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Qué habría sido de mi hijo TDAH si yo no hubiera podido pagar un tratamiento psicopedagógico

  • Un TDAH cuesta a su familia 7.000 euros más al año que un menor normotípico

  • Somos medalla de plata en abandono escolar y el 20% de este fracaso escolar está asociado a alumnos con TDAH que no reciben tratamiento adecuado ni atención especial en clase

  • Durante todos estos años he pagado al año una media 3.000 euros de pedagogía, otro tanto de tratamiento psicológico

Se puede decir más alto, pero no más claro. Somos medalla de plata en abandono escolar y el 20% de este fracaso escolar está asociado a alumnos con TDAH que no reciben tratamiento adecuado ni atención especial en clase. Andan los políticos criticando o defendiendo la octava Ley de Educación de la democracia, una ley que nace con fecha de caducidad puesto que en cuanto cambie el color del Gobierno nuestros hijos tendrán una novena, una décima y las que tengan que venir. Lo que parece no preocuparles es la cantidad de alumnos con trastornos del neurodesarrollo como el TDAH que sin apoyo serán carne de cañón y alimento de las cifras de ese fracaso escolar que tanto avergüenza a España.

Sufrimos en este país una educación absolutamente politizada y así jamás vamos a alcanzar los objetivos marcados por la Unión Europea (UE). Según se desprende del último informe anual de Eurostat, España es el segundo país de la UE con peores cifras de abandono escolar. En 2020 el 16% de los jóvenes españoles entre 18 y 24 años no habían terminado ni la secundaria (el nivel mínimo exigido), una cifra solo superada por la de Malta (16,7%).

Aprender a convivir con ello

Mientras los supuestos entendidos en educación se pelean por aquello de pasar de curso con suspensos o no, los padres y madres que convivimos con el TDAH sabemos perfectamente que nuestros niños y niñas son 7.000 euros de media más caros que un menor normotípico. Además de la medicación, el tratamiento del TDAH requiere un apoyo psicopedagógico que les aporte estrategias para poder superar sus dificultades con las funciones ejecutivas, la baja autoestima, la frustración, la impulsividad, los problemas de aprendizaje etcétera. Requiere también que los padres y madres aprendamos a convivir con el TDAH y, por supuesto, que reciban las adaptaciones necesarias por parte del centro escolar.

Soy madre de un adolescente con TDAH, llevo conviviendo con este trastorno del neurodesarrollo desde febrero de 2011. Durante todos estos años he pagado al año una media 3.000 euros de pedagogía, otro tanto de tratamiento psicológico, por no hablar de las clases de ajedrez para trabajar la atención o la antelación a los problemas y la necesidad de hacer deporte extraescolar para quemar energía. Por supuesto, las clases de refuerzo escolar las he asumido yo. Gracias a dios estoy preparada y la economía familiar no daba para más dispendios, sobre todo porque tuve que escoger entre mi profesión o el futuro de mi hijo, pero esa es otra historia. Como siempre digo, mi hijo al mes cuesta más que si fuera estudiante en cualquier colegio elitista de este país.

Es alumno del Gredos San Diego Las Rozas, un colegio concertado que cuenta con un gran equipo de profesores terapeutas que desde primero de Primaria le hicieron hecho las adaptaciones curriculares que necesitaba. Repitió segundo de Primaria porque no sabía ni leer ni escribir, los conceptos que exigía Educación los tenía, pero decidieron retrasarlo un curso por cuestiones madurativas (los TDAH suelen llevar un retraso madurativo emocional que no cognitivo de un par de años).

Mi hijo ha dado mucha guerra en casa, en la calle y en el colegio. Su baja tolerancia a las frustraciones, su incapacidad para permanecer quieto o para concentrarse más de 15 minutos seguidos, síntomas típicos de un menor con TDAH, lo convirtieron en una bomba de relojería. Cuando se sentía superado por las circunstancias, cuando no entendía la explicación del profesor se negaba a trabajar. Ha llegado a estar una tarde entera de brazos cruzados retando a su maestra, ha tirado una mesa por lo alto porque no quería escribir, ha insultado a su tutora, ha entrado en el parque dando mandobles a diestro y siniestro… En casa, como le sacara de su rutina, de aquel cuerpecillo enclenque salía un monstruo capaz de decir las mayores barbaridades que nadie pueda imaginar.

Límites, rutina, amor y paciencia

Como madre he tenido que soportar juicios de súper mega educadores y padres que, sin saber, me culpabilizaban de todo por ser mala madre, por ser consentidora y por estar educando, según ellos, a un monstruo. Yo siempre he procurado echarme a la espalda los prejuicios (qué difícil resulta) y hacer caso a sus psicopedagogas. Límites, rutina, amor y paciencia, mucha paciencia. Podría contar miles de anécdotas, seguro muy parecidas a las que hayan vivido las miles de familias que conviven con el TDAH en este país. Mi hijo no es especial en ese sentido.

Los TDAH rehúsan, con más frecuencia que otros chicos y chicas, a seguir instrucciones de padres y maestros, pueden tener crisis emocionales cuando les indican que hagan algo que encuentran difícil o que les resulta un reto. Los niños y niñas con TDAH tienden a volverse desafiantes en situaciones particulares. Estas situaciones van desde no querer hace los deberes hasta irse a dormir, pasando por interrumpir un juego, sentarse o cenar. Para ellos son difíciles de tolerar debido a que les cuesta prestar atención, tolerar una situación aburrida, controlar sus impulsos, la transición de una actividad divertida a otra menos divertida y además no pueden controlar su nivel de actividad.

No me cansaré de repetir que la familia de un TDAH necesita ayuda, entrenamiento y, sobre todo, no escuchar esas voces que siempre echan la culpa a los padres por consentir al niño. Como dice el doctor César Soutullo: "Hay gente que siempre achaca los síntomas del niño a la educación de los padres. El problema no es ese. Los padres prueban de todo, a castigarlos, a recompensarlos, etcétera. Es algo biológico, está fuera de su control, hay que ayudarles. Es como castigar a un niño epiléptico por tener una crisis. Como es un problema psiquiátrico, la gente intenta decir que no es real, pero el afectado es el cerebro, un órgano como otro cualquiera".

Gracias al apoyo que ha recibido, mi hijo hoy es un adolescente ejemplar, un adolescente respetuoso, empático, solidario, sensible y concienciado. Todo lo invertido en su formación comienza a brotar. En 3º de la ESO sigue necesitando apoyo escolar y extraescolar, pero como ve resultados no se queja tanto a la hora sentarse a estudiar. Sabe controlar sus impulsos, ya no me acuerdo la última vez que perdió los papeles, y en el colegio todos están encantados de su evolución. Mi hijo es el claro ejemplo de que con el tratamiento adecuado un TDAH puede llegar a donde quiera. Me pregunto por qué los políticos no consultan con los médicos especialistas, por qué no hablan con los que convivimos con este trastorno del neurodesarrollo. Lo que la sociedad no haga ahora lo pagará de otra forma en el futuro. Todos sabemos qué hay detrás del abandono escolar. ¿Cuántos TDAH se van a quedar en el camino por falta de medios económicos? ¿Cuántos TDAH abandonarán los estudios por no poder optar a las becas? ¿No se merecen una oportunidad?