En el mundo del deporte siempre ha existido una figura tan importante y necesaria como controvertida cuando sus decisiones no son las que los implicados esperan. Se trata de los árbitros, destinados a impartir justicia y, en muchas ocasiones, a recibir críticas de uno y otro lado por igual.
El golf no es ajeno a esta circunstancia. Pese a que la figura del árbitro no sea tan popular como en otros deportes, existir, existe. De hecho, en España, el arbitraje existe gracias, en gran medida, a la familia Anduiza.
Justo, el cabeza de familia, nació en 1905 y después de catar varios deportes como el fútbol (llegó a jugar en el Arenas de Getxo), el tenis o la pelota mano, se interesó por el golf después de su jubilación. Fue entonces cuando se dio cuenta de que en España no había una estructura de arbitraje y decidió crearla y ponerse al frente.
Años después, y con la evidente necesidad de árbitros para que aquel proyecto tomara forma, Justo invitó a su hija Cristina a hacer el examen. Corría el año 1984. Dicho y hecho. Cristina lo preparó, se presentó y aprobó. Así se convirtió en la primera mujer árbitro tanto a nivel nacional como internacional. Una pionera.
“Empecé por obligación, porque mi padre me persiguió hasta conseguir que me presentara al examen. Nos presentamos siete, dos no aprobaron y yo era la única chica. Era absolutamente voluntario y vocacional. No había ninguna organización ni fórmula. Poco a poco se fue mejorando y ahora el arbitraje no tiene nada que ver con lo que era antes”, nos explica una Cristina Anduiza ya retirada pero con los recuerdos de toda su carrera muy presentes.
“Necesitaban árbitros y Cristina, que era un poco díscola, se puso a estudiar y lo consiguió. Comenzaron el arbitraje en condiciones precarias y ella fue una absoluta pionera”, apuntilla su hermana Marta, que aún está en activo en el mundo del arbitraje.
El primer arbitraje de Cristina fue nada menos que en Inglaterra, a donde acudió, al igual que el resto de su carrera, a cambio únicamente de unas dietas. “Simplemente nos pagaban los gastos, unas dietas para comer de menú en una cafetería y listo. Poquísimo. A mí el arbitraje me costaba dinero”, explica.
Marta, mientras tanto, comenta la situación actual: “Salvo los árbitros de la PGA, en la élite, un árbitro no puede vivir de ello. Cada uno tiene que hacer su economía por otro lado, pero como te enganchas a ello, pues no lo dejas”.
Cristina también tiene muy presente su primera intervención. Fue, nada menos, que con Txema Olazabal, cuando él apenas comenzaba a construir su leyenda: “Le arbitré cuando tenía sólo 18 años y fue mi primera intervención. La decisión no le benefició, pero se lo tomó muy bien y, además, a pesar de ello, embocó aquella bola”.
El hecho de ser mujeres en campos mucho más frecuentados por hombres no era un problema para ellas, pero sí una sorpresa para ellos. “Era muy raro para ellos ver a una mujer arbitrando. Yo no me sentía diferente ni de sexo ni de nada, sólo lo veía como un trabajo que había que hacer. Desde el primer momento se me recibió con buena disposición y me ayudaron mucho porque sabían que me sabía las reglas. Aunque era un mundo de hombres, no me sentí diferente”, confiesa Cristina.
Es precisamente ese punto, el de saberse las reglas, el que nos llama la atención. ¿Los jugadores de golf no se saben el reglamento? Pues no.
“El libro de reglas no hay quien se lo trague, es un rollazo complicadísimo. Además, una regla te manda a otra y a otra, entonces es difícil seguirlo. Los jugadores tienen dificultad para aprender eso y, claro, prefieren entrenar que estudiar”, comenta una Marta que va aún más allá.
“El golf existe si los jugadores son íntegros. Si no, no puede existir el golf, porque cuando van jugando los jugadores no llevan al árbitro al lado. Dime en qué deporte no hay árbitro junto a los jugadores o junto a los que están practicando el deporte. O son íntegros los jugadores o no puede existir el golf. El arbitraje lo lleva a cabo uno a sí mismo. Ahora, hay situaciones complicadas en las que la figura del árbitro es necesaria porque hay un desconocimiento muy grande de las reglas”.
Sin embargo, la propia Marta, que se encarga desde hace muchos años de la divulgación del reglamento a través de conferencias, cursos e incluso un canal de youtube, reconoce: “Se producen tantas situaciones que se hace muy complicado el reglamento para recoger todos esos supuestos, pero las reglas más importantes tienen que saberlas. La gente dice que las reglas son muy difíciles y se excusan en eso para no aprenderlas”.
La labor de Marta, incluso, ha llegado a generar debate ya que, curiosamente, una estructura que ella misma diseñó con dibujos y esquemas para explicar las reglas del golf fue presentada en Saint Andrews como propia en 2019. “Tiene que ser una casualidad”, asegura Marta con una sonrisa pícara. “Incluso los compañeros, cuando lo estaban presentando, me decían: ‘Marta, eso es lo tuyo, ¡es exactamente igual!’”.
Pero volvamos al campo y hagámoslo, precisamente, en Saint Andrews, uno de los lugares más míticos del mundo para la práctica del golf. Allí, incluso antes de formar parte del mundo del arbitraje, Cristina vivió una situación comprometida y que, de nuevo, la colocó como pionera.
“En Saint Andrews no podían entrar las mujeres a la Casa Club, no estaba permitido. Eso era de hombres totalmente. Ninguna podía entrar, ni siquiera las jugadoras que estaban participando en el torneo. Allí todo, los premios y todo, estaba dedicado a los hombres. Estamos hablando de finales de los 80 o principios de los 90 y a las mujeres no les estaba permitido pasar. Pero mi padre consiguió que nos dejaran entrar. En ese momento él era el árbitro y yo su invitada y pasé porque él insistió y le respetaban mucho”, nos cuenta.
No recuerda, sin embargo, ningún momento desagradable en el desempeño de su función por ser mujer y con la bola en juego: “No he tenido ningún momento desagradable porque es verdad que a mí se me ha respetado siempre. No he tenido ningún conflicto”, apunta.
Cierto es que siempre ha habido jugadores que se han tomado mejor sus decisiones que otros. “Con grandes como Olazábal o Bernhardt Langer cuando estaban en su esplendor, o con los ingleses, yo no he tenido ningún conflicto importante. Severiano era muy peleón porque él sí conocía las reglas y utilizaba las que le podían beneficiar. Te buscaba un poco las cosquillas. Además, era un hombre que imponía y era difícil. Mi padre tuvo más de una intervención con él”, rememora Cristina.
Marta, mientras tanto, le recuerda que había un jugador que nunca aceptaba sus decisiones. “Christy O’Connor siempre cuestionaba mis decisiones y pedía una segunda opinión de otro árbitro, pero no recuerdo una sola vez que en esa segunda opinión rectificaran la mía, así que de poco le valía”, apunta Cristina.
Marta añade: “No les queda más remedio que aceptar lo que dices porque eres la autoridad. Te verán como te vean, pero tú eres la autoridad y se hace lo que tú dices. Algunos jugadores no llevan bien la figura del árbitro y cuestionan las decisiones independientemente de si eres mujer o eres hombre”.
“Si te cuestionan, tienes que imponerte y explicarles que no les queda otra que aceptar porque tú eres el árbitro. Ellos protestan y tú te mueres de la risa, claro. Son reglas que deberían saberse ellos mismos y aún así protestan”, concluye.
“En ese sentido ha cambiado muchísimo. Por eso me retiré yo. Cuando yo arbitraba, el árbitro recibía un respeto, pero ahora es todo un poquito menos respetuoso, se contesta de unas formas poco adecuadas”, añade Cristina, que, cómo no y al igual que su hermana Marta, recibieron ya hace años la Medalla de Oro al Mérito en Golf por parte de la Federación. Todas unas pioneras.