Zlatan Ibrahimovic, más allá del fútbol: su difícil infancia y su camino a la gloria
En el campo se le conoce como una máquina de hacer goles, mientras que fuera de ellas es una persona controvertida
El sueco tuvo una difícil niñez, con problemas hogareños, y una exigente inserción en el ambiente profesional
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La vida de Zlatan Ibrahimovic fue y es de película, debido a que sus primeros años no resultaron para nada sencillos a causa del temprano divorcio de sus padres, la adicción al alcohol de su progenitor, su falta de interés en el fútbol durante su adolescencia y su fuerte personalidad para disputar cada partido como si fuera el último.
Detrás de este futbolista que se muestra egocéntrico y arrogante delante de las cámaras se esconde una persona humilde que sufrió en silencio durante gran parte de su infancia, como él mismo lo reconoció en una entrevista con el periódico italiano Corriere della Sera.
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Ibrahimovic nació el 3 de octubre de 1981 en Rosegard, un pueblo pequeño de Malmö, Suecia, de padre bosnio y madre croata que no estaban felizmente casados, que se separaron cuando el sueco apenas tenía dos años a causa de los serios problemas de adicción al alcohol de su padre Sefik. Su lucha por salir adelante en la vida ha sido ardua desde el minuto uno en el que nació. “Fui un niño que siempre ha sufrido”, reveló Zlatan Ibrahimovic sobre sus inicios. “Nada más nacer, la enfermera me dejó caer desde un metro de altura. Sufrí toda mi vida”.
Una infancia muy complicada
Fue víctima de bullyng durante su etapa escolar. “En la escuela yo era el diferente: los demás eran rubios de ojos claros y nariz fina, yo moreno, con nariz grande. Hablaba de manera diferente a ellos, me movía de manera diferente a ellos. Los padres de mis compañeros de clase solicitaron que me expulsaran. Siempre me han odiado”, contó. Al mismo tiempo, habló de sus orígenes: “Soy sueco, pero también soy una mezcla: mi madre es croata y católica, mi padre es bosnio y musulmán”, asegura el jugador en su autobiografía “Adrenalina”.
Con la pobreza sobre sus hombros durante su niñez, el escandinavo vivió en un peligroso complejo de viviendas en el centro de Malmö, la tercera ciudad más grande de Suecia, y entre la casa de su padre y su madre, nunca estuvo más de un año conviviendo con uno de ellos.
Las dificultades económicas de la familia Ibrahimovic resultó en falta de alimentos en la nevera de la casa, por lo que el pequeño Zlatan iba al colegio básicamente para comer. Si la comida era la razón principal por la cual el europeo asistía a clases, el estudio siempre pasó a segundo plano. Por eso mismo la escuela le puso una profesora particular, a la que, en una ocasión, el sueco, le tiró la pelota a la cabeza.
Esa acción le demostró a ella que sus intentos eran en vanos y renunció a seguir enseñándole. Gracias a esta decisión final, Zlatan ganó por partida doble: nunca más fue al colegio y se dio cuenta que, con un balón en los pies, podía hacer que ese mundo frío y cruel se doblegara a su voluntad. Hasta los 17 años, no salió del gueto de Malmö en el que vivía, momento en el que se fue al centro. “Sólo entonces descubrí a los suecos como los imagina: rubios, libres. En el gueto, las chicas llevaban el pelo corto y velos”
La muerte de sus hermanos
Este, sin embargo, no fue el episodio que más marcó a Ibra en su infancia, ya que también tuvo que vivir momentos difíciles durante la guerra de Yugoslavia: “Mi padre sufría mucho. Todos los días llegaban noticias de la muerte de un conocido. Él trató de mantenerme a salvo, siempre trató de protegerme”.
“Cuando mi hermana murió en Suecia, no me dejó ir a la morgue. Sin embargo, cuando mi hermano Sapko murió de leucemia, yo fui. Mi hermano me esperaba y dejó de respirar frente a mí. Lo enterramos con el rito musulmán. Papá no derramó una lágrima. Al día siguiente fui al cementerio y lloré desde la mañana hasta la noche, solo”, recordó el jugador durante la presentación de su libro.
A pesar de los momentos complicados que tuvo que atravesar, el delantero sueco reconoció que todo ello lo hizo más fuerte: “Aprendí a transformar el sufrimiento e incluso el odio, en fuerza, en gasolina. Si soy feliz juego bien, pero si estoy enojado, herido, o con dolor… ¡Juego mejor! De los que me aman saco energías, pero de los que me odian saco mucho más”.