¿A quién no le ha pasado alguna vez? Todos hemos llegado tarde en algún momento de nuestras vidas, ya sea al trabajo, a la fiesta de cumpleaños de nuestro mejor amigo o a recoger a los niños en la escuela. Llegar tarde a veces es inevitable. Eso mismo le ha pasado a la Reina Letizia en la primera audiencia del año. Como explica en sus redes la revista Telva, la esposa de Felipe VI ha hecho esperar en el Palacio de la Zarzuela a las representantes de la Asociación Españolas de Esclerosis Lateral Amiotrófica (adELA), organización sin ánimo de lucro de la que es Presidenta de Honor.
Ante esta circunstancia, la Reina decidió actuar con naturalidad y explicar ella misma el motivo del retraso. Una audiencia privada previa con Andrés Marcio Olona hizo que la reunión con los responsablesde adELA no pudiera comenzar a la hora pautada.
El motivo lo merecía. Andrés es uno de los 100 pacientes afectados en todo el mundo de laminopatía, una enfermedad calificada como rara. La Reina, muy comprometida con esta causa, quiso volver a ver este paciente, hoy convertido en un creador de contenido digital. El 'Ey tú' con el que comienzan sus posts, incluido el que comparte la visita real, reúnen a más de 15.000 seguidores.
La tardanza de la Reina estaba justificada. Pero, en cualquier caso, hubo que dar disculpas. La cuestión es si sabemos hacerlo.
En nuestro país somos permisivos con los retrasos. Es algo a lo que no se le da demasiada importancia y, por tanto, no es objeto de disculpa; al menos, no de disculpa formal. En otros países, como Reino Unido o Estados Unidos, sí son mucho más estrictos con este asunto. Lo consideran de mala educación, además de una falta de respeto por los demás. El tiempo tiene el mismo valor para todos y el hecho de que alguien lo malgaste o haga perderlo está muy mal visto.
En Reino Unido solo hay un retraso admitido: cuando somos invitados a una casa. Para dejar que los anfitriones estén relajados, lo educado es llegar a la cita con 10 minutos de retraso, el tiempo suficiente para que las personas que invitan puedan desconectar entre los últimos preparativos y recibir a sus huéspedes. Estos 10 minutos no se consideran llegar tarde, sino un acto de consideración hacia los dueños de la casa.
Si, por el contrario, excedemos estos minutos de cortesía, hay que pedir disculpas. Y no siempre sabemos hacerlo. Disculparse parece un acto de debilidad, pero, en realidad, es una muestra de coraje. La clave es saber disculparse. ¿Cómo?
Admitámoslo: a nadie le gusta esperar. Por eso es muy importante reconocer que hemos molestado a la otra persona y mostrarnos sinceros al disculparnos. Mirar a los ojos a quien nos ha estado esperando y ponernos en su lugar ayudará a mostrar esa empatía. Normalmente, la sinceridad es desarmante. Cuando la otra persona entienda qué ha impedido que llegáramos a la hora, aceptará nuestras disculpas.
Mentir nunca es buena idea, pero en lo referente a mostrar disculpas es aún peor. Es mejor decir la verdad sobre el motivo del retraso que dar excusas difíciles de creer. Algo así solo puede haer que nuestro interlocutor confíe menos en otros. Cuando ese interlocutor es un superior jerárquico o alguien que es importante para nosotros, ¿qué sentido tiene eso?
Aunque el motivo real no nos deje en buen lugar (por ejemplo, hemos salido la noche anterior a una cita importante y nos hemos dormido), es mejor ser honesto y admitirlo. Nadie es perfecto y seguramente a nuestro interlocutor le ha pasado algo parecido alguna vez.
A veces, llegar tarde no tiene consecuencias. Pero otras veces sí afecta al resto del día. Cuando llegamos tarde al trabajo, por poner un solo ejemplo, podemos estar haciendo que nuestra labor recaiga en otra persona. En este y otros casos, es fundamental reparar a la persona o personas afectadas. No es necesario hacer grandes desembolsos, basta un detalle que acredite la disculpa.
Esto requiere una reflexión más profunda. ¿Llegamos tarde de forma esporádica o forma parte de nuestra identidad? Todos tenemos un amigo que nunca llega a la hora. Lo que hace unos años podía ser irrelevante, hoy, con poco tiempo, nos puede parecer algo injustificable. Si eres de los que siempre llega tarde, piensa en el valor del tiempo. ¿Por qué tienen que esperarte siempre?
Corregir la impuntualidad crónica es siempre una buena noticia porque va a hacer que tengamos que organizarnos mejor. Poner los medios para no retrasarnos y no tener que disculparnos redundará en nuestra marca personal. ¿A qué estás esperando para dejar de llegar tarde?