Todas las ciudades del mundo cuentan don decenas, si no cientos de barberías diseminadas por sus calles en las que podemos tratar nuestra barba en profundidad para mejorar su aspecto. Es posible que en muchas de ellas hayas visto el mismo poste giratorio en la entrada. Tres colores: rojo, blanco y azul. Este signo distintivo nos permite distinguir estos locales frente a otros como las peluquerías corrientes o los supermercados.
Desde hace siglos, este poste vertical colorido a las puertas del lugar de trabajo de un barbero ha sido una señal universalmente reconocida que nos dice mucho más de lo que aparenta. En un principio, pueden parecer un mero elemento decorativo e instagrameable para espectadores modernos como nosotros, pero lo cierto es que tiene raíces arraigadas en la historia de la medicina y la cirugía, como tantos otros símbolos insertos en nuestro adn cultural. Todo el mundo reconoce una bandera blanca como una iniciativa de paz y rendición, de la misma forma que podemos identificar al instante una farmacia por el símbolo de la serpiente (el poder) y la copa de Higia (el remedio)
Para entender correctamente el origen de este elemento, hay que remontarse a la Edad Media en Europa. Durante este período, los barberos no sólo se encargaban de cortar el pelo y arreglar las barbas, sino que también realizaban procedimientos quirúrgicos menores. De hecho, eran conocidos como barberos-cirujanos y su trabajo incluía toda una variedad de procedimientos dolorosos: extraer dientes, practicar blanqueamientos dentales con los métodos de la época, arreglar huesos rotos y fracturas y practicar sangrías. El barbero era entonces ese hombre del renacimiento para todos los apaños médicos considerados menores. Un fontanero de la salud.
La sangría, por ejemplo, implicaba abrir una vena para "liberar" sangre impura. Era una práctica médica común desde la Edad Media. Solían hacerlas los monjes, asistidos en ocasiones por los propios barberos. Se creía que podía equilibrar los "humores" del cuerpo y curar una variedad de enfermedades como la peste o la leptra.
Dado que los médicos formales a menudo se consideraban demasiado cualificados (o eran demasiado caros) para realizar estas tareas, los barberos, con su habilidad con las cuchillas, cubrieron este nicho de mercado. También ayudó que el Papa Alejandro III prohibiera las sangrías en 1163 y los médicos, por su parte, se pusieran gallitos y las relegaran y la al catálogo de procedimientos indignos o simples para su categoría profesional.
En 1745, en Inglaterra, se estableció un acta que separaba a los cirujanos de los barberos, a los que a partir de ese momento solo se les permitió cortar el pelo, arreglar la barba y extraer dientes. Esta distinción pronto se reflejó en muchas otras partes del mundo. Aunque los barberos-cirujanos se desvanecieron progresivamente en la historia, los postes de barbería continuaron siendo una señal icónica de dónde se podía conseguir un corte de pelo o un afeitado.
Lo cierto es que los colores de este poste tan reconocible no dan puntada sin hilo. Cada uno representa un procedimiento que, en combinación con los otros, completa el significado del símbolo.
El rojo es la sangre, en referencia a las sangrías que durante tantos años se practicaron cuando las barberías servían para mucho más que para arreglar el pelo y la barba. El blanco nos habla de las vendas, para atar los brazos de los pacientes durante el procedimiento, y después, para cubrir y proteger las heridas. El azul, en muchos postes en América, es un poco más enigmático. Algunas fuentes dicen que representa las venas, mientras que otras sostienen que fue añadido simplemente para complementar y hacer el diseño tricolor más atractivo. En otras versiones, hace referencia a la bandera estadounidense, e incluso al palo que tenían que apretar los pacientes en el sillón reclinatorio para que se les marcaran las venas. En Europa, muchos postes de barbería tienen sólo rayas rojas y blancas, prescindiendo del azul.