Juanma Trueba, amor por el ciclismo: "Con Perico me gradué en esperanzas y decepciones veraniegas"
El periodista repasa la apasionante historia del pedal bajo la estructura de un glosario sentimental en 'Diccionario de ciclismo'
"El ciclismo antiguo huele a mundo sin internet. A kioscos desaparecidos. A todos los Tours que no vimos en televisión"
"Sigue siendo el deporte más duro de cuantos existen. Cuando terminan una gran vuelta los ciclistas parecen salidos de un campo de concentración"
Pocos deportes acumulan más gestas, hazañas, tragedias, héroes y villanos que el ciclismo en sus más de 100 años de historia. Y, desde luego, pocos han servido de inspiración a tanta y tan buena literatura. Tal vez el boxeo. Curiosamente nunca ha sido un deporte cinematográfico, quizás porque ninguna película podría capturar la mezcla de agonía, épica y misticismo de una etapa de montaña en vivo. El periodista Juanma Trueba, uno de los mejores cronistas deportivos del país, sabe que las viejas batallas ya se han contado muchas veces ("Todo está escrito y bien escrito"), así que si iba a escribir otro libro de ciclismo tenía que aportar algo diferente.
De esa búsqueda de un ángulo inédito surge 'Diccionario de ciclismo. Un glosario sentimental' (geoPlaneta). "Me pareció que no tenía sentido ponerme a hacer variaciones sobre los mismos temas, así que se me ocurrió que el orden de conceptos que ofrece un diccionario, aunque sea sentimental, podía aportar una primera diferencia", nos cuenta Trueba. Pero el elemento diferencial lo encontró en unas viejas maletas que acumulaban polvo en un trastero. Contenían las decenas de revistas de ciclismo nacionales y extranjeras que había coleccionado durante décadas su padre, gran amante de este deporte. Ahí descubrió un tesoro documental que no se encuentra en internet y que serviría de perfecto combustible para su libro. A propósito del mismo aprovechamos para hablar con el periodista sobre el ciclismo de ayer y de hoy, y de cómo se ha transformado al mismo tiempo que ha cambiado la forma de verlo y disfrutarlo.
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El libro es, en esencia, una compilación de historias con apariencia de diccionario. ¿Cómo se te ocurrió esa idea estructural?
Me confieso un novato desordenado y prometo corregirme. Lo que tenía claro es que quería mezclar perfiles de ciclistas históricos con conceptos relacionados con el ciclismo, siempre desde un punto de vista personal y nada enciclopédico. Cuando era un niño, mi padre me contaba historias de viejos corredores y eso he intentado reproducir. También los sentimientos que provoca en mí el ciclismo, después de tantos años como seguidor y observador. En total son cien entradas, pero supongo que podrían haber sido el doble.
En el prólogo escribes que en aquellas revistas antiguas que atesoraba tu padre en el trastero encontraste el aroma del ciclismo antiguo. ¿A qué huele aquel ciclismo?
Huele a mundo sin internet. A kioscos desaparecidos. A todos los Tours que no vimos en televisión. Mi padre compraba revistas francesas sin hablar francés, y creo que no hay mayor demostración de amor al ciclismo. Con las fotos tenía bastante, y es verdad que los reportajes fotográficos eran espléndidos. Por fortuna, ahora basta un móvil para traducir todos esos textos nunca leídos. Y admito que descubrir algo que no está en internet provoca un placer muy singular.
Después de tantos años viendo ciclismo, ¿qué tres hazañas/ carreras/ etapas dirías que te marcaron más?
Tengo que empezar por Perico. En el Tour del 84 se cayó bajando el Joux Plane después de un ataque al líder, Laurent Fignon. Recuerdo que lo estaba viendo por televisión, aunque no paso por alto todos los añadidos que haya podido hacer mi imaginación. A la excitación que provocó su ataque siguió la incertidumbre: de pronto, Perico no aparecía en la imagen aérea, ¿dónde estaba? Cuando supe que se había caído me gradúe en el primer curso de esperanzas/decepciones veraniegas.
En el Tour del 87 me licencié, otra vez con Delgado como protagonista. Cuando atacó en La Plagne a Roche, mi padre gritó: “¡Demasiado pronto!”. Y los padres casi siempre tienen razón. Por citar una alegría mencionaré el campeonato del mundo de Valverde. No es frecuente, pero de tanto en cuanto se hace justicia en el deporte.
¿Cuál crees que fue la mejor década para enamorarse del ciclismo?
Cada década ha ofrecido buenas razones para el enamoramiento. El ciclismo de Coppi y Bartali era mágico porque todavía habitaba entre la epopeya y el mérito deportivo. La época de Merckx debió ser fascinante y no cuesta imaginar la emoción de los españoles con cada ataque de Ocaña o Fuente. Mi década son los ochenta y mi equipo es aquel Reynolds que debutó en el Tour del 83 y que nos cambió para siempre. Tengo para mí que nunca te enamoras tan en serio como a los quince años. La prueba es que esos amores duran siempre.
Enumera a los cuatro pentacampeones del Tour de mayor a menor admiración (por tu parte)
Merckx, Indurain, Hinault y Anquetil. Y ojo que los ordeno por méritos en el Tour, no por su talento como ciclistas o por su palmarés. Asumo todas las injusticias que debo estar cometiendo, pero yo también adoro las listas…
Los tres corredores que a ti más te han impresionado
Hinault, Indurain y Pogacar. Ni qué decir tiene que este último me sigue impresionando…
Los tres españoles que más te han emocionado
Perico, Indurain y Contador. Nótese que soy de esos aficionados, muy criticados por el panenkismo ciclista, que priorizan las grandes vueltas a las clásicas. Y nótese también mi remordimiento por no haber incluido a Valverde en esa lista.
Un corredor que consideres injustamente infravalorado en la historia de este deporte
Fignon hubiera merecido tres Tours y el Giro que le escamoteó Torriani a favor de Moser. Era un ciclista inmenso, aunque también fuera inmensamente antipático. Supongo que si naces guapo y en París estás predestinado a ser arrogante…
Escribes que “la legítima defensa de la salud de los corredores va en contra de la leyenda de su deporte”. ¿Ha perdido el ciclismo su épica?
Digamos que corre el riesgo de perderla. Es obvio que hay que reducir los riesgos de accidentes, eso está fuera de toda duda, especialmente cuando tenemos tan reciente la muerte de Gino Mader. Pero el ciclismo es lucha contra la naturaleza, y en esas batallas se han escrito algunas de sus páginas más gloriosas. La nieve del Gavia o el Bondone forma parte de la literatura ciclista, al igual que el calor extremo. Si el protocolo de seguridad por mal tiempo se convierte en una excusa para evitar sufrimientos a los corredores, estaremos perdidos, porque las hazañas y los padecimientos son inherentes al ciclismo y hasta diría que sirven para purgar sus pecados.
Con bicicletas cada vez más tecnológicas, los potenciómetros, las preparaciones medidas hasta el más nimio detalle y los kilometrajes cada vez más cortos, ¿sigue siendo el ciclismo el deporte más duro?
Sin duda. Al final, hay que dar pedales. Durante tres semanas en el caso de las grandes vueltas. Bajo el sol y bajo la lluvia. Rodeado de ciclistas que quieren lo mismo, desafiado por la naturaleza de la que hablamos antes. Dicho esto, lo que confirma que el ciclismo es el deporte más duro de cuantos existen es el aspecto de los ciclistas cuando terminan de una gran vuelta. Parecen salidos de un campo de concentración.
¿idealizamos en exceso el pasado en este deporte? ¿Etapas como las del Granon del Tour 2022 o la de la Planche de Belles Filles del Tour 2020 no están a la altura de las grandes gestas de siempre?
Hay algo de idealización, pero también mucho de verdad. No hay más que pensar en las carreteras de antes, en muchos casos y según las épocas caminos de piedras. O en las bicicletas, auténticos pianos de cola. O en la alimentación. En los viejos tiempos, ganar era un ejercicio de supervivencia. Tal y como yo lo veo, la gesta de antes y de ahora tiene en común el desafío a la lógica. No hay hazaña como el ataque lejano, aquel de Ocaña en Orcieres Merlette, o el de Merckx en Mourenx, o el de Froome en el Giro 2018, o las incontables galopadas de Coppi. Cuando algo así sucede el final es lo de menos. Lo importante es la sensación de que en ese instante puede estar ocurriendo algo eterno. Eso vale por mil tardes aburridas.
Tres cosas en las que era mejor el ciclismo del siglo XX y tres cosas en las que es superior el actual
El ciclismo del siglo XX era mejor porque era más espontáneo, más salvaje y porque casi todos los directores deportivos eran personajes de novela, no como ahora, tristes secundarios o ladinos gurús. El ciclismo actual es superior en todo lo que tiene que ver con tecnología y entrenamientos, por supuesto, pero también en la competitividad de enero a octubre, algo que debemos a agradecer a los genios del momento (Pogacar, Vingegaard, los Vans…).
¿Alguna vez se podrá subsanar todo el daño que le ha hecho el dopaje a este deporte?
No se trata de subsanar, en mi opinión. Las glorias y las miserias forman parte del ciclismo. También el dopaje. Siempre habrá alguien que quiera recuperarse antes o sufrir algo menos, o simplemente seguir pedaleando. La motivación parte muchas veces de médicos que dicen cuidar la salud del ciclista.
El problema es que un deporte como el ciclismo, tan al límite de la resistencia humana, está plagado de líneas rojas. Los que antes se entrenaban en altura ahora recurren a habitaciones de hipoxia, lo que nos acerca a la línea roja. Siempre es así. Sólo cabe esperar que, en contra de lo que suele ocurrir, el coche de la policía corra más que el de los ladrones.
A diferencia de otros campeones de los 90s y 200s como Ullrich, Riis o Rominger, Armstrong tiene su entrada en tu libro. ¿Al final es imposible obviarle a la hora de escribir la historia reciente de este deporte?
No se puede borrar a Armstrong de la historia del ciclismo, como no se pueden borrar las alusiones al dopaje. Además, no todo en Armstrong era mentira. Su victoria en el campeonato del mundo no lo fue. Ni su cáncer. Ni el ángel que le libró de caídas y enfermedades durante siete años seguidos. Fue mentira su negación del dopaje, repetida e insistente. Y peor aún fue su matonismo casi mafioso. Armstrong fue algo que tenía que ocurrir porque esa era la deriva, no olvidemos que nadie levantó la mano cuando fue desposeído de sus victorias.
¿Se puede mantener la ilusión por el ciclismo y al mismo tiempo cuestionarse la limpieza de la mayoría de los corredores?
¿Se puede querer a quien no te quiere o a quien no te quiere tanto? ¡Pues claro que se puede! La ilusión es personal e intransferible. Y sobre la presunción de inocencia tampoco conviene dudar. Esto es hermoso hasta que no se demuestre lo contrario, igual que le pasa al mundo. Y el día que se demuestre lo contrario, y después de la pertinente redención, prometo volver a ilusionarme como en 1983.