Los juanetes, esa patología tan temida del pie, no solo es antiestética, sino que en estadios avanzados y con una gran deformidad puede provocar cambios en el día a día y dolores poco soportables que condicionan la rutina. Según establece la Sociedad Española de Medicina y Cirugía del Pie y Tobillo (SEMCPT) es mucho más frecuente que aparezcan en los pies de las mujeres que en los de los hombres, lo que no quita que en ellos haga acto de presencia y sea más que evidente para poder tratarlo y frenar su deformación. Hay algunos tipos de operación, aunque no siempre son el tratamiento óptimo.
Y el juanete no aparece porque sí, tiene ciertas causas, siendo la genética la principal y más recurrente, por lo que podría aparecer por herencia durante la madurez si en tu familia alguien lo padece, además del uso de un calzado inadecuado. Pero hay otras causas de gran importancia, como tener un dedo pulgar del pie excesivamente largo que favorece la deformidad y que se genere el juanete. Quienes salen a correr también deben tener cuidado porque en la pisada se genera una gran presión sobre el dedo pulgar que puede acabar con un juanete. Y en ellas el tacón es su peor enemigo, especialmente aquellos que son muy estrechos en la punta y demasiado altos.
Hay tipos diferentes de operación para corregir el juanete, aunque los especialistas son claros: la intervención quirúrgica debe ser siempre la última opción, pues deben intentarse primero otras técnicas o terapias para frenar su evolución y controlar su gravedad. Por eso, cuando la deformación ya es muy notable, que por ejemplo el dedo se ha montado en el siguiente, hay enrojecimiento de la zona, los dolores condicionan tu día a día o el juanete es tan incómodo que te impide caminar correctamente sin pasar dolor.
En estos casos ya se plantea el paso por quirófano. La cirugía abierta es la más conocida y la que más se ha utilizado a lo largo de los años, un tipo de operación del que existen numerosas variantes que se adecuan a cada juanete y paciente según el criterio del cirujano teniendo en cuenta la deformación. Lo malo de esta intervención es que puede llegar a causar algún que otro daño en los tejidos de la zona y que los huesos no terminen de consolidarse bien o se rechace el implante en caso de que se introduzcan elementos como tornillos. Por eso mismo, el postoperatorio suele ser más doloroso en la mayoría de casos, lo que conlleva una recuperación algo más larga.
En el otro lado de la balanza está la cirugía percutánea, mucho más novedosa y utilizada a día de hoy porque es mucho menos invasiva. Esto conlleva a que el postoperatorio sea mucho menos doloroso o que se pueda volver a la vida cotidiana mucho antes con una cicatriz que apenas se nota. Aunque está indicada para algunos casos muy graves, este tipo de operación suele realizarse cuando el juanete es leve o moderado, siempre tras realizar un examen físico y una radiografía que revele qué tipo de operación es la mejor teniendo en cuenta varios aspectos de la patología.
El postoperatorio es distinto dependiendo de la operación, con la percutánea es mucho más leve, con un tiempo de recuperación reducido en el que los dolores no son excesivamente incómodos. En cambio la abierta es muy diferente, ya que requiere ingreso y el uso de un calzado especial, más ancho, especialmente durante las primeras semanas, periodo que podría ampliarse si el cirujano así lo aconseja.
La operación de juanete no es algo que se deba valorar desde el inicio. Es una intervención que debe realizarse cuando la deformidad ya es grave y otras técnicas previas no han conseguido frenar su evolución. Entonces sí, el cirujano valorará qué técnica es la adecuada según el caso tras analizar las condiciones y el estado del juanete del paciente.