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'Slow morning' o cómo mejorar tus mañanas para vivir con más calma

En un mundo donde las mañanas suelen ser sinónimo de prisas, caos y estrés, ha irrumpido con fuerza el concepto del slow morning, o "mañana lenta". Esta filosofía, cada vez más adoptada por quienes buscan un equilibrio entre productividad y bienestar, propone transformar nuestras primeras horas del día en un momento de tranquilidad y conexión personal. Más que una simple tendencia, el slow morning representa una respuesta al ritmo frenético que parece imponer la vida moderna, ofreciendo un modelo alternativo que prioriza la salud mental y física.

¿Qué es el slow morning?

El slow morning se basa en desacelerar el ritmo con el que solemos empezar el día. En lugar de levantarse en el último minuto y correr entre tareas, esta práctica invita a dedicar tiempo a actividades que nos conecten con nosotros mismos y nos preparen para afrontar la jornada con una actitud más relajada y positiva. Estas actividades pueden incluir desde estiramientos y meditación hasta disfrutar de un desayuno sin interrupciones tecnológicas. 

El propósito es simple: aprovechar las mañanas para establecer el tono del día, reduciendo el estrés y fomentando un estado mental claro y más centrado. Aunque esto pueda parecer un lujo reservado para aquellos que tienen una dosis extra de tiempo libre, lo cierto es que cualquier persona puede incorporar elementos del slow morning, con pequeñas modificaciones, a su rutina.

Beneficios de adoptar el slow morning

Implementar una rutina de mañana lenta no solo tiene un impacto en la calidad de las horas iniciales del día, sino que también ofrece beneficios a largo plazo. Uno de los más destacados es la reducción del estrés y la ansiedad. Comenzar el día de forma tranquila ayuda a disminuir los niveles de cortisol, la hormona del estrés, lo que contribuye a tener una sensación de calma generalizada.

Otro beneficio es el aumento de la productividad. Tomarse un momento para planificar el día y realizar actividades que motiven tras despertar puede traducirse en un mejor rendimiento en las tareas laborales o personales. Además, este espacio de calma matutina favorece la creatividad al permitir que la mente fluya sin interrupciones.

En términos sociales, adoptar el slow morning también puede mejorar las relaciones interpersonales. Comenzar el día sin tensiones reduce la probabilidad de trasladar nuestras frustraciones a las personas con las que interactuamos, fortaleciendo la comunicación y el entendimiento mutuo. Según Inés Ortiz, de InBLOOM, "una mañana estructurada con calma puede marcar la diferencia en el bienestar emocional a lo largo del día."

Y si todo esto no fuera suficiente, hay un punto más a favor del slow morning. Según Valeria Tenaglia, especialista en coaching educativo, esta práctica "no solo mejora el estado de ánimo y disminuye la ansiedad, sino que también contribuye a conciliar mejor el sueño por la noche", cerrando con ello un ciclo de descanso y preparación que refuerza el bienestar general.

Cómo implementar una rutina de slow morning

Incorporar el slow morning en nuestra vida no implica una revolución, sino ajustes graduales que transformen nuestra perspectiva sobre las mañanas. Un primer paso esencial es despertar un poco más temprano de lo habitual. Esto no significa restar horas de sueño, sino ajustar los horarios para evitar el estrés que genera la falta de tiempo.

Evitar los dispositivos electrónicos al despertar es otra recomendación importante a tener en cuenta. Revisar el teléfono o el correo electrónico inmediatamente después de levantarse puede generar un estado de ansiedad que contrasta con los principios del slow morning. En cambio, dedicar esos minutos a actividades que aporten placer y disfrute, como leer, meditar o hacer ejercicio suave, contribuye a iniciar el día con una mentalidad positiva.

Finalmente, dedicar unos minutos a planificar el día es una estrategia efectiva para reducir la incertidumbre y sentirse más en control. Establecer prioridades y visualizar los objetivos puede ayudar a enfrentar las tareas con mayor claridad y serenidad.

Adaptando el slow morning a la vida cotidiana

Aunque puede parecer que el slow morning requiere una gran cantidad de tiempo, es posible adaptarlo incluso a las rutinas más ocupadas. Por ejemplo, en lugar de dedicar una hora completa a actividades de relajación, se pueden incorporar microhábitos como respirar profundamente al despertar, beber un vaso de agua lentamente o simplemente disfrutar de unos minutos de silencio antes de comenzar el día.

Para quienes tienen horarios más flexibles, se puede optar por dedicar tiempo a un desayuno nutritivo, escribir un diario de gratitud o practicar yoga matutino como posibles formas de lo más poderosas para conectar con uno mismo y establecer un tono positivo para el resto de la jornada.