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"La residencia donde yo querría vivir mis últimos años y las trabas para que sea posible"

  • José Antonio López Trigo, doctor y ex presidente de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG), insta a un cambio de modelo y explica hacia dónde deberíamos ir en el cuidado de nuestros mayores

  • Su solución es doble: sanitarizar las residencias para los casos más dependientes y, además, facilitar a los Baby Boomers su elección personal. "Yo querría hacerlo en casa o en una casa como la mía", explica el experto, también de esa generación

Si algo ha evidenciado la pandemia, más allá de las incertidumbres que provocan lo que debieran sembrar certidumbres, es que la atención a las personas mayores de nuestro país necesita una reflexión y no poco profunda. Una reflexión que se hace más necesaria cuanto mayor es el nivel de problemas de estas personas.

Ha quedado patente que el modelo de atención residencial y la consideración que estos centros merecen por parte de las autoridades sanitarias y sociales precisa una reformulación. O las personas, en un alto número, no están en el sitio adecuado a sus necesidades de salud o el sitio no es el adecuado, en muchas ocasiones, para atender los problemas que tienen las personas.

'Válidos' vs alta necesidad

Hasta hace unos años, no mucho más de una treintena, el concepto de residencias que en nuestro país existía (más allá de las instituciones puramente asilares) era el de lugares apacibles donde muchas personas se retiraban de la vida laboral activa y en el que se instalaban para no envejecer solos. Era el modelo de las residencias estatales de 'válidos y pensionistas'.

Nada que ver con lo que sucede en los últimos años en los que el 'disparo' del envejecimiento y el pago de los peajes (en forma de enfermedad y dependencia), que soportamos por vivir más, hacen que nuestras residencias estén dedicadas casi en exclusiva a atender personas en situaciones de alta necesidad de cuidados continuados por sus enfermedades o por las secuelas que éstas les han ido dejando. Cabe plantearse si ante este cambio en los perfiles y en las necesidades de las personas que las habitan han cambiado los modelos asistenciales. La respuesta es claramente no.

'Sanitarizar' los centros: ¿sí o no?

Aunque se alzan muchas voces indicando que estos centros no deben estar sanitarizados y que incluso en lo 'socio-sanitario' que los define sobraría el término 'sanitario' y deben ser recursos estrictamente sociales, la realidad no acompaña a este discurso. Quizá la clave esté en hacer subsectorizaciones dentro de este sector. Entendiendo que lo ideal es que la persona envejezca donde quiera y que lo que la inmensa mayoría desea hacerlo en su casa.

A veces esto no es posible y entonces lo más parecido a lo ideal es atender y cuidar centrándonos en las personas. Las necesidades en un grupo tan heterogéneo como el de los mayores nos haría hablar de niveles que irían desde los de atención a la convalecencia y la recuperación de la funcionalidad perdida hasta aquellos que se ocuparan, prioritariamente, de la atención al final de la vida pasando por otros tipos de unidades convivenciales. Replicando modelos anglosajones desde las clásicas nursing home hasta los hospice care, dedicados a paliar el sufrimiento y mejorar la calidad de vida, que incluye afrontar la muerte con dignidad, en los últimos tiempos de esta.

Hay que anticiparse a cómo queremos vivir el envejecimiento

La toma de decisiones en cuanto a cómo atender y cómo quiere cada uno ser atendido ha resultado siempre un tema complejo que pudiera estar algo más simplificado si todos tomáramos conciencia de lo importante que es anticiparnos y manifestar resolver el cómo queremos ser atendido en los momentos más cruciales de la vida, precisamente cuando ésta nos va a abandonar pronto. El testamento vital o las voluntades anticipadas constituyen un elemento útil para ayudarnos a nosotros mismos, familia y profesionales en esa toma de decisiones. Toma de decisiones que en esta pandemia tanto nos ha hecho sufrir a todos y tanto está generando de polémicas y problemas éticos, asistenciales y legales. No sin razón.

Macrogrupos inversores

La reorganización de un sector de altísimo contenido sensible, de alta complejidad al que las autoridades han mirado siempre de reojo, cuando lo han mirado, y del que, habitualmente solo se ha contado lo malo, se hace imprescindible para evitar desastres como los que hemos vivido. El control de algo más que requisitos puramente administrativos que poco tienen que ver con la calidad y necesidad asistencial, los conciertos a 'tarifa plana' en los que priman precios y no requerimientos de cada persona, la irrupción de macrogrupos inversores, la 'necesidad' del olvido político y muchos otros elementos, se muestra imprescindible.

La promoción de modelos basados en las apetencias de las personas, bien para vivir en su propia casa, bien para vivir en comunidad y conseguir autogestión en cómo y dónde envejecer, como los cohousing y aquellos que fomentan vivir la individualidad en colectividad quedan, hoy por hoy, muy lejos.

En casa o en una casa como la mía

La poca o nula posibilidad de elegir dónde residir si se vive en situación de dependencia y el verse abocados, llegada esta situación, de tener que ir al lugar en el que 'te adjudican la plaza', aunque sea a muchos kilómetros de donde siempre has vivido y lleve consigo el desarraigo de todo lo cercano (en espacios y, sobre todo, en personas); merece una reflexión de la que se obtenga una reformulación del modelo. A esto, realmente, es a lo que ha de llamarse confinamiento, término que exige dos requisitos: restricción de movilidad y lejanía física del lugar de residencia habitual. O como indica la RAE: "dicho de una persona: Condenada a vivir en una residencia obligatoria". Quizá haya de incluirse otra referencia, a perpetuidad.

Cuando me planteo cómo y dónde quisiere envejecer, o mejor escrito y dada mi edad, dejando de usar futuro y pasando al presente realista, cómo quiero envejecer, solo encuentro una respuesta: en casa y si tuviere mayores necesidades, en la casa que sea como la mía. Si la necesidad apretara aún más: en la residencia que más se parezca a mi casa, o en su defecto, a una casa, y que esta cubra mis requisitos de funcionalidad y salud.