De estrella a olvidado, cómo es la terapia cuando un deportista de elite se retira: "Soy un viejo de 40 años"
La retirada de futbolistas míticos, como Piqué y Casillas, lleva a pensar en otras despedidas de leyendas del fútbol. No todos tendrán la posibilidad de seguir vinculados al deporte que aman
Dejar el fútbol en torno a los 35 años es siempre un momento difícil en la vida de las personas que le han dedicado toda la vida, desde niños. No existe un protocolo de apoyo y más de un tercio sufre depresión
José Carrascosa, psicólogo deportivo, nos detalla la realidad a la que se enfrentan: invisibilidad, días vacíos, necesidad de adrenalina, incertidumbre y reajuste familiar y de pareja
"Yo sé que todos dicen lo mismo, que no se van a agrandar. El asunto es expresarlo y cumplirlo. Y yo lo voy a cumplir". Estas palabras las pronunció Maradona en 1977, inmediatamente después de su debut en la Selección Argentina. Nueve años después, ya era la mano de Dios. Y otros diez más tarde, suplicaba que le dejasen vivir su vida y reconocía: "Soy un hombre al que le cuesta mirarse en el espejo". El resto de la historia es archiconocida.
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Muchos tocan el cielo, pero ninguno se queda en él
El fútbol puede ser despiadado. Hasta el más grande se convierte en agua pasada cuando cuelga las botas. Sus triunfos, las pasiones que desataron, los enaltecimientos pasan a otros. Tocan el cielo, pero este tiene un espacio tan reducido que cuantos más entran en él a menos toca cada uno. Y la caída es dura.
"El final es lo más triste porque a todos nos entrenan para jugar, pero nadie nos prepara para el retiro. Algunos lo pueden expresar y otros lo canalizan por lugares donde no deben", confesó Matías Almeyda, exfutbolista y actual entrenador del AEK Atenas. Él entró en una depresión de la que le costó salir. Es algo de lo que ni siquiera se habla en los vestuarios. Viven su momento sin pensar en su temprana jubilación.
La transición, según José Carrascosa
Según la Federación Internacional de Futbolistas Profesionales (Fifpro), el 35% de los jugadores retirados sufre depresión u otros trastornos mentales y el 28% tiene problemas para conciliar el sueño. Quien conoce bien esta transición es José Carrascosa, psicólogo del Deporte y director de Saber Competir, que trabaja desde hace más de dos décadas con diferentes clubes de fútbol. Nos explica con detalle las circunstancias que confluyen después de la retirada.
Ellos no dejan el fútbol; el fútbol les aparta
Dejar el fútbol como actividad profesional en torno a los 35 años es siempre un momento difícil en la vida de las personas que han ejercido como futbolistas profesionales. Le han dedicado toda la vida, comenzaron a entrenar muy pronto, siendo niños. Sabían que un día se acabaría el fútbol, que tendrían que decir adiós a algo que han vivido en cuerpo y alma, pero todos temen que llegue ese momento. De hecho, más que dejar ellos el fútbol suele ser al revés. Es el fútbol el que les acaba apartando. Unos pocos lo dejan como leyendas, la mayoría pasan a ser exfutbolistas.
La retirada es abrupta
Es una crisis, pero no entendamos crisis de forma peyorativa, no le demos una connotación negativa. Crisis es ruptura, cambio radical. Algo se rompe, termina o deja de funcionar. Indudablemente, se trata de un cambio vital o personal. Tan grande que genera un volcán de emociones, vaciedad, incertidumbre, temor, nostalgia, rutina, aburrimiento… Incluso puede llevar en algunos casos a la aparición de trastornos en el estado de ánimo, como estados depresivos.
Van a los mismos sitios, pero su trato ya no es preferente
El fútbol hace que sus profesionales estén muy expuestos ante aficionados y opinión pública en general. El fútbol les otorga visibilidad, en muchos casos protagonismo, prestigio, reconocimiento, fama… De repente las luces se apagan, el teléfono deja de sonar, van a los mismos sitios, pero no son atendidos de forma preferente. Se vuelven invisibles.
Echan en falta la adrenalina, las emociones fuertes
Competición, goles, ganar o perder, aplausos o críticas, grandes alegrías o grandes decepciones… La vida del futbolista profesional es muy intensa a nivel emocional. Se habitúan a vivir con una dosis alta de adrenalina a la que se acostumbran. De repente, descubren lo aburrida que es la vida normal, según dicen ellos. Echan en falta esa adrenalina, incluso viven cierto mono o síndrome de abstinencia. La necesitan, pero ya no tienen cómo conseguirla o sentirla. De ahí que alguno pueda acabar metiéndose en problemas dada la atracción que les queda al riesgo y a las emociones fuertes.
Incertidumbre: apostaron su talento al balón
El exfutbolista ha sido un profesional que ha desarrollado una actividad profesional para la que tenía muchas condiciones o talento, le apasionaba, no era tanto un trabajo como un deporte o una pasión. "Era entrenar y jugar, no era trabajar", dicen. Entonces surge mucha incertidumbre. No saben qué hacer a nivel profesional, cómo orientar su vida. Pueden tener unos buenos ahorros, pero no tienen vida. Aunque muchos de ellos tienen formación académica, su talento era el fútbol y, por tanto, su autoconfianza es baja con respecto a otras posibles actividades profesionales.
Hay que llenar las horas
El futuro les abruma: qué hacer, de qué vivir, cómo llenar las horas del día en una actividad gratificante. En ocasiones se rodean de personas que les asesoran de forma interesada, hacen malas inversiones o abren negocios que no funcionan. No tienen a nadie que le acompañe en un proceso de orientación laboral.
Toca reajustar la relación de pareja y la convivencia familiar
El futbolista entrena, viaja, se concentra… Vive poco tiempo en casa. La pareja está acostumbrada a llevar la responsabilidad del día a día en la convivencia familiar con cierta autonomía. De repente, se queda en casa y vive mucho más tiempo en pareja o en familia. La convivencia es mayor, pero también los roces y los conflictos. Colgar las botas puede ser el desencadenante de problemas de pareja que acaban en la ruptura, separación o divorcio. Así pues, colgar las botas supone en la mayoría de los futbolistas profesionales una crisis personal en la que uno no entiende las emociones que le embargan. En ocasiones, son sus parejas, las que demandan ayuda psicológica para ellos.
Ni los clubes ni las instituciones cuidan a sus estrellas
Tienen aún toda la vida por delante, pero no saben cómo rellenarla. Pueden tener buenos ahorros, pero se encuentran con una vida vacía a la que no saben volverle a dar sentido. Los clubes y las instituciones se olvidan de sus antiguas estrellas, dejan que se apaguen sin más. Las asociaciones de exfutbolistas apoyan a aquellos que pueden encontrase en dificultades económicas, pero no hay un protocolo para apoyar o acompañar al futbolista cuando cuelga las botas. No sólo lo merecen por lo que han dado a sus clubes, lo necesitan como un mecanismo de prevención de su salud mental.
No es una retirada al uso
Muchos dirán que eso mismo les sucede a otros profesionales que cesan en un trabajo y han de reorientar su futuro profesional. No es lo mismo. La mayoría de los trabajadores de otros ámbitos profesionales han cambiado varias veces de trabajo, están más hechos a la sociedad del cambio, a la inestabilidad laboral. Muchos desempeñan diferentes trabajos a lo largo de su vida laboral. El futbolista termina a los 35 años una actividad que inició cuando apenas tenía 10 años. No es fácil colgar las botas, casi nunca es una liberación, sino más bien un adentrarse en algo nuevo y desconocido que provoca una crisis emocional grande.
El apoyo psicológico es necesario para dar sentido a su vida
Necesitan entender sus emociones, saberlas gestionar, reorientar su futuro profesional hacia actividades para las que tengan cualidades y les llenen, reorientar su relación de pareja, la convivencia familiar, sus relaciones sociales… Necesitan volver a encontrar sentido a su vida. El trabajo del psicólogo debe acompañar a la persona que deja el fútbol profesional durante el proceso que se produce hasta incorporarse a la realidad de la vida familiar, social y laboral. El trabajo del psicólogo debería formar parte de un protocolo de actuación previsto como un mecanismo de prevención de la salud mental.