El paso de los años va mermando nuestro cuerpo, nuestras capacidades y las funciones biológicas. Entre las cosas que se ven afectadas por el envejecimiento está el apetito, que disminuye a medida que nos hacemos mayores y nos lleva a comer menos. Esta pérdida parcial de apetito conforme vamos cumpliendo años recibe el nombre de hiporexia. Pero, ¿es algo normal de la edad o hay factores que lo desencadenan?
Se calcula que el 90 por ciento de las personas de más de 80 años sufre alguna alteración en el apetito, generalmente por cuestiones fisiológicas, es decir, porque disminuyen sus necesidades físicas y energéticas, además de que el estómago les demanda menos cantidad de comida, se producen cambios en la percepción de los sabores y los olores o, incluso, por la acción de algún medicamento.
Se denomina hiporexia al estado en el que la persona va perdiendo poco a poco las ganas de comer, es decir, el apetito, que en España afecta a más de 8 millones de personas (en torno a entre el 50 y el 60 por ciento de los ancianos).
Es difícil de detectar porque se suele camuflar como algo normal de la edad, pero deben activarse todas las alarmas cuando hay una pérdida de peso no intencionada y el plato sigue lleno y con la comida fría sobre la mesa durante un buen tiempo, incluso aunque se trate de comida que le gusta a esa persona.
Para detectarla, es importante comparar lo que come una persona con lo que comía hace unos meses y también resulta útil anotar lo que come y bebe durante un día entero (24 horas). Su presencia se puede detectar por la aparición de síntomas como:
Esta pérdida de apetito conduce a una reducción de la ingesta de alimentos, por lo que se suele acompañar de una pérdida de peso y de cansancio. El problema de la hiporexia es que, si se mantiene en el tiempo, conlleva un déficit de nutrientes importante. Es muy frecuente que estas personas tengan bajas concentraciones de vitaminas y padezcan anemia. Si bien es cierto que con la edad bajan los requerimientos de energía, esta no es la única causa de que esto suceda. La pérdida de apetito se suele relacionar con problemas psicológicos como el estrés o la depresión.
Del mismo modo, muchos expertos creen que la hiporexia está causada porque, con la edad, también se va perdiendo capacidad sensitiva. Es decir, al tener un olfato o un gusto disminuido, el apetito también se ve afectado. Otras situaciones que pueden dar lugar a la hiporexia son las enfermedades, tanto agudas como crónicas. Además, en personas mayores es muy común encontrar casos de neoplasias o de patologías digestivas, que son una causa directa.
Lo cierto es que sobre el apetito influyen numerosos factores de nuestra vida. En el caso de los ancianos, la hiporexia también está relacionada con situaciones como estar en una residencia, falta de cuidado o soledad. Del mismo modo, también hay que destacar que ciertos fármacos pueden provocarla. Algunos ejemplos son la codeína o la morfina e, incluso, la quimioterapia.
Tampoco podemos olvidar que, a esta edad, es muy común tener problemas en la dentadura. Cualquier patología dental o la sequedad en la boca, que también aumenta con el tiempo, puede afectar a la alimentación. El hecho de no poder comer alimentos consistentes puede resultar muy poco apetecible.
La desnutrición es la consecuencia más grave de este tipo de falta de apetito, puesto que puede llevar a un círculo de complicaciones, ingresos hospitalarios e, incluso, mortalidad. Esto se agrava si existe una enfermedad, ya que en los estados patológicos es cuando más necesarios son los nutrientes para elevar las defensas, que ya están mermadas por el trastorno.
En parte, los desequilibrios nutricionales provienen de que la persona afectada cambia las comidas que son necesarias en una dieta por otras que le resultan más apetitosas. Así, puede ser habitual que la cena de un paciente de hiporexia se limite a un vaso de leche con magdalenas, lo que a largo plazo puede llegar a dañar su salud.