abajo por no darme cuenta de que tenía que frenar

La presión social, como en tantas ocasiones, estuvo muy relacionada: "A esta edad dejar de conducir para siempre supone una especie de barrera psicológica que yo creo que tiene mucho que ver con el cachondeo que hay alrededor, que la gente por un lado te quiere y teme por ti y te lo dice, pero por otro lado también hay muchos chistecitos que vienen de los propios amigos o de familiares, sobre si estás ya viejo, y mucha competición en plan pues yo tengo ya 78 y sigo conduciendo y a ti con diez años menos ya no te renuevan, mofas así que implican recochineo, incluso humillación. Hay mucha gente que se lo renueva sin intención de volver a conducir de verdad pero es como que tener el carnet en vigor da un estatus que no se quiere perder", explica Manuel.

Las renovaciones, pendientes de un examen

Tengamos en cuenta que en nuestro país las renovaciones del carné deben llevarse a cabo cada diez años hasta los 65 años, y no hay un límite de edad para poder conducir. La decisión de que una persona pueda conducir o no recae en los exámenes psicotécnicos necesarios para la renovación de los permisos.

La periodicidad se reduce a cinco años para quienes superan los 65 y pasa a ser de dos años cuando se pasa de los 70. Dependiendo del criterio de los evaluadores, este proceso puede llegar a repetirse cada año.

"La última vez me lo había renovado a los 72 años pero quedaba poco para que cumpliera la fecha, y yo no me sentía ya muy seguro, me había empezado a poner nervioso el coche por esto que te digo, pero un día mi cuñada, que es viuda, tenía que hacer una gestión en un sitio que le quedaba lejos y me ofrecí. Como llevaba ya un tiempo preocupado por el tema procuraba coger poco el coche. Mis tres hijos, que se habían montado conmigo en los últimos tiempos, me habían dicho ya que no conducía con fluidez, pero con ese tonito con un poco de broma que tanto pica y da ganas de hacer lo contrario". confiesa Manuel.

Además, según nos narra, su mujer le había defendido. "Aunque yo pensaba que en el fondo tenían su razón los otros, me quedé como estaba. La cuestión es que llevando a mi cuñada a plena luz del día iba cada vez más agobiado y bastante irascible. Ella al principio no le dio importancia pero poco a poco se empezó a asustar haciendo comentarios que me pusieron más nervioso todavía, empeñado en que no pasaba nada, en que ella estaba exagerando. Estando ya cerca del destino me iba fijando en los rótulos y primero se me fue el coche para la derecha y casi lo meto en la acera, luego me metí en un paso de cebra que estaba cuesta abajo por no darme cuenta de que tenía que frenar aunque mi cuñada me lo estuviera diciendo, y me olvidé varias veces de poner los intermitentes. Los demás conductores me pitaban, el hombre que estaba cruzando el paso de cebra me golpeó el capó porque me lo estaba comiendo sin darme cuenta… Te señalo esas cosas pero el camino entero fue horroroso. Cuando nos bajamos estábamos los dos muy estresados y ella me dijo que igual era mejor pedir un taxi para volver. Yo le di la razón, tenía el pecho muy acelerado y la idea de hacer el camino de vuelta me daba náuseas".

Aquella fue la última vez que Manuel condujo. Pidieron un taxi, su hija mayor fue a recoger el coche y desde entonces su esposa y él se han apañado de otras formas para desplazarse: "Mis hijos se alegraron de la decisión, llevaban tiempo comentándolo entre ellos, decían que habían intentado hablar en serio y que tanto su madre como yo nos habíamos negado a asumir el tema. Yo no lo recuerdo exactamente así pero qué más da, ya tengo interiorizado que el coche se acabó y a veces echo de menos la autonomía que nos daba pero tampoco era imprescindible".

De todas formas Manuel es consciente de que la edad no tiene por qué suponer un impedimento claro para la conducción, de que cada historia tiene sus propias peculiaridades: "Eso depende de cada caso. Yo en concreto tenía que parar ya, pero hay quien a mi edad se encuentra bien y yendo a su ritmo no tiene ningún problema, los hay que deben parar antes, de todo, y no tiene sentido ni compararse con los demás ni empeñarse en seguir. Pero vamos, que más problema puede dar un chaval de 20 que vaya a lo loco y le guste jugar con el peligro yendo a toda pastilla y siendo un descerebrado, peligroso puede ser cualquiera, eso no lo olvidemos", concluye.