"En el Pasaje Begoña éramos libres": cómo Torremolinos se convirtió en el referente LGTBI que es hoy durante el franquismo
En junio de 1971 tuvo lugar una redada en el Pasaje Begoña, callejón torremolinense donde se aglutinaban bares a la vanguardia que atraían a turistas y celebridades de Europa o Estados Unidos
Con la identificación de más de 300 personas (114 de ellas detenidas), el régimen ponía fin a una época dorada de “libertad vigilada” y diversidad cuyo relato reivindican hoy los activistas LGTBI
Durante los años 50, 60 y parte de los 70, Torremolinos se convirtió en epítome de la modernidad gracias al turismo. Música, moda, arquitectura y vanguardia que dieron pie a un ambiente diverso y fluido en el que convivían celebridades internacionales con españoles que escapaban en busca de experiencias en pleno franquismo. Paradigma de esa libertad vigilada que el régimen permitió para fomentar el tránsito turístico fue el Pasaje Begoña, un callejón en el centro del pueblo malagueño que concentraba buena parte de esos locales variopintos. Allí mismo, en el 71, tuvo lugar la gran redada franquista que afectó a más de 300 personas: entre los identificados, 114 detenidos y decenas de extranjeros deportados, acusados de atentar contra la moralidad pública.
Casi medio siglo después, ya reconocido como cuna de los Derechos LGTBI de España y hermanado con el Stonewall neoyorquino, el callejón y la ciudad recuperan el relato de lo ocurrido para ayudar a construir la memoria del colectivo. Protagonistas, activistas e investigadores nos ayudan a recapitular su historia.
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Una "isla de libertad (vigilada)"
Flamenco, paella, suecas, latin lovers y sangría. "Las películas españolas dedicadas a la Costa del Sol en la época nos sirven para reconstruir el paisaje de una edad de oro, pero fueron realizadas a base de tópicos", describe la web Torremolinos Chic. "Tópicos sin duda muy reales, pero que no retratan en absoluto el cosmopolitismo, la tolerancia, la diversión y las ganas de vivir que resumían el verdadero espíritu de la costa". De recopilarlo a base de documentos gráficos que encandilan a nostálgicos y amantes de la arquitectura del relax se ocupan sus creadores, José Luis Cabrera y Lutz Petry, Cronistas de Honor de la ciudad.
En esa época dorada que abarca sobre todo las dos primeras décadas pasaron por allí Ava Gardner, Brigitte Bardott, Anthony Quinn, Sara Montiel, Judy Garland, Kirk Douglas, la princesa Soraya de Irán o Raniero de Mónaco y Grace Kelly. Torremolinos pasó de ser un pueblo humilde de pescadores a escenario de una vida nocturna imparable y un pequeño oasis en el que disfrutar al margen del nacionalcatolicismo. Desde el café de tertulia a los clubes de baile o el piano bar, la noche torremolinense contó con bares cuya fama trascendió fronteras: Pedro’s, Eldorado, Lali Lali, Ye-Ye, La Sirena, El Bajoncillo, Le Fiacre o The Blue Note, donde la pianista de jazz Pia Beck -pionera reconociendo su homosexualidad en Estados Unidos- actuaba en su piano barra en compañía de su pareja Marga Samsonowski y sus tres hijos.
Algunos de estos bares ocupaban con carteles luminosos el Pasaje Begoña, apenas a dos minutos de la céntrica calle San Miguel. Conocido oficialmente como Pasaje Gil Vicente hasta hace dos años, ha recuperado su nombre popular -el de la hija del constructor del edificio de apartamentos bajo el que se sitúa-, gracias al trabajo de la asociación homónima que se ha propuesto recuperar su memoria.
El nombre del Pasaje Begoña resuena estos días en mayor medida por la puesta en circulación del primer sello dedicado al colectivo LGTBI que Correos ha lanzado en su historia. En el que junto a la bandera arcoíris y su precio (un euro) puede leerse: "Pasaje Begoña (Torremolinos), cuna de los Derechos LGTBI". También estos días y en el contexto de la visibilización del Orgullo, ha sido reconocido como parte de la Coalición Internacional de Lugares de Conciencia.
"En el Pasaje Begoña éramos libres", cuenta al teléfono Antonio César Muñoz. El malagueño empezó a frecuentar Torremolinos con 15 años varias veces por semana porque allí se podía pasear agarrado de la mano del ligue de turno y darse besos por la calle sin amonestaciones ni insultos -"te llamaban guarro", apunta-. "En aquella época de oscuridad, íbamos allí porque nos sentíamos libres de todo, tanto si eras gay como si no".
"Nadie te miraba mal, te acogía todo el mundo", coincide Ramón Cadenas, sevillano que llegó a Torremolinos en el 65 de la mano de Brian Epstein, mánager de los Beatles a quien había conocido en la Feria de Abril. Epstein, en una de sus idas y venidas a la Costa del Sol, llevó a John Lennon, y se mezclaba también en la escena musical patria que allí se gestaba gracias al trasiego de artistas e influencias extranjeras.
Pero, ¿acaso todo ese movimiento internacional, que además de turismo y dinero, traía nuevas ideas, no iba en contra de los propósitos del régimen? Rafael Cáceres, antropólogo social que coordina un proyecto de investigación sobre represión de la homosexualidad durante la dictadura en Andalucía desde la Universidad Pablo de Olvide lo explica a Uppers. "Entre los 50 y 60, el turismo se convirtió en uno de los principales reclamos para la entrada de divisas en el país. A pesar de las opiniones en contra de los sectores más conservadores y de la Falange, se optó por ello y eso conllevaba asumir que, para competir con ese nicho turístico con otros países mediterráneos como Italia o Grecia, el régimen tenía que amoldar su moralidad en los espacios turísticos [se permitía el bikini y los besos en público a parejas hetero]".
La ubicación de Torremolinos, "cerca del puerto de Málaga, de Gibraltar, de la base americana de Morón y de paso para los que viajaban a Marruecos" también lo hizo una apuesta clave para que circularan por allí ciudadanos ingleses, suecos, alemanes o americanos. "Sectores de clase media alta que iban buscando algo alternativo".
"Esto no significa que se permitiera todo", aclara el antropólogo. "Se hacía la vista gorda por interés y para proyectar determinada imagen a nivel internacional. Estaba la Ley de vagos y maleantes y la de peligrosidad sexual, pero en Torremolinos se aplicaban solo en caso de escándalo público. Mientras lo que ocurriera fuera con discreción, no había problema; por eso la aparición de tantos apartamentos y hoteles". Además, como señala el Cáceres, justo al lado del Pasaje Begoña había una comisaría de policía: "El régimen estaba al tanto de lo que sucedía".
La gran redada franquista: el Stonewall español
La noche del 24 de junio de 1971 todo cambió: una gran redada policial tuvo lugar en el callejón y en varias calles aledañas. Unas 300 personas identificadas, 114 detenidos, que fueron trasladados a la Comisaría General de Málaga, y decenas de extranjeros que fueron deportados a sus países acusados de "atentar contra la moral y las buenas costumbres". Como recoge la Asociación Pasaje Begoña, la Ley de peligrosidad y rehabilitación social vigente entonces consideraba la homosexualidad delito y la castigaba con pena de prisión.
Un hecho histórico con poco eco en la prensa española franquista pero del que hoy conocemos más gracias a la prensa extranjera, escandalizada por la barbarie, y a la investigación conjunta de la Asociación Pasaje Begoña, la Universidad Pablo de Olavide y la Red LIESS (Red del Laboratorio Iberoamericano para el Estudio Sociohistórico de las Sexualidades). De esta forma y gracias a los más de 18 meses de entrevistas a testigos de los acontecimientos se ha podido reconstruir el relato.
Entre esos entrevistados, Ramón Cadenas, que el día en que la redada tuvo lugar apenas llevaba un mes con su bar, el Gogó, abierto. Lo había inaugurado a principios de junio y su posición muy cerca del Pasaje, pero no dentro, le dio margen de reacción cuando los grises acecharon. Rápidamente y en coordinación con otro camarero, cerraron a cal y canto la puerta del bar, quitaron la música y permanecieron quietos hasta que los tres autobuses con los detenidos que llevaban a Málaga desaparecieron. A Antonio César fue su elección estilística de esa noche lo que le salvó: llevaba una camisa blanca y uno de los camareros del local -cuyo nombre prefiere no revelar-, le dijo que se metiera tras la barra como si fuera uno más.
Ellos se salvaron de la redada pero ni el ambiente ni los bares se recuperaron del golpe. "A la semana siguiente fui a comisaría y pregunté si podía abrir mi bar. Me dijeron: 'sí, puedes abrir, pero en el momento que abras te lo van a cerrar", cuenta Ramón, que después de eso emigró a Alemania. Antonio, que menos de 24 horas después acudía a la misma comisaría malagueña en la que estaban los detenidos para entregar las fichas policiales de los clientes del hotel en el que trabajaba, tiene una imagen grabada en la memoria: "A través de una ventana vi a muchas de esas personas que había visto la noche anterior en Torremolinos en lo que ahora es el patio del Museo de Málaga (Palacio de la Aduana). La imagen que tuve fue como un flash, pensé".
La historia de por qué al régimen le dejó de interesar mantener ese reducto de libertad marketiniano y endureció su postura tiene varias versiones. José María Valcuende, también antropólogo social y coordinador de una investigación sobre turismo LGTBIQ+ en el caso español que se desarrolla en Cataluña, Madrid, Canarias y Andalucía, desgranaba en una entrevista publicada por la propia Universidad Pablo de Olavide (UPO) las posibles causas. La primera: "la creación de una nueva ley que sustituía a la de Vagos y Maleantes, la Ley de Peligrosidad Social, cuya finalidad era 'reinsertar' a los homosexuales". La segunda: el turismo deviene en turismo de masas, lo que da "mayor visibilidad al Pasaje Begoña", haciendo su existencia "más difícilmente justificable" y favoreciendo la proliferación de otros contextos turísticos. "Torremolinos deja de ser el centro emblemático" en favor de la construcción masiva de costas españolas. También tendría que ver, según apunta el investigador, "con el papel protagonista del gobernador civil de Málaga [Víctor Arroyo], al que no le hacía ninguna gracia el tipo de ambiente que se veía en el Pasaje Begoña".
Los disturbios acontecidos se comparan con los ocurridos en el Stonewall Inn de Nueva York, que tuvieron lugar prácticamente en las misma fecha pero dos años antes (el 28 de junio de 1969) y que se consideran el catalizador del movimiento activista LGTBI del país y pone fecha al Día del Orgullo. La coincidencia histórica ha llevado a un hermanamiento de ambas asociaciones que tuvo lugar en 2019 y a través del cual se apoyan en la lucha por el reconocimientos de los derechos LGTBI y su memoria.
Memoria LGTBI: la necesidad de espacios y referentes
Hermanamientos, reconocimiento y construcción de un relato conjunto que es a su vez el de un colectivo y que en el caso del Pasaje Begoña ha conseguido también el reconocimiento como Lugar de Memoria Histórica y Cuna de las Libertades y los Derechos de las personas LGTBI por parte del Parlamento Andaluz y del Congreso de los Diputados.
"En la Asociación, el objetivo era investigar este lugar por el que habían pasado familias reales, artistas o gente anónima y que, tras la redada del 71, se convirtió en un espacio marginal, con okupas, prostitución y drogas. No lo enfocamos en principio como que era un lugar importante para el colectivo LGTBI", explica Jorge M. Pérez, presidente de la Asociación Pasaje Begoña. "Pero después de estudiarlo entendemos por qué sí lo es y por qué Torremolinos es un lugar en el que la diversidad se vive y como colectivo nos sentimos cómodos". Pérez, desde la Asociación, trabaja para que el espacio, que se va reactivando económicamente de manera paulatina, se convierta en un punto de interés turístico visitable que recree los locales de entonces -ahora se puede realizar un free tour guiado por la zona y se dan charlas a centros educativos para concienciar contra la lgtbifobia-.
"Hasta que no se tiene conciencia de que hay otra persona igual que tú, no se constituye un colectivo con identidad", explica Rafael Cáceres. Para esa idea de colectividad e identificación son claves aquellos referentes que no son exclusivamente negativos y estos tienden a aparecer, según explica el antropólogo, una vez se ha dado con la protección legal y se consiguen derechos. "En la Transición el objetivo era derogar leyes franquistas y anti homosexuales. Cuando esa protección se tiene, la tendencia es ahondar en la memoria del pasado de gente que luchó, que se enfrentó a situaciones complejas y que aportó algo al país en esta materia".
Esto no significa que en el Torremolinos de los 60 existiera conciencia de la esta repercusión o siquiera de colectividad, subraya Cáceres. "Considerar en la actualidad Torremolinos como parte del patrimonio LGTBI español tiene que ver con una mirada actual. Se ha resignificado ahora, en su momento no podíamos hablar de ello porque no se usaban términos como LGTBI ni gay. Es cuando desaparece el Pasaje Begoña en el 71 cuando comienza a extenderse el término gay en España". Lo que había allí no eran bares de homosexuales, sino bares o espacios donde los homosexuales o personas con sexualidades disidentes encontraron refugio y una permisividad moral que no encontraban en otra zona del país".
The Blue Note, el piano bar de Pia Beck, pone como ejemplo el antropólogo, "no era un bar de lesbianas, sino un bar regentado por lesbianas y frecuentado por todo el mundo. Pero como las dueñas eran lesbianas, iban mucha lesbianas y visto desde la perspectiva actual es un precedente de la sociabilidad lésbica, pero entonces el movimiento no estaba organizado". Un sentir en el que coinciden los testigos de la época entrevistados: no había etiquetas o conciencia histórica, simplemente una sensación de libertad y no juicio.
Nostalgia del Torremolinos dorado en tiempos de crispación
No organizados pero sí con una actitud aperturista y reivindicativa que llega hasta hoy, y que se acentúa en estos tiempos crispados. "Por la noche el Pasaje era un escándalo. Se reunían extranjeros, personas de todas las lenguas razas y colores. Aquello era la Torre de Babel", recuerda Doris Alza. Llegó a Torremolinos con 24 años "hecha una hippie" y su imagen y sus habilidades con la mecanografía le valieron un puesto en el Hotel Riviera. En los bares, como en el Ye-Yé, recuerda, entre conciertos y temas de Los Brincos o los Pekenikes, los allí presentes modificaban las letras adaptándolas a su realidad diversa."Cuando sonaban Los Bravos cantábamos al unísono en el bar: 'los chicos con los chicos quieren bailar", cuenta desde Villamartín (Cádiz).
Ahora, como vicepresidenta de la Asociación Delta Sierra de Cádiz y como mujer trans, Doris reflexiona a sobre el momento actual. "Mientras en el mundo haya 22 países en los que por ser homosexuales se castigue a las personas y otros 11 en los que se les asesinan, tenemos que estar al pie del cañón desde el activismo y avanzando. Y esto de que ahora incluso el PSOE niegue que las mujeres trans somos mujeres… No vamos a retroceder ni un paso atrás", asegura tajante.
El recuerdo de aquellos tiempos de plena ebullición y experiencias únicas "que no se pueden explicar, solo vivir", como apunta Ramón Cadenas. Y la tristeza y frustración por la lgtbifobia que la ultraderecha reproduce en sus mensajes y acciones, consiguen que al mirar al Torremolinos dorado de la libertad -aunque vigilada- y la confluencia, aflore la nostalgia entre quienes lo experimentaron.
"Cuando llegué a Torremolinos primero de vacaciones en el 81 y después a vivir en el 83, aquí corrían ríos de gente por la calle, tanto personas del colectivo LGTBI como turistas en general", cuenta a Uppers Santiago Rubio, presidente de COLEGA Torremolinos. "Desde el 95, cuando entró en el Ayuntamiento como alcalde Pedro Fernández Montes (PP) -que ha estado 20 años en el poder-, esto ya no ha vuelto a ocurrir, se ha ocultado mucho durante este tiempo", opina Rubio.
En los 30 años que lleva como activista, la pelea ha sido constante: "Lucho por que Torremolinos siga siendo el referente que es; que no nos pisen el terreno. Este debería de ser un sitio en el que no tendríamos que reivindicar nada: decir que Torremolinos es un sitio en el que se acoge a las personas LGTBI no debería ser ninguna noticia", concluye.