César Goldi, objetor, sobre los 20 años sin mili en España: "A pesar de la cárcel, aquella lucha valió la pena"
En diciembre se cumplen veinte años sin mili. Aunque nuestros hijos se han olvidado de ella, hubo un movimiento de resistencia muy activo de jóvenes que pagaron un elevado precio personal y su oposición fue clave para su desaparición
El actor gallego César Goldi relata cómo fueron aquellos años de insumisión y objeción de conciencia y su paso por la cárcel coruñesa, en 1994. Le sorprende el interés que sigue despertando su lucha
Lo peor fueron las noches previas a su entrada en prisión: "Me venían a la mente las imágenes carcelarias más horribles que había visto en el cine. Una vez dentro, cualquier miedo se desvaneció"
"Señoras y señores, se acabó la mili". Fue la histórica frase con la que, hace veinte años, se anunció el fin a casi 200 años de servicio militar obligatorio. La pronunció el entonces ministro de Defensa, Federico Trillo, el 9 de marzo de 2001, después de aprobar un decreto que entraría en vigor el 31 de diciembre de ese mismo año. En su lugar, se optaría por unas Fuerzas Armadas profesionales. En esa época todavía se podía leer en algún muro de las calles de Santiago de Compostela 'Goldi libre', todo un símbolo de la resistencia pacífica que libraron durante tres décadas miles de jóvenes que se negaron a cumplir esta obligación. Su oposición fue clave para su desaparición.
Goldi tuvo claro que se resistiría cuando fuese llamado a filas
La lucha antimilitarista se libró con especial vehemencia en el norte de España. El actor César Goldi (56 años), natural de Bóveda (Lugo), compaginaba en aquella época su incipiente carrera en el teatro con los estudios de Biología en la Universidad de Santiago de Compostela. Tuvo claro que se resistiría cuando fuese llamado a filas, lo que le llevó a protagonizar un duro y largo pulso con las instituciones del Estado desde su ciudad, uno de los puntos más activos de un antimilitarismo que ya venía de lejos. En enero de 1977, colectivos de diferente procedencia geográfica e ideológica se unieron para crear el Movimiento de Objeción de Conciencia (MOC), que tuvo un especial dinamismo en Cataluña, Valencia, Andalucía, Madrid, País Vasco y Navarra. Fue el mayor movimiento de desobediencia civil de este país.
Ante la oleada de objetores de conciencia, en 1984 el Gobierno planteó la posibilidad de realizar una prestación sustitutoria, pero la gran mayoría de los objetores se negó a aceptarla, por lo que se declararon insumisos. Entre febrero y junio de 1989, se presentaron de forma voluntaria ante los jueces de diferentes capitales españolas cerca de 200 jóvenes insumisos que se negaban a hacer ninguno de los dos servicios que estaban obligados a realizar los hombres al cumplir los 18 años, bajo pena de cárcel de un mínimo de dos años, cuatro meses y un día, si no lo hacían. A ellos se fueron sumando muchos más y la ola fue imparable. 1.500 ingresaron en prisión. Otros consiguieron ser absueltos y algunos incluso se exiliaron.
Pintadas por toda Galicia exigiendo su libertad
En 1993, Goldi, uno de aquellos insumisos, fue condenado a dos años, cuatro meses y un día de prisión menor en el centro penitenciario de A Coruña. Su condena provocó pintadas por toda Galicia exigiendo su libertad bajo el letrero 'Goldi Libre'. Desde Santiago de Compostela, su ciudad de residencia, recuerda con nitidez aquellos episodios: "Tomé esta lucha como un proceso necesario, tanto desde el punto de vista personal como social. Fue una etapa de protesta pacífica, juicios, condenas, ingresos en prisión y lucha por lo que yo consideré un derecho coherente con mis principios pacifistas y de no violencia. La sensación que me producía la persecución era desoladora, pero sabía que valía la pena y me satisface saber que el movimiento fue decisivo".
Qué lejana queda la imagen de jóvenes tallándose
Para hacernos una idea, la supresión de esta obligación libró en ese mismo año 2001 del reclutamiento obligatorio a más de un millón de jóvenes mayores de 18 años que habrían tenido que dedicar nueve meses de su vida al Ejército. De repente, desapareció la imagen de jóvenes tallándose, la tensión del sorteo, las prórrogas de los estudiantes para retrasar lo máximo posible su alistamiento. No hubo más llamadas a filas, aunque ahora a la juventud le resulte tan lejano. En 2002, una reforma del Código Penal y del Código Penal Militar permitió eliminar los delitos relacionados con la insumisión y unos 4.000 insumisos procesados consiguieron la amnistía.
"La desaparición del servicio militar obligatorio -recuerda Goldi- era solo el propósito más visible e inmediato, pero nuestra gran motivación era la no violencia. El compromiso era tan fuerte que estábamos dispuestos a entrar en la cárcel por defender nuestras ideas. Todo transcurrió tan rápido que al final, en un abrir y cerrar de ojos, me di cuenta de que esa posibilidad la tenía enfrente de mis narices". Su mayor desasosiego llegó las noches previas a la entrada en prisión al visualizar ese momento en el que te meten en la celda y se cierran los barrotes. "Me venían todas las imágenes carcelarias de represión que había visto en cine o en televisión sobre las condiciones de vida de los reclusos, las peleas, los malos tratos o los errores y sentía pánico. Cualquier miedo se desvaneció entre rejas".
"Fueron días de lectura, conversación y reflexión"
Lo pasó mal por la sensación de soledad, incertidumbre y perplejidad. Ahí es cuando su cabeza necesitó armar todo lo ocurrido. Su lucha transcurría en solitario, aunque fue crucial el apoyo incondicional de toda mi gente, especialmente sus padres, maestra y funcionario. "Aunque la experiencia de la cárcel fue dura, hubo una relación muy buena con el resto de los reclusos. Había mucha expectación y no representábamos ninguna peligrosidad social. Afortunadamente, enseguida conseguí el tercer grado y solo tenía que acudir al centro penitenciario a dormir". Esto aliviaba el aislamiento afectivo y social que supone el ingreso de una persona en prisión, pero no resta peso a un acontecimiento vital que marca a cualquier ser humano. "Lo recuerdo como un tiempo de lectura, conversaciones con mucha gente y reflexiones continuas.", añade.
Sus vivencias tomaron forma sobre el escenario
Con el tiempo, escenificó todo aquello en 'Goldi libre', una obra teatral que subió a escena con la compañía gallega Chévere bajo la dirección de Xesús Ron. La representación se convirtió en un extraordinario documento sobre el movimiento de insumisión en las últimas décadas del siglo XX en España y ayudó a conectar con la memoria colectiva de una generación. Son 85 minutos llenos de ironía y sentido del humor. "No quise darle un tono épico ni hacer sangre con ello. Es el autorretrato de un preso a partir de su memoria, sus experiencias y su testimonio. La idea nació espontánea a fuerza de contar mis aventuras durante los viajes con la compañía. Solo necesité darle la forma y la fuerza teatral".
Narrarla en tercera persona le ayudó a tomar distancia, también el montaje en tres partes. La primera, en forma de documental, explica qué es la insumisión. En la segunda aparece el protagonista, un chico que llega a Santiago con 18 años y se encuentra con un ambiente social de cambio y compromiso. En la tercera, Goldi transmite las reflexiones que se hizo durante los 14 meses que estuvo en prisión y todos esos momentos en los que llegó a plantearse hasta qué punto todo aquello valía la pena.
"En la cárcel de A Coruña me preguntaba qué hacía yo allí, pero sabía que era el precio que debía asumir si quería cambiar las cosas. La sensación era contradictoria", cuenta. Después de aquello, abandonó su activismo en la lucha antimilitarista, pero la obra le ayudó a construir su propio relato vital y a glorificar esa batalla y a todas las personas que estuvieron en ella, dejándola asentada en su memoria y en la memoria colectiva.
Una vez fuera de la cárcel, colgó sus estudios, ya a punto de finalizar, y se decantó por el teatro. Ha hecho también cine y televisión. Hoy su recuerdo es el de un rebelde pacífico, un desobediente civil comprometido y dispuesto a asumir públicamente las consecuencias. "No podía dar mi brazo a torcer porque era un compromiso serio", concluye. El actor se encuentra ahora de gira con 'Fariña', una obra de Nacho Carretero cuya puesta en escena ha ido adaptándose a las sucesivas restricciones de aforo y movilidad en las diferentes ciudades. Cree que en algún muro de la ciudad compostelana aún se puede leer 'Goldi Libre', aunque le sorprende que su historia siga despertando interés casi tres décadas después.