Antidisturbios y sindicalista, cara a cara: ¿cómo eran los violentos choques de los noventa y cómo son ahora?
Jacinto Morales, policía de la UIP, más conocida como antidisturbios, y Antolín Alcántara, histórico sindicalista gallego, se enfrentan a una pugna dialéctica sin vencedor ni vencido que nos acerca al meollo de esos conflictos que tuvieron sus puntos más candentes en la lucha sindical de los noventa
El policía asegura que la carga siempre se ha hecho de una forma proporcionada y congruente. El sindicalista insiste en la fuerza como única arma para su lucha
Jacinto Morales se expresa con aplomo, pero su tono comedido le aleja de esa idea canalla del cuerpo de policía que nos ha transmitido la serie Antidisturbios. Forma parte desde hace 25 años de la Unidad de Intervención Policial (UIP) y coordina la especialidad para el Sindicato Unificado de Policía. Pertenece, por tanto, a esa élite de más de 2.500 agentes de la UIP, más conocida como antidisturbios, que trabajan sometidos a una gran presión para garantizar la seguridad ciudadana en las situaciones más extremas. Reprimen protestas callejeras, mantienen el orden público y cobran interés esencial en las épocas más convulsas.
Al otro lado, Antolín Alcántara, secretario confederal de negociación colectiva de la CIG (Confederación Intersindical Galega) y una de las cabezas visibles de las revueltas en los astilleros gallegos de las últimas décadas. Habla con la arrogancia de quien ha resistido durante 45 años en la arena sindical, peleando contra los despidos y por la mejora de los derechos y las condiciones laborales. Siempre de choque en choque con la patronal y de choque en choque con la Policía. Defiende con firmeza que el combate de los trabajadores es imprescindible "para demostrar que somos una fuerza y que hay que contar con nosotros".
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Su férreo carácter se empezó a gestar en los setenta en los astilleros gallegos, en esos años en los que la transición hacia la libertad sindical y la lucha por los derechos laborales aún se hacía en la clandestinidad. La industria del metal fue uno de los grandes bastiones del poder sindical y sus movilizaciones las más virulentas. En los 90, con la nueva reconversión del sector, la agitación cobró un nuevo impulso y se sucedieron una oleada de huelgas y disturbios de gran trascendencia dirigidas por militantes combativos como Antolín. Su presencia ha sido significativa en esos enclaves de Vigo escenario de barricadas y enfrentamientos con las fuerzas de seguridad del estado.
Este es el telón de fondo para entender el carácter bifronte de cualquier disturbio de antes y ahora. Policía y sindicalista mantienen un compromiso inquebrantable por lo que, cada uno a su modo, consideran su responsabilidad. Sería inútil tratar de conjugar sus discursos.
¿Cómo eran las cargas/disturbios en los noventa y cómo son ahora? ¿Era más violenta antes?
JACINTO MORALES: Cada época ha sido diferente. Siempre estás obligado a mantenerte en las mejores condiciones para dar la respuesta adecuada a los conflictos que se van presentando. Conservas la calma y la serenidad para evitar cualquier enfrentamiento que derive en agresiones. Cuando la situación aconseja utilizar los medios de defensa, se hace de una forma proporcionada y congruente. En manifestaciones que duran seis o siete horas sin ningún altercado y discurriendo con absoluta normalidad, los medios de comunicación trasladan las imágenes de una carga que suele ser de unos instantes y normalmente al final del evento.
Los insultos a la Policía, las amenazas y el lanzamiento de objetos de todo tipo, desde cascotes y piedras hasta rodamiento o bolas de acero impulsadas por armas artesanales, han sido una constante. Los cambios en estas décadas se han ido produciendo por la adaptación del cuerpo policial a los cambios sociales, a nuevas tecnologías -sobre todo en el campo de las comunicaciones- y, por supuesto, a las modificaciones en conceptos jurídicos.
ANTOLÍN ALCÁNTARA: Aquellos años eran de constantes conflictos y convulsiones, con enfrentamientos muy frontales, cuerpo a cuerpo, y de extrema dureza. La lucha de clases nunca se resolverá pacíficamente. Esa fuerza significó, por ejemplo, que, gracias al Convenio del Metal de Pontevedra, diésemos un salto en la tabla salarial. En cada momento, el desenlace de esa fuerza se ha ido decidiendo en función del resultado.
La lucha sindical se ha vuelto ahora muy complicada. Con los años, las sucesivas reformas laborales han precarizado el empleo, lo que hace muy difícil movilizar a los trabajadores e ir, como hacíamos antes, de empresa en empresa para conseguir su participación. Hay que salir a la arena, aunque la lucha vaya a ser siempre desigual. Lo que no se puede ni podrá es negociar un convenio desde la jerarquía.
¿Tanta violencia pasa factura personal a largo plazo? ¿Qué le dirías a tu yo de aquella época desde lo que sabes ahora?
J.M: Evidentemente no son situaciones agradables, pero con la preparación mental adecuada no tiene por qué haber ningún tipo de secuela. Sabes que estás haciendo tu trabajo y cumpliendo con una labor fundamental en un Estado de Derecho. Mantener un adecuado estado físico y psicológico es fundamental para protegerte de conductas personales inadecuadas a nivel personal. A mi yo de entonces le diría que haga mucho deporte y se preocupe por lo realmente importante, intentando solucionar los problemas de una forma calmada y reflexiva.
A.A: Personalmente, el precio es alto. Nunca he caído en depresión, pero sí he sufrido malos ratos. Al mismo tiempo sabes que no hay otro modo de actuar. Es un compromiso asumido con los trabajadores y la lucha vale la pena, aunque veas que la precariedad continúa y que a veces ni siquiera se aplica lo acordado. La lucha es nuestra herramienta contra el abuso y los artificios de la empresa.
¿Has llegado a sentir miedo en las cargas? ¿Cómo describirías estar metido en una carga?
J.M: En ningún caso, y no es una falsa pose. Con los medios, la información y la preparación tanto individual como a nivel colectivo, llegas a un estado de tranquilidad y confianza en tu trabajo que te proporciona una gran seguridad. Creo que en ningún caso miedo. De forma puntual, preocupación.
A.A: No da tiempo a pensar en el miedo. La adrenalina te impulsa, hace que te actives ante el peligro. En muchas ocasiones he sentido preocupación por los demás y hasta cierto punto responsabilidad por haber contribuido a la movilización, pero era una acción necesaria.
¿Cómo se duerme la noche anterior a un enfrentamiento?
J.M: La de antes perfectamente.
A.A: Mal. La tensión te mantiene en estado de alerta y apenas puedes conciliar el sueño porque sabes que la situación va a ser delicada y peligrosa, pero te sobrepones a ello.
¿Y la de después?
J.M: Si ha sido un enfrentamiento muy estresante, es conveniente hacer algo de ejercicio físico o de relajación antes de irse a dormir, pero no hay mayor problema.
A.A: Muy relajado. Es verdad que notas la caída, pero también la satisfacción de haber cumplido.
¿Alguna vez llegaste a ponerte en el lugar del otro? ¿Has sentido en algún momento cierta empatía por él?
J.M: Es muy habitual. En ocasiones entiendes a las personas que se concentran o manifiestan, y las razones objetivas para su protesta. He de decir que en estos casos no suele haber violencia o enfrentamiento, incluso entienden nuestra labor.
A.A: Empatía, ninguna. Su carga nunca es razonable, pero ha habido momentos difícilmente comprensibles porque la violencia recibida ha sido indiscriminada.
¿El consumo de drogas y sustancias estimulantes es cierto? ¿Más antes o ahora?
J.M: De ningún modo. El consumo de cualquier sustancia estupefaciente es rechazado de forma tajante.
A.A: Nunca. Rechazamos absolutamente el consumo de cualquier sustancia. Además, necesitamos tener la cabeza muy clara y despejada para defender nuestros intereses.
¿Tu vivencia-recuerdo concreto más duro?
J.M: Creo que las marchas de la dignidad, del 22 de marzo de 2014, donde hubo decenas de policías heridos. Fue un momento crítico. Y, por supuesto, los últimos acontecimientos en Cataluña.
A.A: Los enfrentamientos en los astilleros que se desarrollaron con motivo de la huelga del sector naval en Vigo en 2009, especialmente una jornada en la que los trabajadores nos encontramos con un dispositivo policial de más de 300 agentes en la Estación Marítima. El choque fue desigual y muy violento. En la huida unas mil personas nos quedamos cercados en la lonja. Nos habría gustado un convenio justo conseguido de forma pacífica, pero finalmente hubo demasiados heridos.
¿Qué opinión le merece la serie 'Antidisturbios'?
J.M: La encuadro dentro de la ficción. En el primer capítulo se recrean de forma genial ciertos roles dentro de un equipo operativo, destacando la autoridad que demuestra el jefe de equipo de una forma natural y aceptada por el resto y la mezcla de veteranía y juventud. Sin embargo, los siguientes episodios presentan a los agentes como personas desequilibradas por una u otra razón de tipo personal, no por su trabajo. Aquí se aleja absolutamente de la vida real. Todos los miembros de la especialidad tienen que superar periódicamente unas pruebas físicas, médicas y psicológicas donde deben acreditar que se encuentran en el adecuado estado para mantener la plaza.
A.A: Aunque he sentido curiosidad, he optado por ignorarla. No quería ver cosas que de antemano sé que no me gustarían. Según me han contado quienes sí la han visto, no se ajusta a la realidad.