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Un escudo clave para los mayores: la labor de los rastreadores de coronavirus contada desde dentro

  • La escalada de contagios en las últimas semanas entre los más jóvenes hace imprescindible un rastreo exhaustivo para detectar positivos y aislarlos a tiempo antes de que el brote derive en una transmisión comunitaria cuyos principales damnificados serían los mayores

  • Dos enfermeras, una Madrid y otra en Ciudad Real, nos detallan cómo es su trabajo

  • "Hoy la situación es más complicada porque muchos de los contactos se han producido en lugares de ocio en los que el contagiado no conoce a todas las personas con las que se ha podido relacionar”

El protocolo de vigilancia epidemiológica se activa en cuanto se detecta un positivo. Se le llama al paciente y en esa entrevista telefónica habrá que trazar un minucioso mapa de las 48 horas previas a los primeros síntomas. Es importante localizar a sus contactos más estrechos, aquellos que estuvieron en el mismo lugar que el contagiado a una distancia menor de dos metros durante al menos 15 minutos y sin mascarilla. En caso de haber compartido medio de transporte, aquellos que se sentaron en un radio de dos asientos. Una vez localizados, deben aislarse y hacerse las pruebas. Aunque el resultado sea negativo, tienen que mantener la cuarentena.

Así se rastrea telefónicamente el coronavirus

Poco a poco, Pilar, una enfermera de 47 años que trabaja en un centro de atención primaria en el noroeste de la Comunidad de Madrid, va tirando del hilo. "El paciente nos tiene contar si viajó, cómo se movió y durante cuánto tiempo… cualquier detalle es importante para trazar la cadena de transmisión. A esos contactos, y por tanto sospechosos, se les informa sobre aquello que tienen que hacer y cómo deben aislarse. Durante el seguimiento, les llamamos tres o cuatro veces, o más según los síntomas, para evaluar su evolución. Se le pregunta si ha sufrido tos, fiebre o dificultad para respirar".

El objetivo, dice esta sanitaria, es evitar que se conviertan en foco de transmisión comunitaria. "Una buena parte de la población joven que está rompiendo las medidas de seguridad y prevención se contagia, pero es asintomática. Es difícil controlar la pandemia si no sabemos dónde está virus. Por eso, el rastreo es, de momento, nuestra principal arma para aislar y hacer pruebas a todos los sospechosos para evitar que la enfermedad atice de nuevo a la población más vulnerable”, explica. Para ella, lo peor de todo está siendo el desconcierto. En comunidades como Madrid se han duplicado los positivos por Covid-19 y la demanda de rastreadores es manifiesta. Durante el mes de julio ni siquiera llegaban a 400 para atender a unos 2.200 pacientes diarios.

Pilar no pudo evitar su enfado, hace unos días, ante la petición de voluntarios por parte del gobierno autonómico y la Universidad Complutense. El llamamiento a médicos, psicólogos, biólogos o veterinarios voluntarios que quisieran convertirse en rastreadores desató también la ira de los epidemiólogos y una ola de protestas en las redes sociales. En las primeras 24 horas la Consejería de Sanidad había recibido ya más de 500 solicitudes. "Hay que estar al pie del cañón para saber que es un trabajo que exige una enorme responsabilidad y conocimiento de la profesión. La gravedad de la situación no justifica un trabajo no remunerado y sin la capacitación suficiente", insiste.

Ahora ha recibido perpleja el anuncio por parte del ejecutivo de Isabel Díaz Ayuso de privatizar el equipo de rastreadores adjudicando el contrato de 22 rastreadores a Quirón. Durante tres meses, 20 auxiliares de enfermería y dos médicos se dividirán en turnos de mañana y tarde para realizar entre 190 y 220 encuestas diarias. El problema, reconoce, es que seguiremos sin rastreadores suficientes. La carencia es común en casi todo el país y ni siquiera se están teniendo en cuenta las recomendaciones europeas. El Consejo General de Colegios Médicos (CGCM) calcula que tendría que haber uno por cada 5.500 habitantes, pero la realidad es que faltan criterios homogéneos entre las comunidades autónomas, tanto en el número que se consideraría necesario como en su perfil.

Amenaza a la vuelta de vacaciones

Los profesionales temen que el nuevo colapso del sistema sanitario podría originarse ahí y la amenaza está a la vuelta de las vacaciones, momento en el que confluirán muchos cambios de comunidad y será complicado seguir a las personas contagiadas. Un estudio de la Red Nacional de Vigilancia Epidemiología del Instituto de Salud Carlos III denuncia que la disparidad en las comunidades autónomas tiene su efecto inmediato en el descontrol de los brotes. Canarias, por ejemplo, detecta una media de seis casos y 27 contactos. Cataluña, solo un caso por cada origen del brote.

Castilla-La Mancha, sin embargo, cuenta con un rastreador por cada 4.766 habitantes, aunque sus jornadas son igualmente maratonianas. Allí hablamos con Daniella Hutuleac, enfermera que sigue la pista al virus desde hace tres meses en Alcázar de San Juan (Ciudad Real) como parte de un equipo de vigilancia epidemiológica formado por 25 enfermeros y enfermeras. Resulta embarazoso pedirle una pausa para atender a Uppers cuando ni siquiera se ha podido tomar un respiro para ella misma desde las 8,00 de la mañana. A esa hora su teléfono ya echa humo y lo hará de forma incesante hasta que termine su turno.

Poco antes de nuestra entrevista con Daniella, la Dirección General de Salud Pública ha declarado dos nuevos brotes de coronavirus en la provincia de Ciudad Real. Uno en Alcázar de San Juan, con diez casos hasta el momento, y otro compartido entre Alcázar y Villarta, con siete casos. Significa que se ha puesto a más de medio centenar de personas en seguimiento, todos ellos contactos estrechos de los positivos, la mayoría en su ámbito familiar. Ninguno forma parte del grupo de personas vulnerables y sus síntomas son leves, por lo que, afortunadamente, no ha sido necesaria hospitalización.

La primera llamada al paciente no siempre es fácil. "Hay que hablarle -explica-, pero también escucharle porque no es un momento fácil para él. Hoy la situación es más complicada porque muchos de los contactos se han producido en lugares de ocio en los que el contagiado no conoce a todas las personas con las que se ha podido relacionar". Daniella hace hincapié en la colaboración del ciudadano. Una sola pieza perdida en este puzle puede ser un contagio más sin control y una nueva cadena de infecciones. "El objetivo es detectar a tiempo cualquier brote y evitar que la sanidad se colapse de nuevo. A ninguno nos gustaría revivir situaciones como las que ya conocemos", indica.

El rastreo es una labor ardua. "Como enfermera, aporto, no solo mi formación, sino también mi conocimiento y mi experiencia". Como muchos de sus compañeros, trabajó en los peores momentos de la pandemia en la UCI de un hospital y sabe de qué habla. Vivió en primera línea lo que es el Covid-19 y asegura que lo que aprendió del virus y las emergencias difícilmente se puede encontrar en un curso acelerado para candidatos a rastreadores.

Por eso, desde el 10 de mayo la Consejería de Castilla-La Mancha decidió reforzar la atención primaria con dotación de profesionales como ella a tiempo completo para tareas rastreadoras. La prioridad es, desde entonces, el diagnóstico precoz. "Trabajar en los centros de salud permite una coordinación magnífica con los médicos y la proximidad con los pacientes, que posibilita su correcta vigilancia. Desde aquí se puede tener también un mejor control de los convivientes y sus contactos estrechos".

Hacia las dos de la tarde, cada equipo envía sus datos a la Consejería de Sanidad y esta los remite al ministerio. Daniella asegura que nunca había realizado este trabajo en campo epidemiológico, pero se muestra satisfecha, a pesar de que el verano está complicando el rastreo. "Durante la fase 1, que es cuando comenzó este programa, los movimientos de las personas estaban muy restringidos y era más fácil acotar el círculo de contactos de un contagiado. Lo bueno del rastreo es que no se ajusta a un guion estático, sino que va evolucionando según va cambiando el panorama. El trabajo está resultando sumamente efectivo porque vamos consiguiendo frenar a tiempo cualquier posible brote. No podemos impedir que haya un contagio, pero sí que el virus no se propague de forma masiva".

Epidemiológicamente, cada semana la cifra se va doblando, lo que exige un número mayor de rastreadores. José Ramón Martínez Riera, presidente de la Asociación Enfermería Comunitaria, reclama que las enfermeras sean el motor fundamental de la vigilancia epidemiológica. "La sintomatología del coronavirus es muy variada: desde una simple tos o picor de nariz hasta manifestaciones menos conocidas. El rastreo no son unas simples llamadas, sino manejo y evaluación de los datos, el cuidado adecuado de esas personas y muchas decisiones que hay que tomar con celeridad. Estamos formados, motivados e implicados y hemos demostrado que nuestro trabajo es clave en el control de esta pandemia, decisivo para contener el virus".

Mapa de rastreadores por comunidades

Galicia, 6.100

Cataluña, 200

Navarra, 180

Aragón, 262

Asturias, 37

Cantabria: 87

País Vasco, 180

La Rioja, 30-85

Cataluña, 815

Aragón, 123

Comunidad Valenciana, 1008-1210

Región de Murcia: 65-170

Andalucía, 450

Extremadura, 147

Castilla-La Mancha, 427

Castilla y León, 310

Madrid, 182

Canarias, 30

Baleares, 162

Ceuta, 10

Melilla, 32