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Nutrichorradas de chiringuito: de la cerveza que rehidrata después del deporte a la moda détox para compensar excesos

  • Desmontamos las trampas del verano más corrientes con las que convencemos al cerebro de que comemos bien

No hay nada más complaciente que nuestro cerebro cuando se encuentra de frente con un chiringuito, unas cervezas y muchas ganas de disfrutar. Más de la mitad de los españoles cambiamos nuestra alimentación durante las vacaciones y lo más curioso es que nos justificamos con nutrichorradas. El susto llega después: el 25% vuelve a casa con más de cinco kilos de sobra, según un estudio del laboratorio Aora Health.

Antes de que sea tarde, hemos querido que la dietista-nutricionista Beatriz Robles, que acaba de publicar 'Come seguro comiendo de todo', saque del error a varios lectores uppers que han compartido sus creencias más absurdas:

"Desde que me dijeron que no engorda, tomo cerveza para rehidratarme después de mis partidos de pádel" (Óscar, 48 años)

Como no podía ser de otra manera, empezamos por la cerveza, la bebida con la que compartimos alegrías o penas. ¿De dónde saca Óscar esa información? Es verdad que, últimamente, la noticia se repite con frecuencia, pero, según indica Robles, "tenemos que ser conscientes de que esas informaciones a veces están plagadas de conflictos de interés y avaladas por una rama de la propia industria cervecera en su intento de blanquear su imagen". Considerarla apta para la rehidratación de los deportistas tras el ejercicio físico intenso es otro tópico más. Esta bebida no cumple con las características mínimas que deben tener los líquidos de reposición, tal como se recoge en el documento de consenso de la Federación Española de Medicina del Deporte.

Lo que sí es cierto, y en eso esta profesional puede estar de acuerdo con Óscar, es que la cerveza no incrementa por sí misma el perímetro de la cintura. "Lo que conocemos como barriga -matiza- es una acumulación de grasa visceral debido a múltiples factores dietéticos y de estilo de vida, como el sedentarismo, pero no específicamente a la ingesta de cerveza".

Para bordar la cuestión de este lector, le dice que la recomendación es cuanto menos mejor. "Al ser una bebida alcohólica, no podemos hablar de consumo inocuo, sino de bajo riesgo. Es decir, no más de dos unidades de tamaño estándar (200 ml) para la mujer y 4 para el hombre". En cualquier caso, el riesgo debe individualizarse para cada persona.

"Compenso cada noche de excesos con 24 horas détox" (Cristina, 52 años)

Es una de las ideas absurdas más expandidas. Los batidos y zumos de frutas y verduras son una opción muy saludable por su aporte de vitaminas y minerales, pero no hay ninguna razón científica para pensar que puede purificar el organismo. Nuestro organismo dispone de órganos aptos para ello. La fruta, por cierto, debe tomarse entera para no desperdiciar la fibra que contiene.

"Si las sobras huelen bien, se pueden comer. Es nuestra regla" (Pilar y Alfonso, 58 y 60 años)

¡Ojalá fuera tan fácil! "No funciona y tampoco puedes fiarte del sabor ni del aspecto. Muchos alimentos no tienen ningún signo de alteración, pero implican un riesgo. Si está deteriorado, tíralo. Si no está estropeado, pero no sabes cómo se ha conservado o cuánto tiempo lleva criando bacterias, tíralo. Si tienes dudas, a la basura", señala Robles.

Tendemos a pensar que una intoxicación alimentaria es un mal menor. Quien haya sufrido una salmonelosis sabrá que no es así y le habrá costado volver a tomar un bocado de aquello que se lo provocó. En personas mayores o más vulnerables esos microorganismos pueden causar problemas muy graves.

"Si cae la tostada al suelo y la recojo inmediatamente, el riesgo es nulo" (Virgina, 57 años)

La llamada regla de los cinco segundos, que dice que a las bacterias no les da tiempo a agarrarse al alimento, es poco fiable. "Muchos piensan que los microorganismos están haciendo cola en una marquesina para ir subiendo a la tostada de forma ordenada y presentando el abono transporte. Evidentemente, no es así. Piensa qué ecosistema puede haber en el suelo que pisas con zapatos que vienen de la calle, donde hay restos de basura, heces, orina y sociedad a tutiplén".

"Por seguridad, en verano me paso a los alimentos eco, naturales o caseros" (Ángel, 53 años)

Lo que opina Robles es que los microorganismos no se van a sentir vetados si el alimento lleva la etiqueta eco o lo ha cultivado su madre en su huerta. Pensar que los alimentos bio o eco son más seguros es insinuar que no todos los productos que se comercializan en la UE tienen las mismas garantías de inocuidad, y eso es falso.

"En verano, con una ensalada resolvemos el menú" (José Francisco, 62 años)

Como en cualquier otra época del año, la ingesta debe estar siempre en consonancia con el gasto energético. Lo idóneo es comer de todo y no excluir de la dieta ningún grupo de alimentos. Si optamos por un plato único, hay que garantizarse que aporta los nutrientes suficientes. No olvidemos los platos de cuchara y las legumbres, parte importante de una alimentación equilibrada, independientemente de la estación. Se aconseja su consumo al menos un par de veces por semana.

"Con el piscolabis en el chiringuito me salto una comida y reduzco michelín" (Teresa, 46 años)

Teníamos ganas de terraza y de ese aperitivo que sabe a felicidad, pero lamentablemente, desde el punto de vista nutricional, el chiringuito no siempre ofrece tantas alegrías. Así lo explica nuestra experta: "los menos saludables son los snacks ultraprocesados (patatas chips, mix de frutos secos, nachos de bolsa…), las tapas en las que no identificamos los ingredientes (carnes rebozadas y fritas, recicladas de otros platos), los fritos precocinados (sí, esas empanadillas tan ricas) y las salsas de origen y sabor desconocido que, además, pueden suponer un problema de seguridad alimentaria". No desesperemos. Siempre queda la opción de las aceitunas, encurtidos, espetos de sardinas, boquerones, moluscos (mejillones, almejas...) o frutos secos naturales. Y ojo con las bebidas que acompañan al aperitivo y las calorías vacías que suman.

"En verano evito las verduras por la sensación de inflamación" (Juanma, 53 años)

"Claramente, es un error", le replica la dietista-nutricionista. Es cierto que la ingesta de verduras puede producir gases por su alto contenido en fibra, especialmente en personas que no están acostumbradas a digerirlas. Estos efectos incómodos se solucionan introduciendo las verduras poco a poco en pequeñas cantidades e incrementándolas a lo largo del tiempo para que el intestino pueda ir habituándose. "La oferta de verduras y frutas frescas ahora es amplísima. Apetecen más las cremas vegetales, como el gazpacho o la vichyssoise, y los vegetales con gran contenido en agua".

"Nada me quita mejor la sed que un refresco" (Arturo, 71 años)

Sin ninguna duda, lo mejor es el agua del grifo. "En nuestro país -indica Robles- tenemos la suerte de que el 99,5 % del agua del grifo es potable. En algunas zonas el olor o el sabor pueden ser distintos o resultarnos menos agradables, pero en ningún caso se debe a que el agua pueda ser insegura para el consumo". Si queremos introducir otro tipo de bebidas, se pueden tomar infusiones frías sin azúcar, aguas saborizadas con frutas, café o agua con gas y limón. Ocasionalmente, cervezas 0,0, sabiendo que pueden tener hasta 0,04º de alcohol. No se aconseja para embarazadas ni, muchísimo menos, para menores. Otra opción ocasional son los refrescos sin azúcar.

"El verano es tiempo de relax. Ya habrá tiempo de ocuparse de la báscula" (Lucía, 46 años)

Actitudes como la de Lucía perpetúan, según Robles, un círculo vicioso de subida y pérdida de peso, de forma que nos pasamos la vida a régimen o pensando en la siguiente dieta: "empezamos en marzo con la operación bikini. Perdemos unos kilos que recuperamos en verano (y sufrimos con la vuelta al trabajo), volvemos a perderlos y los ganamos de nuevo en Navidad para, en marzo, volver a la operación bikini". A su juicio, el planteamiento es perverso y nos hace tener una mala relación con nuestra alimentación. La nutricionista nos invita a olvidarnos de cualquier disparate y quedarnos con cuatro consejos para siempre, independientemente de la época del año.

  1. Verduras en todos los platos.
  2. Menos carnes rojas.
  3. Evitar ultraprocesados.
  4. Saciar la sed con agua, nunca con alcohol o refrescos azucarados.