Es difícil imaginar hoy a un abuelo sin su tablet o smartphone y sin su conexión a Internet, informándose puntualmente de lo que ocurre en el mundo, comunicándose a través de sus redes sociales y aprovechando sus aplicaciones para comprar, reservar o buscar pareja. Así es, a grandes rasgos, la generación actual de abuelos en España. Siguen tendencias en moda, deporte, cultura y ocio. Tienen mucha vida por delante y la quieren disfrutar de una manera activa y comprometida. La esperanza media de vida está en 83,6 años, frente a los 70 de sus abuelos.
Pero hay algo que sigue igual y no parece que vaya a cambiar a lo largo de la historia: son las personas que ceden el testigo a las generaciones futuras y lo hacen con clara vocación de criadores cooperativos. ¿Qué hacen exactamente? Según el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) -y en este orden-, ayudan emocionalmente a la familia, la mantienen unida, cuidan a sus miembros, ofrecen apoyo emocional, dan consejos, ayudan en el trabajo doméstico a los padres y transmiten la historia familiar. ¿No es fascinante?
Juzgan poco, dan mucho, forjan recuerdos inolvidables, encuentran recursos para todos y siempre tienen a mano el refrán más oportuno o el dicho popular más ingenioso. Como decía el escritor estadounidense Alex Haley, sueltan polvo de estrellas sobre la infancia. Para la ciencia, su figura resulta tan interesante que no deja de ofrecer detalles de por qué son así o por qué siguen viviendo mucho más allá de lo que biológicamente cabría esperar. Tomando el ejemplo de la hembra humana, cuya longevidad supera los 85 años, ¿qué razón hay para que sobreviva a su ciclo reproductivo unas cuantas décadas más?
Por si las respuestas que brinda la población en las encuestas del CIS no fuesen suficientemente esclarecedoras, diferentes estudios científicos corroboran que los abuelos aportan beneficios evolutivos a los nietos. De hecho, en las sociedades modernas, su compromiso con ellos se refleja en niños con mejores aptitudes académicas, sociales, conductuales y físicas.
En el caso de las abuelas, algo ocurre en su cerebro cuando ve por primera vez a un nieto. Un grupo de científicos de la Universidad de Emory ha escaneado ese efecto neuronal y la instantánea es asombrosa. Se activan las áreas asociadas con la empatía emocional. Si el bebé sonríe, ella siente alegría. Si llora, siente su dolor. Curiosamente, cuando se trata del hijo adulto, el área que se activa es la asociada con la empatía cognitiva, de manera que antes de sentir esa alegría o dolor, tratará de comprender por qué esta sintiendo como lo hace. Este mismo estudio concluyó que el disfrute como abuela es mayor que como madre.
El sistema de cuidado está grabado en nuestro cerebro al convertirnos en abuelos. Hay mucha neurociencia en torno al cerebro de los abuelos. En las culturas ancestrales, el abuelo era el jefe del clan por sabiduría, experiencia y conocimiento. Y desde que tenemos encuestas, se confirma que la relación entre nietos y abuelos es ventajosa para unos y otros, sobre todo en cuanto a salud mental y optimismo.
De acuerdo con un informe de Unicef, los mayores transmiten ciertas cualidades que les ayudan a ser buenos ciudadanos, como la empatía y habilidades comunicativas. Y para ellos, los nietos son una inyección de vida. Mejoran su ánimo, encuentran nuevas razones de vida y estimulan sus capacidades cognitivas.
Lo que sí ha hecho el abuelo ha sido evolucionar y dar respuesta a las circunstancias actuales de acuerdo con sus nuevas condiciones. Son más activos, mayores biológicamente, pero jóvenes en actitud. El cambio de milenio marcó un punto de inflexión. Los abuelos como colectivo tomaron fuerza y reivindicaron su papel activo en la sociedad, laboralmente, en muchos casos, y también como consumidores de estética, usuarios de las nuevas tecnologías, deportistas, viajeros o emprendedores. Abuelas como la actriz Demi Moore, que posó recientemente en bikini junto a su nieta, se ven a lo largo y ancho de nuestras playas y ciudades.
De manera que, además de seguir siendo una persona especial en lo emocional, han ganado independencia y su vida está llena de estímulos. Son parte importante en la economía española y a veces imprescindible dentro del sistema familiar. Con sus ahorros y planes de pensiones, se convierten en el principal sustento de muchas familias en situaciones de crisis y no dudan en ajustar sus cuentas para responder a las necesidades de los hijos y nietos.
La figura del abuelo es también decisiva en la conciliación de numerosos hogares y asumen su papel de cuidador de un modo muy activo. Más de la mitad cuida a sus nietos casi todos los días unas siete horas diarias. En general, los abuelos disfrutan de una buena calidad de vida cuando llegan a la jubilación y esto revierte en su disposición y en la naturaleza de esa ayuda que puede ofrecer. Por una parte, los nietos se aprovechan de esas cualidades que suele traer consigo la edad, como paciencia, ternura y experiencia. Por otra, la responsabilidad es mucho más relajada que cuando ejercieron de padres.
Según un estudio publicado por Evolution and Human Behavior, las personas que cuidan de sus nietos ocasionalmente viven cinco años más. Esta labor aumenta la esperanza de vida significativamente por encima de estar sano y activo. El matiz "ocasionalmente" es importante e implica que los abuelos han dejado de ser quienes llenan la nevera de tuppers para convertirse en personas con vida social propia, capacidad y energía para disfrutar de la vida que planificaron de cara a la jubilación y con derecho a reclamar su tiempo o sus propios cuidados cuando les llegue el momento.
Es la nueva cara de los abuelos que empiezan a despuntar. Han retrasado su edad de jubilación y el porcentaje de mujeres activas social y laboralmente es altísimo. Por tanto, el cuidado de los nietos ya no es una necesidad para sentirse útiles.
El escritor Franco Voli lo suscribe en 'El arte de ser abuelo', un libro que también insiste en la contribución educativa del abuelo: "Inspirada en valores auténticos, puede tener una relevancia considerable para el desarrollo personal y la riqueza de la socialización del niño".