Samuel Sánchez (45) suele madrugar, es una costumbre que mantiene de su etapa como ciclista profesional. Nos atiende a las 8.30 de la mañana, a punto de partir hacia una concentración con la Samuel Sánchez-MMR Cycling Academy, un equipo ciclista que dirige con entusiasmo junto a Benjamín Noval, también ex ciclista profesional, en el que forman a chavales de 9 a 18 años y del que ya han salido cinco profesionales. “Es una obligación moral que tengo con el ciclismo”, explica.
Samu forma ciclistas fuera de casa porque a sus dos hijos, aunque les gusta la bici, les tira más el fútbol. El mayor, a punto de cumplir 22 años, llegó a las categorías inferiores del Real Oviedo, mientras que el pequeño, de 15, ha conseguido una beca en Inglaterra gracias a sus habilidades con el balón. Él, de chaval, se decidió por la bici aunque bien pudo ser la moto: “Crecí rodeado de motos y olor a gasolina. A los tres años ya montaba y aprendí antes a andar en moto que en bici”, rememora para Uppers.
El universo de las motos le llevó a ser un apasionado de la velocidad, algo que siempre mantuvo sobre dos ruedas y… sobre las tablas porque, si hay otro deporte que vuelve loco a Samu, ese es el esquí. Desde que se retiró hace ya seis años se ha dedicado a mejorar en esa otra gran pasión que cultivó de niño y en la que ahora compite en Máster, en la que llegó a ser tercero en la Copa de España Máster de esquí alpino en enero de 2022.
Vayamos paso a paso porque hoy es un día muy especial para Samu, ya que su medalla de oro de los Juegos Olímpicos de Pekín cumple 15 años.
Un momento inolvidable, ¿cómo recuerdas aquel 9 de agosto de 2008 en Pekín?
Con mucho cariño, aunque miro hacia atrás y pienso que no lo disfruté todo lo que pude allí porque tenía que estar pensando en la siguiente carrera, en el siguiente entrenamiento… El ciclismo no te permite disfrutar un éxito así como se merece. A la semana y media estaba compitiendo otra vez. La bici tiene esas particularidades y te tienes que cuidar al máximo. Me tenía que haber dicho a mí mismo: “Tío, para un poco y disfruta, que acabas de hacer historia”.
¿Y la carrera, el podio y ese momento único?
Fue extraño. Como se colapsó Pekín, casi no había público en la carrera. Recuerdo haber ganado el oro, estar en el podio y apenas ver gente abajo. Yo lloraba, miraba al cielo, tocaba la medalla, mis compañeros me animaban y gritaban, pero no había mucha más gente. Sin embargo, lo que son las cosas, mi mujer me decía que en España había una liada tremenda.
¿Se celebró más aquí que allí?
Seguro. Allí fue un poco frío todo hasta que llegué a la Villa Olímpica, con toda la delegación española queriendo ver la medalla. Era la primera de España y todos estaban pendientes. Pero recuerdo que tuvimos que ducharnos muy rápido porque nos esperaban los reyes en la Casa de España para un acto.
Salvo por la escasa celebración, vivir los Juegos debe ser increíble.
Lo recuerdo con mucho cariño. Desde que salimos de Madrid todo fue espectacular. Llevábamos al ‘dream team’ del ciclismo, la convivencia era buenísima entre los corredores pero también con los auxiliares y con todo el equipo. Hicimos excursiones al mercado de la seda, a Tiananmén y a mil sitios más. Fue como un sueño en el que además ganamos el oro. Los Juegos son algo distinto a todo. Ahora tomo perspectiva de aquel 9 de agosto y me doy cuenta de lo importante que fue porque ahora mismo no sé quién ganó el Tour hace 15 años, pero todo el mundo recuerda aquel oro olímpico. El paso de los años le da más magnitud a este tipo de logros.
Como dices, llevabais un ‘dream team’. Valverde, Freire, Contador, Sastre y tú. Complicado que no cayera alguna medalla.
Todo el mundo dice que fue el mejor equipo de la historia en una competición internacional. Además de ser un equipo de ensueño, el buen rollo que hubo lo hizo perfecto. El resultado fue el oro porque el equipo funcionó como un equipo, con Paco Antequera al frente. Yo sin ellos no habría podido hacer nada.
¿Cuál era el plan de carrera con cinco candidatos al oro?
Ese tipo de carreras son muy estratégicas. Teníamos 120 kilómetros llanos y luego siete vueltas a un circuito muy duro, así que la idea era meter a alguien en la escapada que se formara y ver cómo evolucionaba. Lo conseguimos con Sastre, que dijo que se ponía al servicio del equipo. Contador, que venía más corto de forma porque estaba preparando la Vuelta, dijo que se sacrificaba por Valverde, que era la baza número uno y tenía que estar pendiente siempre de Paolo Bettini, que era el anterior campeón olímpico. Yo era el tapado, la bala en la recámara con la que no contaba nadie, así que tenía vía libre para moverme a final de carrera y buscar la oportunidad. Sólo tenía que marcar al difunto Davide Rebellin. Y Óscar (Freire) era el elegido por si se llegaba al sprint, aunque era complicado por lo duro que era el circuito. De todos modos, se puso malo y se tuvo que retirar.
Y te tocó a ti…
Yo pillé el corte con Schleck y Rebellin, luego se unió Cancelara por atrás, pero ahí ya no me iba a ganar nadie. La estrategia había salido perfecta. De hecho, siempre decimos que Paco Antequera se dedicó sólo a jugar a la Play Station desde el coche porque todo iba saliendo perfecto, tal y como habíamos diseñado. Cuando tienes buenos ciclistas y están comprometidos, las cosas salen bien.
Pero hay que lidiar con cinco posibles candidatos al oro y que sólo pueda ganar uno…
Por supuesto. Yo tenía claro que sólo podíamos ganar si corríamos como un equipo y así fue. Gané yo pero también podía haber ganado Alejandro (Valverde), por ejemplo.
Hay una anécdota que explica muy bien lo unidos que estábamos. El ciclismo estaba considerado como deporte individual para el Comité Olímpico Español así que la dotación económica del oro, que era de 120.000 euros, me correspondía a mí. Sin embargo, en el ciclismo los premios que se ganan siempre se reparten entre los miembros del equipo, así que yo hablé con el Comité Olímpico y pedí que lo que me correspondía a mí se repartiese entre todo el equipo a partes iguales. A partir de esos Juegos, el ciclismo pasó a ser deporte de equipo y el premio que se consigue se reparte entre toda la selección.
Ese gesto no lo tiene cualquiera. Muy bien tenía que llevarse con el resto...
Alejandro Blanco, presidente del COE, siempre cuenta que fui yo el que cambió esa historia. Ese detalle de compartir el premio me supuso posteriormente el Premio Nacional de Deporte Infanta Elena.
¿A qué se podría equiparar en ciclismo un oro olímpico?
Muchas veces me preguntan por qué carrera lo cambiaría y siempre respondo que por ninguna. Lo tengo clarísimo. El oro olímpico va más allá de tu propio deporte, trasciende a todo, traspasas las barreras del deporte y pasas a las de la sociedad. Para que un ciclista salga en las revistas del corazón tiene que haber conseguido algo muy gordo… ¡Y yo salí en una revista del corazón! Y no solo eso, yo fui portada de todos los periódicos y telediarios. Era una noticia que fue más allá del propio deporte. Eso no te lo da un Tour o una Vuelta.
Dejemos atrás el oro e incluso la etapa profesional. ¿Qué es lo que más echas de menos desde que te has retirado?
Lo que tengo claro que no echo de menos es meterme en un pelotón con 150 ‘miuras’, que llueva, que haga frío y tener que hacer una etapa de la Vuelta, del Giro o del Tour y otra al día siguiente, y otra al siguiente y otra al siguiente… Eso parece el día de la marmota. Lo que sí echo de menos son los viajes con mis compañeros, el ambiente, ir a sitios exóticos a competir, las concentraciones, las rutinas…
¿No echas de menos la competición ni cuando lo ves por la tele?
No, porque sé lo que es estar ahí y cómo estoy ahora. Lo echaría de menos con las piernas de Pogaçar o de Vingegaard, que arrancan y se van solos. Pero yo me fijo también en los 150 que van detrás, echando babas, muertos, y al día siguiente se tienen que volver a subir a la bici. El ciclismo es un deporte muy físico pero también muy psicológico. Estás sometido a un estrés enorme, te estás jugando la vida y la cabeza es el 90%. Si no te funciona la cabeza, por muchas cualidades físicas que tengas, no vas a poder desarrollarlas bien encima de la bici.
También es un deporte muy ingrato y peligroso. Incluso ha habido protestas después del desgraciado accidente de Gino Mader.
Sí, es cierto. No sólo tienes que estar bien sino que además hay factores externos que no puedes controlar como el tiempo, las caídas de los demás o el terreno. Lo de Mader fue una fatalidad. Si me dices que en cada carrera pasa algo así, pues entonces sí sería preocupante. Pero eso fue una fatalidad. Obviamente, hay que mejorar la seguridad en carrera, con más gente de apoyo y mejor señalización, pero el ciclismo es un deporte de riesgo y eso hay que tenerlo claro.
Los ciclistas jóvenes me dicen que nunca piensan que se pueden caer y que les puede pasar algo y yo les digo que lo empezarán a pensar cuando pasen los 30. Cuando te haces veterano empiezas a ser más consciente y empiezas a pensar que te puedes caer y te puedes matar. Entonces arriesgas sólo cuando es necesario, mientras que años atrás lo hacías incluso sin querer. Con veintitantos iba al límite pero tranquilo, pero cuando ya nacieron mis hijos y me hice más veterano, empecé a tocar más la maneta del freno.
Aun así, tú bajabas 'como los ángeles'.
Hace años hicieron una encuesta que me daba como el mejor bajador de todos los tiempos. Quizá se me recuerde como escalador porque gané la clasificación de la montaña en el Tour, pero bajar siempre se me dio bien. Bajar es un arte. El gran bajador, nace, no se hace. Donde las otras personas tienen miedo, tú no.
¿Todo esto que me cuenta se lo cuenta también a los chicos de la Samuel Sánchez-MMR Cycling Academy que dirige?
Las nuevas generaciones no tienen nada que ver con mi época de niño. Las redes sociales, los móviles y todo eso lo han cambiado todo. Ellos son grandes consumidores de ese tipo de plataformas y ven tutoriales, vídeos y tienen todo tipo de información, más incluso de la que yo les puedo dar. Siempre digo que yo soy lo que soy gracias a la bicicleta, que me ha dado conocimientos y experiencias que no se ven en tutoriales ni se leen en los libros. Mi manera de devolver al deporte lo que me dio a mí es transmitiendo todo esto a los chicos del deporte base, que es muy ingrato aunque te devuelve muchas satisfacciones a nivel humano.
Si es complicado sostener los equipos base en otros deportes, ¿en ciclismo incluso más?
Sin duda. Aquí no hay derechos de formación y es todo capital privado así que no es fácil darles buen material o salir fuera de España a correr. Cuesta mucho sostener un equipo en España, pero ahí estoy junto a Benjamín Noval. Yo me veía moralmente obligado a formar una academia para no irme a mi casa o a la tumba con todo lo que me dio el ciclismo: valores, constancia, determinación, educación… Todo eso me lo dio la bici, no los estudios, que me aportaron otras cosas también muy importantes.
La mayoría de los miembros de la academia no van a llegar a profesionales, pero confío en que salgan siendo mejores personas con todo lo que les estamos transmitiendo y por lo que van a vivir encima de la bici, que es extrapolable al día a día en tu trabajo, en tu matrimonio o en tus estudios. Nuestra misión es trasladar experiencia a chavales que buscan un sueño.
Y cuando no estás con la Academia tampoco te apartas de la bici, ya sea corriendo, comentando... Has corrido la Quebrantahuesos, también has probado el gravel, has sido comentarista del Tour y lo será de la Vuelta…
Sí, gracias a mis chicos de ImagoSport, que me ayudan a poner orden en todos mis líos, voy participando en todo este tipo de eventos y vamos generando sinergias con empresas que se acercan al mundo del deporte. Por ejemplo, soy embajador de la marca MMR, que son bicicletas totalmente españolas, de una marca de cascos… Y en invierno, al esquí.
Ahí quería yo ir a parar. Es tu otra gran pasión.
Sin duda. Es un deporte que me encanta desde siempre y descubrí la competición hace tres años. Un deportista, cuando lo deja, necesita sentir la adrenalina y yo la encontré en el esquí. Compito en Máster, la categoría que yo llamo de jubilados, pero me encanta.
¿Esquiaba ya de niño?
Sí, de siempre, pero con 18 años pasé a profesional en el ciclismo y tuve que dejarlo. Cuando me retiré volví a esquiar y a disfrutar al máximo. Siempre que puedo subo a San Isidro, a Pajares o me voy al Valle de Arán y esquío todo lo que puedo.
¿Ha probado también fuera de España?
¡Claro! He estado, por ejemplo, dos veces haciendo heliesquí en Revelstoke, Canadá. La última vez fue el año de la pandemia, que estuve dos semanas allí. Tengo muchas ganas de volver porque aquello es espectacular.
¡Veo que te apasiona tanto como la bici o más!
La verdad es que me alucina. Tengo para prepararme mi propio material en casa, para afilar los cantos de las tablas, para encerarlas… todo. Gracias a Salomon tengo como 15 pares de esquí y unos cuantos de botas también. Me gusta utilizar cada uno según esté el tiempo, la nieve o cómo me apetezca esquiar ese día.
Si ahora un día cualquiera de enero sale bueno, ¿se calza los esquís o se sube a la bici?
Ahora, sin duda, me pongo los esquís y a darlo todo. Es un deporte que me llena y con el que disfruto al máximo. Pero también es compatible con terminar y salir con la bici porque además, por ejemplo en el Valle de Arán, hay lugares increíbles para descubrir.
¿Podemos decir entonces que los esquís para el invierno y la bicicleta para el verano?
Cuando dejé la bici y vi que me enganchaba al esquí decidí hacer todos los cursos para mejorar mi nivel al máximo e incluso para poder enseñar a otros. Me saqué el TD1 y el TD2 (cursos con los que Samuel podría dar clase incluso a esquiadores que aspiren a profesionales).
Y claro, como me decías antes, también te pica el gusanillo de la competición.
Eso siempre. Me encanta competir aunque sea de otra manera. Ponerte un dorsal siempre es especial y hacerlo en las pistas de esquí es siempre bonito.
¿Se pasa más miedo con la bici o con los esquís?
Quizá con los esquís. Cuando te gusta y lo controlas puedes llegar a ir muy rápido y ahí no hay maneta de freno. Pero los dos deportes te generan una adrenalina que te engancha y no piensas en el miedo ni en caerte.
En definitiva, ya has cumplido los 45, hace seis que colgaste la bici, pero no paras. Cualquier que te siga en redes podría pensar que sigues en activo.
¡Ni mucho menos! El motor ya no pasa la ITV. Trato de tener una vida ordenada, hacer deporte y tener ilusiones. La bici no es sólo un deporte sino un estilo de vida que te da muchas herramientas para el día a día. El esquí es otro deporte que me encanta y con el que disfruto al máximo.