Se cumplen por estas fechas nada menos que 50 años de uno de los grandes culebrones del verano futbolístico español. Los más jóvenes ven ahora cómo la posible llegada (o no) de Mbappé al Real Madrid lleva acaparando portadas y horas de televisión durante meses, pero esto no es nada nuevo en el mundo del balompié. Echen si no un vistazo a las portadas de los diarios deportivos del 15 de agosto del 73 (el 14 fue martes y no se publicaban periódicos deportivos en aquel entonces) y verán cómo se anunciaba que el Barcelona y el Ajax habían alcanzado un acuerdo para el traspaso de Johan Cruyff, el mejor futbolista del mundo en ese momento, a la entidad azulgrana.
Aunque los aficionados pudieron leer los pormenores el 15 de agosto, el apretón de manos para que Cruyff jugara en el Camp Nou y, tal y como el tiempo ha demostrado, revolucionara por completo al Barcelona, se alcanzó dos días antes. No sin esfuerzo, ya que el habilidoso jugador holandés era el cromo más deseado por todos y tuvo que pelear durante meses para terminar firmando por el Barça.
Si el guión de la ‘operación Mpbappé’ les está pareciendo surrealista viendo cómo un fichaje que parecía cerrado hace un año se enquista hasta el punto de obligar a intervenir incluso al presidente Macron o de afectar a la política internacional por el interés de Qatar en que el futbolista permaneciera al menos hasta el desarrollo del Mundial en el PSG y que ahora se resuelve por vía postal con un entrenador recién llegado pero que ha pensado ya en la dimisión… piensen que hace 50 años esto ya pasaba.
Para que Cruyff terminara en el Barcelona el verano del 73 tuvo que amenazar con colgar las botas, primero, y con no disputar el Mundial del 74, después. La primera amenaza iba dirigida a su club, el Ajax, que había negociado a sus espaldas con el Real Madrid, algo que, obviamente, no gustó nada al protagonista, quien desde entonces no contempló otra opción que no fuera lucir de azulgrana. La segunda porfía tuvo como destinataria la Federación Holandesa, organismo que trató de frenar la salida de Johan rumbo a España para no perder a su mejor activo sobre el césped. Desde los despachos se intentó retrasar la operación al menos hasta el mes de diciembre, pero 'El Flaco', bueno era él, logró desbloquearlo aunque le costara meses hacerlo. Finalmente debutó el 28 octubre contra el Granada y firmó un doblete.
El de Cruyff fue uno de los primeros culebrones veraniegos de nuestro fútbol, pero ni mucho menos el único. No es algo que suceda cada año, pero sí que es una figura que se repite insistentemente en cada mercado.
Avancemos unos cuantos años desde aquel verano del 73 y ubiquémonos en el del 82, momento en el que Diego Armando Maradona aterriza en el Barcelona después de ¡cinco años! de negociaciones. Si Cruyff había recalado en el Barça siendo el mejor de su tiempo, 'El Pelusa' lo haría para convertirse en el mejor del suyo. 1.200 millones de pesetas tuvieron la culpa, pero para alcanzar aquel acuerdo, Josep María Minguella tuvo que sudar tinta.
El propio Minguella explica que tuvo que negociar incluso con ministros para que Diego terminara viniendo a España, ya que no querían que saliera de Argentina hasta después del Mundial 82.
Pero aquella reunión en uno de los lugares donde se llevaba a desaparecidos de la dictadura no fue la más dura entre las que tuvieron lugar para cerrar la operación. El momento álgido de las conversaciones llegó cuando Domingo Tesone, segundo presidente de Argentinos Juniors, hizo descansar sobre la mesa en la que discutía con Minguella la pistola que llevaba bajo la chaqueta. Después de ese gesto tan sutil el acuerdo se cerró, aunque entendemos que con algún que otro beneficio extra para el club argentino y no sin volver a estar a punto de romperse una vez más.
Los 80, cierto es, fue una época dura para el fútbol español, ya que los grandes jugadores se decantaban por la liga italiana, entonces con mucho más prestigio y presupuesto. Así, nombres como Michel Platini o Ian Rush firmaron por la Juventus, Rummenigge por el Inter, Gullit y Van Basten por el Milan o el propio Maradona, tras pasar por la Ciudad Condal, por el Nápoles.
Los veranos de mercado en la década de los 90 en nuestro fútbol estuvieron marcados por las cláusulas de rescisión y, por tanto, por los correspondientes ‘clausulazos’. Se llevaron a cabo varios durante esta época, pero dos llamaron la atención por encima del resto. Primero, el de Predrag Mijatovic, que dio con sus huesos en el Real Madrid procedente del Valencia tras el pago por parte del club blanco de los 1.486 millones de pesetas que costaba la libertad del montenegrino allá por 1996.
Aquella operación, cierto es, se cocinó a fuego lento durante meses. Tanto es así que la puñalada por la espalda que Pregrag y el Madrid habían llevado asestado al Valencia y al valencianismo todavía escuece en Mestalla, donde desde entonces se recibe de uñas a los del Bernabéu.
Totalmente diferente fue el ‘clausulazo’ del Barça al Dépor para dejarle sin Rivaldo el último día de mercado en 1997. Aquella operación se fraguó en cuestión de horas, con nocturnidad y alevosía, pues Van Gaal y Núñez, por entonces entrenador y presidente del Barça, decidieron fichar al brasileño para lograr un triple objetivo que pasaba por reforzar su equipo con uno de los mejores jugadores del campeonato, debilitar a un rival directo como era el Superdepor y dejar sin margen de maniobra tanto a los gallegos como al resto de equipos ante una operación de tal magnitud completada sobre la bocina. 4.000 millones de pesetas desembolsaron los azulgranas para terminar conquistando una liga y ganándose la enemistad eterna de Riazor.
Ya en el presente siglo llegó la época en la que los culebrones veraniegos fueron copados por los galácticos. El primero, también con cláusula de por medio, fue Luis Figo, quien aterrizó en el Real Madrid de la mano de Florentino Pérez. El portugués fue la baza electoral de un Florentino que luchaba nada menos que frente a la gestión de Lorenzo Sanz y sus dos recientes Copas de Europa.
El todavía presidente del Real Madrid anunció por activa y por pasiva que si ganaba las elecciones vestiría a Figo de blanco, pero lo cierto es que tuvo que sudar de lo lindo para terminar de convencer al jugador una vez las urnas le dieron como ganador. Tras unas maratonianas reuniones en Portugal, con un ex jugador como Futre como pieza clave de la operación, Florentino consiguió el sí definitivo de un Figo que le terminó costando 10.600 millones de pesetas pero que, a la postre, fue todo un chollo para la entidad de Chamartín.
El luso dio el pistoletazo de salida para que un año después fuera Zidane el que se enfundara la blanca, dos más tarde Ronaldo y, en 2003, David Beckham. Cada uno con su historia particular, sus polémicas, sus verdades y sus mentiras. Sirva como ejemplo de esto último el famoso ‘never, never, never’ de Florentino antes de firmar al inglés por 25 millones de euros procedente del Manchester United. Con la operación, además, el presidente madridista evitó que el conjunto mancuniano cerrara el traspaso que había negociado con el Barcelona a espaldas del jugador.
Mismo origen y destino tuvo el protagonista del gran fichaje del verano de 2009. Cristiano Ronaldo voló de Manchester a Madrid previo pago de 96 millones de euros y tras más de tres años de flirteos. Incluso los propios implicados llegaron a reconocer intereses y reuniones. Cristiano, cuando aún jugaba en Old Trafford, llegó a decir en 2007 que Ferguson le había prohibido hablar sobre el Real Madrid aunque era consciente de que le querían contratar. Dos años más tarde, y tras dejar atrás incluso una denuncia formal del United al Madrid ante la FIFA por su acercamiento al jugador, Cristiano llenó el Bernabéu en una presentación que pasará a la historia.
Y si alguien sabe de culebrones con todo tipo de aderezos, ése es Neymar, cuya llegada al Barcelona procedente del Santos se certificó en 2013, si bien aquel fue un negocio del que se estuvo hablando desde al menos dos años antes, ya que el brasileño era pretendido también por el Real Madrid. Su caso, de hecho, desató una guerra que llegó hasta la Audiencia Nacional y que le llegó a costar la cárcel a Sandro Rosell, presidente azulgrana por aquel entonces.
El culebrón Neymar llevó al banquillo al propio Ney, a su padre, a Rosell, a Bartomeu e incluso a varios dirigentes del Santos. Entre las acusaciones que unos y otros recibían estaban la de estafa, fraude fiscal o corrupción. Una década después, nadie sabe cuánto costó realmente un jugador que abandonó el Camp Nou en 2017 rumbo a París y que ahora suspira por volver aunque con poco éxito.
Para terminar pondremos sobre la mesa un estilo completamente diferente de plantear su particular culebrón del verano futbolístico. El protagonista: Antoine Griezmann. El francés era, allá por 2018, la máxima estrella del Atlético de Madrid, lo que le había llevado directamente a la agenda del Barcelona, club con el que había flirteado durante toda la campaña, algo que por supuesto había trascendido a los medios de comunicación. Sin embargo, los cantos de sirena procedentes de la Ciudad Condal no llegaron a convencer a Antoine, que anunció que seguiría de rojiblanco a través de un documental (‘La decisión’) con el que consiguió cabrear más a la afición del club en el que se quedaba que a la del que no iba.
Aquel vídeo, que vio la luz en junio del 18, supuso el principio del fin de la carrera de Grizi en el Atlético. No en vano, un año después sí que firmó por el Barça. Pero como todo buen culebrón, al guión le faltaba una vuelta de tuerca más, ya que ni el futbolista ni su familia llegaron a encontrar su sitio en Barcelona, lo que derivó en un retorno con la cabeza gacha al Metropolitano. Allí le costó volver a ganarse el respeto de la afición rojiblanca, aunque a base de gestos cómplices… y de goles, Griezmann ha vuelto a ser adorado en el Atlético, del que ahora es santo y seña. ¿Pasará lo mismo con Mbappé en el Real Madrid? Veremos, uno nunca sabe lo que puede dar de sí un culebrón.