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Hipocondríacos ante el coronavirus: pequeña guía práctica para no brotar

  • Las farmacias se han quedado sin mascarillas y las actitudes irracionales se están multiplicando

  • Hemos preguntado a un experto un manual de buenas maneras para manejar el miedo

  • Marian Benito (50), periodista hipocondriaca con un hijo diabético, nos narra su experiencia

Puede que todos tengamos un poquito de hipocondríacos porque, si no, ¿cómo se explica que la psicosis por el coronavirus de Wuhan haya agotado las mascarillas en España? Conste en acta que una servidora ha recorrido las farmacias del barrio, y algunas más, en busca de una caja camuflando su propia hipocondría con la vulnerabilidad de un hijo enfermo crónico. La búsqueda ha sido vana. "Aunque es injustificada, la demanda se ha disparado un 6.000 % en los últimos días y los almacenes están sin existencias", explica uno de los farmacéuticos. La intención no era pasear con ella, pero el virus sigue sumando víctimas y, aunque a cuentagotas, también empiezan a llegar a Europa. España ya tiene el primer caso, pero ¿es suficiente para que cunda el pánico?

La hipocondría existe y puede afectar a un 10% de la población que, en casos como este, sale de la farmacia, como diría Freud, enamorada de su propio miedo, fabulando desastres y sorteando los virus del modo más estrafalario: atravesando solo puertas que se abren automáticamente no vaya a ser que los dedos queden inoculados, cruzando de acera en cuanto atisba en alguien el mínimo amago de estornudo, calculando la distancia al centro de salud más próximo y permaneciendo al acecho de cualquier síntoma.

Un ser vulnerable

¿Cómo no inquietarse ante imágenes como las del metro de Shanghái, uno de los más bulliciosos del mundo, absolutamente desierto? El hipocondríaco es un ser vulnerable ante las alertas sanitarias y cualquier alarma de propagación de virus o epidemias dispara sus pensamientos con un sentido fatalista, casi obsesivo. Realmente la gran epidemia empieza a ser la psicosis colectiva que está alimentando mitos y prejuicios sin ningún fundamento.

¿Cómo manejar esta avalancha de pensamientos negativos?

Hemos pedido al doctor Antonio Cano Vindel, presidente de la Sociedad Española del Estudio para la Ansiedad y el Estrés y catedrático de Psicología, que nos ayude a pararla con un pequeño manual urgente que se resume en diez indicaciones:

  • Contra el vicio de alarmar, la virtud de informar. La información transparente y veraz es la mejor herramienta que tiene a su alcance el hipocondríaco.
  • No es necesario seguir en tiempo real el avance del coronavirus en el mundo, mucho menos contaminarse por bulos, rumores y datos poco fiables que corren por las redes sociales.
  • No magnificar la situación. La emergencia sanitaria decretada por la OMS ante el brote del nuevo coronavirus no es la primera ni será la última. La diferencia es que estamos mejor preparados que nunca para afrontar esta alerta. También debe tranquilizarnos la capacidad de respuesta, atención y prevención de nuestro sistema nacional de salud.
  • Si después de todo no podemos controlar nuestro estado emocional, intentaremos confrontar nuestros pensamientos con la realidad e intentaremos reinterpretarlos con la mayor certeza posible.
  • Cuando estamos bloqueados, podemos recurrir a la relajación, respiración diafragmática u otros ejercicios.
  • Es importante identificar los patrones de pensamientos dañinos y dirigirlos hacia otro asunto y no focalizar la atención en esas sensaciones negativas. Resulta muy acertado realizar alguna tarea, practicar ejercicio o hablar sobre cualquier otra cosa.
  • El cerebro se anticipa a algo que no va a pasar. Hay que transmitir al sistema nervioso que no existe tal peligro, al menos con la intensidad que está imaginando.
  • Tampoco es necesario chequear constantemente nuestro estado de salud (temperatura, mucosidad, respiración…) porque lo más probable es que haya una interpretación errónea de los datos que probablemente derive en un ataque de ansiedad.
  • El ataque de ansiedad puede irrumpir sin previo aviso con síntomas muy característicos y transitorios: falta de aire, taquicardia, sofocos, sudoración, malestar torácico, temblores e incluso desvanecimiento. Si sabemos detectarlo, aprenderemos a retomar el control.
  • Los psicofármacos no están aconsejados. Transmiten una sensación de seguridad equívoca y además llegan tarde, puesto que cuando empieza su efecto, a los 20 o 30 minutos, la crisis normalmente ya ha pasado. Además, son adictivos y con efectos secundarios.