De espalda, cervical, en el hombro, la rodilla... Probablemente en alguno de esos lugares sufras con frecuencia dolor. Una dolencia que unas veces está más aliviada mientras que en otras es necesario recurrir a un analgésico para calmar el dolor. ¿Y si la clave estuviese en cómo nos movemos a diario? Es decir, cómo nos movemos influye en nuestro dolor, en cómo nuestro cuerpo se adapta a esos dolores para sentirse mejor. De ello da todas las claves el osteópata Julien Lepretre en su libro 'Moverse sin dolor'.
¿La forma en la que nos movemos a diario tiene que ver con nuestro dolor?
Tomamos el ejemplo del esguince: todos lo hemos experimentado en algún momento. Te tuerces el tobillo caminando. No es algo grave, algunos tendones o ligamentos pueden estar inflamados. Pero se te va a pasar. Durante los primeros días te duele al caminar y resulta que terminas cojeando para evitar el dolor. Esta es una estrategia normal que te permite seguir caminando mientras te recuperas. Te duele al caminar normalmente, sin embargo, el problema no se deriva de tu forma de caminar. Tu cuerpo siempre busca adaptarse para que te sientas mejor.
Ahora ¿esto es algo bueno o malo?
Pues depende. Si estas adaptaciones duran unos días, está bien, probablemente una vez recuperado de tu esguince, tu cuerpo volverá a la normalidad. Pero ¿y si necesitas más tiempo para recuperarte? ¿Cómo semanas o meses? Pues se establecen desequilibrios musculares y tu postura cambia. Lo ideal es ser consciente de los cambios que está atravesando nuestro cuerpo para adaptarse y/o contrarrestar el dolor, y tratar de estudiar nuestros movimientos diarios para saber qué es normal y qué no lo es.
Dices que el dolor es opcional, ¿se puede vivir sin él?
Malas noticias: vamos a experimentar dolor a lo largo de nuestra vida, es una experiencia humana. Es más, es necesaria y es una ventaja evolutiva que nos permitió sobrevivir a comparación de otras especies. El dolor es una alarma que nos indica que algo está mal. Nos ofrece la posibilidad de protegernos del peligro o de evitarlo, de la misma manera que apartas la mano del fuego automáticamente. La buena noticia es que con unas buenas herramientas se puede aprender a usar esta información de la manera correcta.
El dolor es como la alarma en tu casa. Puedes intentar vivir con esta alarma y simplemente cubrir tus orejas cuando la oyes sonando; que es lo que hacemos cuando tomamos un medicamento, para que se nos pase el dolor, sin cambiar nada más. O puedes aprender a conocer tu casa y buscar las causas que hicieron saltar tu alarma. Lo que explico en mi libro es que no tienes que tomar el dolor como una fatalidad. No tienes que pensar que la única solución es tomar un analgésico y esperar para que se vaya tu dolor. Existen muchas cosas que puedes hacer para investigar la raíz de tu dolor e identificar estrategias que te permitan recuperarte.
¿Es posible moverse sin dolor?
Lo que es posible es aumentar lo que puedes hacer sin dolor: aumentar la amplitud de tus movimientos, la duración de tus esfuerzos, la fuerza de tus músculos para que puedas hacer más sin que aparezca el dolor. Tenemos 3 estrategias efectivas y complementarias que podemos adoptar para mejorar nuestra movilidad sin dolor:
¿Cómo sabemos qué tipo de movimiento es mejor para cada persona y sus dolores?
Hay algo muy interesante en los estudios que analizan el efecto de los ejercicios sobre el dolor y es que ningún ejercicio es más eficaz que otro, más bien todos funcionan un poco. La llave reside en la variedad de movimientos que hagas. No se necesita ser tan específico, ya que la eficacia del ejercicio depende de muchos factores diferentes. Por ejemplo, la contracción muscular estimula la secreción de antiinflamatorios naturales en el cuerpo, lo que ayudará a disminuir el dolor. Ahora, no significa que cualquier movimiento te ayudará a recuperarte. Lo importante es estimular las zonas más relevantes según los movimientos que provocan el dolor. Es decir: saber cuál es el tejido exacto que te duele no es tan importante como saber qué movimiento te produce dolor. Porque lo que queremos es mejorar tu función: tu movilidad, tu fuerza y tu tolerancia al dolor.
¿Qué dolores es más complicado evitar y acabar con ellos?
Les hablé de las 3 estrategias para mejorar nuestra movilidad sin dolor. Corregir las causas, disminuir el dolor y mejorar la función. Existen patologías cuyas causas no se pueden encontrar o no se pueden corregir (cáncer, patologías autoinmunes). En estos casos la medicina tradicional se enfoca en disminuir el dolor. Pero pocos médicos piensan en la tercera estrategia: mejorar la función. Ser capaz de conocer mejor los límites de nuestro cuerpo, aumentar la movilidad y hacernos más fuertes es mucho. Mi mensaje es que siempre se puede mejorar algo.
Hay gente que se mueve durante todo el día, pero sigue con dolor, ¿por qué?
No solo depende de la cantidad del movimiento, sino también de su calidad. Puedes tener un trabajo muy físico, pero, al mismo tiempo, tener partes de tu cuerpo sedentarias. Es el caso de un camarero que pasa todo el día caminando para atender a los clientes, pero siempre son los mismos músculos y las mismas zonas que se activan. Además, en el trabajo, suele ser el cuerpo que tiene que adaptarse a las diferentes intensidades del trabajo. Mientras, lo ideal es que sea la intensidad a adaptarse a nuestro cuerpo.
Muchos pasan muchas horas sentados, ¿cómo arreglarlo?
La evidencia científica nos indica que la clásica posición que muchos tenemos al estar delante del ordenador, por ejemplo, no influye tanto como se puede creer sobre el dolor de espalda. El problema real es el tiempo que pasamos sin movernos. De hecho, cambiar la postura en el trabajo no resulta muy eficaz. Lo que sí ofrece beneficios significativos es hacer pausas activas con frecuencia. Lo ideal sería mover cada parte del cuerpo, pero incluso solo caminar 1 o 2 minutos ya es muy efectivo. La frecuencia ideal parece ser cada 30 minutos. Pero, obviamente, depende de tu trabajo.