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Saltar al agua con la nariz tapada: "Toda una generación tiene esa costumbre, pero hay otros modos"

  • Varios uppers explican sus razones para continuar con un gesto que arrastran desde la infancia y, según reconocen, a veces puede resultar cómico o incluso provocar cierto bochorno en los hijos

  • Son conocidos como los "sincabecistas" y, después de varios intentos por quitarse esta etiqueta, se han rendido a la pereza de aprender

  • Juan Yun González, instructor de natación, no ve ningún problema en ello, aunque ofrece una técnica muy simple para saltar sin necesidad de taparse la nariz

Tirarse al agua cogidos de la mano y con los dedos de la otra tapando la nariz cuando uno rebasa con creces los 50 suena a broma. Para Ramiro y Sonia, pequeños comerciantes de 56 años, se ha convertido en parte de su rutina acuática cada verano y no creen que sea motivo ni de sonrojo ni de burla. No opinan igual quienes les observan por primera vez lanzándose de pie a la piscina ambos con idéntico gesto. Unos piensan que se trata de una matrimoniada más, no saben si tratando de hacer el ganso o porque realmente no saben otro modo de zambullirse.

Los "sincabecistas" están en todas partes

No son los únicos. Tanto en la piscina como en la playa, los "sincabecistas", esa gente que se paraliza ante la simple idea de tener que sumergir la cabeza, son legión. Normalmente, son personas que aprendieron a nadar sin ayuda y sin técnica de ningún tipo o que sufrieron algún tipo de trauma con el agua en algún momento de su vida.

Dentro del primer supuesto está Celia, maestra de Primaria de 49 años. Sus hijos no se cansan de decirle que, si no respira, el agua no entra. "No necesitas taparte la nariz, mamá". Ni siquiera ella misma sabe qué extraña razón le lleva a taparse la nariz bajo el agua o a llevar la cabeza fuera mientras nada.

José Luis, cocinero: "Me he resignado a mi torpeza"

A José Luis, cocinero de 53, la idea de dejar la cabeza bajo el agua le espanta desde que tiene uso de razón. "Soy consciente de que me pierdo un sinfín de cosas que podrían resultar muy divertidas y además esto me complica la natación, un deporte que me gusta y puedo practicar incluso en invierno". En su caso, cuenta que el origen del miedo puede estar en un campamento de verano al que acudió con ocho o nueve años. A los niños, procedentes casi todos de zonas rurales sin acceso a piscinas, mar o cursos de natación, se les obligaba a aprender en quince días.

"Sin contemplaciones y sin la atención debida. Como consecuencia, tragábamos agua y pasábamos miedo. Seguramente, casi todos los que pasamos por allí arrastramos la misma desconfianza cuando estamos bajo el agua. Todos somos sincabecistas. Alguna vez me he planteado ponerme en manos de algún monitor para que me enseñe la técnica adecuada, pero siempre acabo resignándome a mi torpeza", asegura riéndose de sí mismo.

Celia, que siente la vergüenza ajena que hace pasar a sus hijos, ha probado a bucear con gafas de buceo que tapan su nariz. Aunque reconoce que le han permitido algún progreso, no le gustan. Se le empañan, no se ajustan bien y le molestan las marcas que le dejan. "Siempre vuelvo a la nariz tapada con la mano, un recurso más efectivo y seguro", dice asumiendo que es "un caso perdido".

También el matrimonio formado por Sonia y Ramiro ha probado a hacer sus pinitos fuera del agua, tratando de mantener la respiración, bloqueando sus fosas nasales. La cosa sale bien, pero cuando trasladan sus avances al agua, ninguno de los dos muestra la mínima paciencia y en cuanto perciben unas gotas merodeando su nariz, acaban alistándose de nuevo en la milicia sincabecista.

¿Dónde está el secreto para que no entre agua?

"Es la pregunta del millón cuando las personas con miedo vemos tanta gente, incluso niños muy pequeños, que se tira a la piscina y nada bajo el agua viviendo como un gran placer lo que para nosotros es un auténtico drama", declara José Luis. Él ha consultado -admite que con desgana- algún manual y varios tutoriales, sin que le haya resuelto nada porque reconoce que las recomendaciones y técnicas sobre respiración, alineación del cuerpo o posición exacta de la cabeza le provocan demasiada pereza.

¿Habría algún modo más sencillo de ayudarle para que, definitivamente, se sumerja sin inhalar el agua por la nariz? Juan Yun González, monitor de cursos para aprender a nadar sin miedo, comprende el temor que comparten todos estos bañistas: "Al saltar de pie, el agua entra con fuerza por la nariz y es algo que puede causar bastante molestia. Por eso se la tapan". Les tranquiliza garantizando que no hay en este gesto ningún peligro. "Al contrario. Al taparla evitan el riesgo de entrada de agua por las fosas nasales".

Una técnica muy simple para evitar el agobio

No obstante, si el deseo es quitarse esta costumbre, el consejo que ofrece es muy sencillo: "Tras el salgo, en cuanto entre en contacto la nariz con el agua, hay que soltar aire por ella con fuerza. Pero no todo el aire, solo lo suficiente. Esta expulsión evitará tener que taparla o pinzarla".

Y al nadar, una de las normas más básicas, y a la vez fáciles, es inspirar rápidamente por la boca y expirar por la nariz. La clave, en este caso, está en la rapidez en el ritmo de inspiración. Incluso después de escuchar estos consejos, nuestros protagonistas no acaban de verse, al menos a corto plazo, como esos avezados nadadores que se desplazan con media boca dentro y otra media fuera, girando la cabeza a gran velocidad.

Tampoco están por la labor de convertirse en alumnos principiantes. De momento, dicen que prefieren mantenerse en su obstinación, aunque esto implique seguir luciendo la etiqueta sincabecista y saber que sus saltos al agua provocan a sus espaldas más de una buena carcajada.