La dura vida del jockey de ‘turf’: "Pesamos 55 kilos y dejas de comer durante días para las carreras"
Los vemos con sus coloridas camisas montando excepcionales caballos, pero tras el glamur del hipódromo hay grandes sacrificios y privaciones
José Luis Martínez (51): "Entrenamos muchísimo más que la mayoría de profesionales de otros deportes. En verano, empezamos a las cinco y media de la mañana"
Óscar Ortiz de Urbina (49): “Después de tres días de ayuno cabría pensar que estás deseando hincharte, pero comes un poco y ya estás lleno”
"El caballo es el único animal que permite al humano subirse encima de él: fíjate si es noble", dice José Luis Martínez (51), uno de los jockeys más reconocidos de nuestro país. Y no le falta razón: incluso hay quienes, como él, se ganan la vida con un deporte, el turf, que se basa precisamente en ese consentimiento que otorgan los caballos a las personas. Es un deporte apasionante, en el que ambos animales (el racional y el otro) unen sus talentos para llegar los primeros a la meta. Es, también, una modalidad peculiar, pues los jockeys pueden prolongar sus carreras hasta bien entrada la madurez —no es raro encontrar jinetes de más de 50 en el paddock—, y al mismo tiempo, muy sacrificada. Si hay dos características comunes a la mayoría de jockeys son su corta estatura y su delgadez (como es lógico, cuanto menos pesen, más rápido correrá el caballo). La estatura no varía con los años, pero mantenerse por debajo de unos kilos establecidos les obliga en muchas ocasiones a dejar de comer.
Así se hace un jockey
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No había antecedentes ecuestres ni deportivos en la familia del madrileño José Luis Martínez cuando en 1983, recién terminada la EGB, se matriculó en la escuela del hipódromo de La Zarzuela (Madrid) tras verla anunciada en Televisión Española (sí, la televisión, por entonces, se hacía eco de lo que rodeaba a este deporte, e incluso retransmitía carreras en directo).
“Siempre me han gustado el deporte, la naturaleza, los animales… Pero realmente no había montado a caballo nunca. Fui a la escuela con mi abuelo, me inscribió…, y hasta ahora”. Ese “hasta ahora” incluye un nutrido palmarés de grandes triunfos (más de mil), razón por la que muchos lo apodan cariñosamente Magic Martínez. En 2016 recibió la Medalla de Oro al Mérito Deportivo. Cuando hablamos con él acaba de llegar a Francia, donde disputará varias carreras en distintas ciudades.
El vitoriano Óscar Ortiz de Urbina (49) es otro de los grandes jockeys españoles. Su trayectoria es imponente: es el único español que ha ganado una carrera del Grupo 1 (el máximo nivel del turf) en Ascot, Reino Unido; tras el cierre temporal de La Zarzuela en 1996, marchó a aquel país, donde se quedó (actualmente trabaja como entrenador para la cuadra más importante del mundo: Godolphin, con sede en Suffolk y propiedad de un jeque árabe). "Mi familia no tenía nada que ver con este mundo", nos cuenta.
“Siempre me han gustado mucho los animales y mi madre, que me ha apoyado mucho, se puso en contacto con la escuela de aprendices que había en Madrid. Recuerdo que quedamos con el profesor, que iba de camino a San Sebastián a ver carreras, en una rotonda de Vitoria. Me vio (con 14 años pesaba 40 kilos), consideró que podía valer para esto y conseguí una plaza. Con esa edad me mudé a Madrid y en la escuela aprendí todo”.
Sí, viven exclusivamente de ello
A pesar de que el turf es un deporte minoritario, todos los jockeys que vemos subidos a caballos, ataviados con coloridas camisas, son profesionales. Esto es posible porque cobran por varias vías. Para empezar, reciben un dinero por entrenar, ya que al mismo tiempo que ellos entrenan también entrenan a los caballos. Pueden entrenar tres o cuatro equinos al día. Ellos no son sus dueños, por lo que se les paga por hacer un servicio.
Con esa actividad pueden ganar 2.000 euros al mes. Lo que obtienen de la competición va aparte y en determindos casos puede superar ampliamente esa cantidad. Solo por participar en una carrera cobran entre 70 y 100 euros. Un domingo cualquiera, un jockey puede participar en cuatro, cinco o las seis carreras. De los premios por ganar o quedar en los cuatro primeros se les otorga un 10% (por ejemplo, de los 40.000 euros que en 2022 entrega al ganador el Gran Premio de Madrid, 4.000 son para el jockey). Por otra parte, una cuadra puede contratar a un jockey estrella para una sola carrera; incluso traído del extranjero. En esos casos, se le suele agasajar con un contrato de cuatro cifras, un billete en business y quizá un asiento VIP en el Santiago Bernabéu.
Pero como en cualquier otra disciplina, unos obtienen mayores ingresos que otros. "Ocurre como con los ciclistas", explica José Luis Martínez. "Contador y Induráin han ganado mucho dinero, pero hay otros que ganan 2.000 euros. Lo nuestro es lo mismo, con la diferencia de que tenemos la ventaja de que por entrenar, seas bueno, malo o regular, te pagan. No te levantas a las cuatro y media de la mañana para entrenar gratis.
Tienes un sueldo, y el extra es la competición". Óscar Ortiz: "Los buenos jockeys suelen tener contratos con cuadras, pero como no todos los caballos de una cuadra van a correr las seis carreras de una jornada, pueden ir también por libre. Todos los jockeys en España son autónomos".
Entrenamientos de madrugada y días sin comer
Sí, has leído bien: se levantan a las cuatro y media de la mañana para realizar sus entrenamientos que, en horario de verano, empiezan a las cinco y media y terminan a mediodía. "Entrenamos muchísimo más que la mayoría de profesionales de otros deportes", reivindica José Luis.
“Lo hacemos siete días a la semana. Competir, en España generalmente solo los domingos. En el extranjero he entrenado por la mañana y competido por la tarde. Son unas siete horas de entrenamiento, como una jornada laboral normal. Monto tres caballos al día; es el entrenador de la cuadra quien me los asigna. Es un deporte peculiar: hay que adaptarse a los horarios de los caballos, que son más deportistas que nosotros si cabe. También hay que madrugar por el calor, pero no me importa".
Casi peor que los madrugones es la tiranía de la báscula. El reglamento establece que los caballos corran con una carga de entre 48 y 61 kilos, incluidos montura, el jockey y su equipo. De ahí que ellos pesen, de media, unos 55 kilos. Y eso, a pesar de su constitución liviana, les aboca a muchas privaciones, a fin de no sobrepasar nunca los límites. "Es muy sacrificado —reconoce José Luis—, para unos más que para otros. He tenido mucha suerte, porque no soy de coger peso fácilmente. Procuro evitar sufrir por dejar de comer… No hay que esconderlo, porque es una verdad: tienes que dejar de comer durante días. Y eso afecta.
Tengo compañeros que lo pasan mal, porque es todo el año. Es muy duro. No es como el boxeo, donde te pesas, compites y después puedes ponerte hasta arriba de comer. Nosotros nos pesamos antes y después de la carrera. Si participas un día en seis carreras y vas justo de peso, te estás tirando seis carreras sin beber. Y sin comer, claro. Hay ciertas cosas que las tienes apartadas de tu vida. El alcohol…, apartado. Primero, porque es dañino, y, segundo, porque es de las cosas que más engordan. Lácteos y pan…, hay que controlarlos. Paso los entrenamientos con agua y café, porque no me siento a gusto montando con el estómago lleno. Hasta las dos, no ingiero nada".
"Me puedo tirar tres días sin comer", admite Óscar Ortiz. "Es muy psicológico: después de tres días de ayuno cabría pensar que estás deseando hincharte, pero comes un poco y ya estás lleno. Hay que saberlo llevar. Algunos lo llevamos mejor que otros. Siempre he sido flaco: mi media ha estado en los 53 kilos, con montura y vestido de jockey [mide 1,61 metros de estatura]. Nunca voy a pesar 70 kilos, pero hay otros que dejan de montar una temporada un enseguida alcanzan ese peso. Cuando empecé, había carreras de 44 kilos de carga, que ya no existen".
Lo que distingue a un jockey bueno del resto
Pero para convertirse en un gran jockey no basta con ser bajito y flaco. Desde el momento que compite en tándem con un animal, entran en juego muchas variables. "La diferencia entre el jockey bueno y el malo —apunta José Luis Martínez— estriba en que el primero no pierde con un caballo que tiene que ganar, y el malo, le hace perder. Salvando las distancias, es lo que sucede en la Fórmula 1: Hamilton este año tiene un coche del montón, pero cuando conducía uno bueno, cumplía con su papel de no perder.
Si le dan un coche bueno, para ganar, y pierde, es que es un mal piloto. Esto es aún más complejo, porque se trata de animales. La diferencia la marca el factor humano. Luego intervienen otros factores: el sentido del paso, el tacto, la sensibilidad, la inteligencia… Las carreras son muy tácticas. Todos somos iguales encima del caballo, pero cuando se abren los cajones se abre a su vez un abanico grandísimo de cualidades y posibilidades. A mí me gusta respetar las características del caballo y, al mismo tiempo, usar la cabeza; estudiar la carrera y ser impecable".
Óscar Ortiz describe así las cualidades que marcan la diferencia: “Un buen jockey debe saber estar siempre en el sitio correcto de la carrera y conocer cómo es el caballo que lleva. Cada caballo es diferente; por eso antes de cada carrera el entrenador te explica cómo es y cómo quiere que lo montes”.
¡Vayan al hipódromo!
Para el espectador, el turf ofrece mucho más que unas carreras y la opción de apostar. Es por ello que José Luis Martínez recomienda a quienes aún no ha visitado un hipódromo que lo hagan: "Es un deporte muy honesto: los caballos son el animal más bello y el que más ha ayudado al ser humano. Es un deporte limpio, que se practica en la naturaleza, al aire libre, para todos los públicos… No es para nada elitista: los únicos que son ricos son los dueños de los caballos. Es resto es deporte puro, limpio. Es un espectáculo muy familiar. Vienen muchísimas familias con niños, no se producen altercados, no es necesaria la presencia de policía… Y ver un caballo de carreras es una pasada. Cualquiera me parece bonito, sea bueno o malo".
Martínez destaca especialmente la limpieza de este deporte: "Ahora se habla mucho del VAR en el fútbol, pero existe en el turf desde que debuté en 1986. Hay unos comisarios que, cuando termina una carrera, dan el orden provisional de llegada. Cuando los caballos cruzan la meta, nunca dan un orden definitivo. ¿Por qué? Porque antes de darlo vuelven a repasar toda la carrera en vídeo para comprobar si se ha producido algún incidente; por ejemplo, si el ganador ha obstaculizado al segundo. A los entrenadores y los jockeys nos dan la oportunidad de reclamar contra otro participante: nos llaman a la sala de comisarios y vemos la carrera en un montón de cámaras. Y aun así, como en el fútbol, con el VAR a veces se equivocan. Sí, señor: cada uno lo ve desde su perspectiva. Y hay que aceptarlo".
Con las botas puestas
Como decíamos al principio, una de los rasgos que comparten muchos jockeys es la veteranía. Al contrario de lo que ocurre con los futbolistas y otros profesionales, ellos ni mucho menos cuelgan las botas a los 35; pueden seguir cabalgando hasta bien entrada la cincuentena. "Lo poco que pierdes físicamente con la edad, se multiplica con experiencia, sabiduría… Cuantos más caballos montas, más experiencia tienes, y eso es fundamental", explica José Luis Martínez. En su caso, ¿hasta cuándo piensa continuar galopando? "Mi retirada está cerca", concede. "Cuando empiezas, debes tener claro que un día abandonarás tu carrera deportiva. Este año estoy centrado en hacer una temporada bonita, y seguramente en diciembre ya podré contestar a la pregunta de: ¿sigo un año más o lo dejo? Pero ahora estoy centrado en el día a día, en el partido a partido".