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Juegos de rol pasados los 50: de la corbata y el despacho a dirigir ejércitos de orcos

  • Maduros con cierto nivel cultural dedican su tiempo de ocio a encerrarse en locales a echar largas partidas de miniaturas

En una sala diáfana, de paredes blancas decoradas con banderas, un grupo de hombres de mediana edad juega a los soldaditos en grandes tableros de madera. Taburetes y algunos refrescos son su máxima concesión a la comodidad en un espacio funcional, espartano. Algunos jugadores recalan allí dos o más veces por semana. Una cuota de 15 euros les da derecho a disfrutar a sus anchas de su gran pasión: los juegos de estrategia, war games. El lugar se llama Club Dragón, y es al ocio de estos adultos lo que un parque de bolas al ocio infantil, pero sin bolas.

Uno de los jugadores que frecuenta Club Dragón es Juanma, de 53 años. Abogado de profesión, cambia el traje y corbata por ropa más cómoda (vaqueros y jersey) cuando acude al local. Es un hombre culto; presume de una amplia biblioteca de libros de historia. Sabe de jazz y música clásica. Se considera también un gran amante de la naturaleza, como prueban su suscripción a la revista 'National Geographic' y sus salidas quincenales a la montaña con un grupo de senderismo. Está felizmente casado. No encaja, en definitiva, con el perfil estereotipado de friki solitario; de hecho, no lo es.

"Me atraen los juegos de estrategia por su conexión con la historia y las grandes batallas", declara. De siempre le han atraído los juegos de mesa, pero no fue hasta el año 2000, fecha en que compró el ya célebre 'Carcassone' —ambientado en la ciudad medieval del sur de Francia—, cuando se aficionó con ahínco a estos pasatiempos. "Durante el tiempo que dura la partida, te transportas a un mundo imaginario en el que puedes hacer cosas inviables en la vida real. Si has tenido un problema en el trabajo o has discutido con tu pareja, lo olvidas de inmediato", añade.

La Asociación Cultural y Lúdica Dragón (ese es su nombre completo) se fundó allá por 1983; su sede, en la céntrica zona de Nuevos Ministerios, está abierta a los socios 24 horas al día, 365 días al año. Cada uno de ellos posee una llave para acceder cuando guste. Allí, Juanma echa partidas con otros jugadores que, en su mayoría, responden a un perfil similar: varones, profesionales y con bagaje cultural. "Saber interpretar los juegos requiere ciertos conocimientos de cultura e historia", explica.

A unos 50 kilómetros de allí, en Alcalá de Henares, se repite la escena. La 'Asociación Habemus Ludum' funciona desde 2012; actualmente cuenta con 100 socios que pagan una cuota trimestral de 30 euros, a cambio de la cual reciben una llave para hacer uso de su local a sus anchas. De ese centenar de socios, solo dos son mujeres…, y son parejas de otros socios. "No entiendo realmente por qué", se pregunta Juan Madrid, vicepresidente de 'Habemus Ludum'. "Quizá no es atractivo para las mujeres o se debe a la sexualización de las miniaturas. Pero el 90% de los jugadores a nivel nacional de war games son hombres".

Los maduros también abundan en esta asociación. "El 60% de los socios son varones de treinta y muchos a 50 años, con hijos, que crecieron con juegos de rol y aventuras y han visto en el mundo de los war games cómo se revive todo eso", describe Madrid. Sus juegos favoritos son Warhammer, alguno basado en El señor de los anillos e Infinity, entre otros.

Profesionales con carreras universitarias son asiduos al local. "Jugar a war games implica tener inquietud cultural. Hay juegos basados en situaciones históricas, como Congo, que recrea la época colonial en África, o Saga, de las cruzadas. Hay gente a la que le gusta pintar su banda de normandos como dictaba la historia. Muchos son informáticos, hay ingenieros de Indra…", asegura el vicepresidente.

A los aficionados a este tipo de juegos no les molesta que les llamen friquis, aunque no se reconocen en esa definición. "Que te llamen friqui no es nada malo, pero la gente desconoce realmente lo que puedes llegar a disfrutar con estos juegos", dice Juan Madrid, quien, ante todo, quiere resaltar lo que aportan: "Es una forma de ocio alternativo, para jóvenes y mayores. Aprendes, te hace sentir inteligente (a veces interpretar los reglamentos no es fácil), sentir curiosidad por la historia, interactúas con otro tipo de gente…". ¿Quién dijo que jugar es de niños?