Verano, sol, calor, playa y, en el horizonte, unas cuantas motos de agua surcando las olas. Esa sensación de envidia sana que te invade atrapó hace ya más de dos décadas a Luis Naranjo, un apasionado de las motos de agua que con 14 probó la primera gracias a que debajo de su casa en Alicante se instaló el concesionario Yamaha. Corría el año 81 y en España aún no se veían motos de agua. Apenas empezaban a llegar con cuentagotas con el objetivo de conocer el interés que mostraba la gente por ese novedoso entretenimiento para las horas de playa.
Luis, que más de cuatro décadas después puede presumir de haber sido campeón de la Copa del Rey, subcampeón de España y tercero de Europa (este año va segundo), sintió un amor a primera vista. “El concesionario estaba justo debajo de mi casa y me dejaron una mientras hacían unas pruebas. Era algo muy novedoso y desde que la probé, me enamoré”, recuerda.
El paso de Naranjo hacia las motos de agua fue, digamos, algo natural, aunque en cierto modo irónico. Le apasionaban las de carretera, pero no se le daban nada bien. “Me encantaban las motos de carretera pero era un patán con ellas. No las controlaba, eso me generaba miedo y me caía. Sin embargo, con la moto de agua, sentí el control desde el principio y no tenía miedo; me sentía seguro haciendo lo que hiciera. Ahí fue donde me metí de lleno”.
El feeling en la carretera y en el agua era y es completamente diferente para él. “En la moto de agua siento una libertad absoluta porque noto cada pieza y cada movimiento. Con la moto de carretera he llevado ruedas pinchadas sin darme cuenta, pero con la moto de agua siento todo: el agua, la turbina, el ruido, la vibración... Todo lo noto, sé cuándo todo va bien y cuándo algo falla. Entiendo perfectamente cuando Fernando Alonso dice que siente el coche. Aquí pasa igual; tienes esa sensibilidad”, explica.
Desde aquellos primeros años 80 hasta hoy Luis Naranjo siempre ha tenido una moto de agua cerca, si bien no pudo comprarse una en propiedad hasta los 27. Hasta entonces se buscaba la vida para que se las fueran dejando gracias a que su mejor amigo era el dueño de Yamaha en Alicante. Él las probaba e iba, poco a poco, mejorando hasta el punto de decidirse, años después, a dar el paso hacia la competición e incluso a montar un negocio alrededor de su pasión, con el que ejerce de guía en travesías y excursiones tanto con expertos como con novatos.
Así ha conocido cientos de lugares para disfrutar con la moto. Como España, por cierto, en ningún sitio. “Aquí hay mil rincones para ir con la moto. Preguntar cuál es mejor es como preguntar dónde se come mejor. En cada sitio tienen lo suyo y todos son espectaculares. Galicia, País Vasco, Alicante, Almería… Y luego las islas. La zona norte de Mallorca, por ejemplo, es increíble. En el Estrecho hemos visto orcas, alguna ballena y algún tiburón. España es la leche para ir en moto de agua”, comenta.
Obviamente, tanto para competir como para guiar, es imprescindible dominar el entorno y saber orientarse en un medio en el que muchas veces apenas cuentas con referencias. Naranjo puede presumir de ubicarse a la perfección en el mar. “Soy muy malo para orientarme en una ciudad o en el campo, pero en el mar, donde no hay referencias, me oriento con precisión. Salgo de cualquier sitio y sé exactamente dónde estoy y hacia dónde tengo que ir. Me oriento con el sol y las olas. Todo lo que veo a mi alrededor me ayuda a orientarme con facilidad”, apunta.
Por ahí evita cualquier tipo de miedo a perderse, aunque, tal y como él mismo reconoce, sobre la moto y solo, no le atemoriza nada: “Si voy solo nunca siento miedo en la moto. Me da una paz total. Lo peor que puede pasar es que se pare la moto o me caiga y me vuelva a subir”.
La sensación cuando va con más gente es diferente. La responsabilidad pesa: “Cuando voy con grupos, especialmente amateurs, sí que he pasado algo de miedo… por ellos. En travesías como la de Ibiza o la de Sevilla, que hemos hecho varias veces, puede haber riesgos por posibles caídas”.
Afortunadamente, no ha tenido que lamentar accidentes muy graves en este tipo de expediciones, aunque algún que otro susto sí que ha vivido porque las motos cada vez son más rápidas y la gente no es muy consciente de lo que tiene entre manos.
“Cuando te caes a mucha velocidad lo normal es que no entres al agua hasta el tercer golpe. Vas tan rápido que rebotas varias veces en el mar. Cuando hay un accidente grave hay que mantener la calma para que todo vaya bien. Paras la moto, subes al afectado a la tuya, llamas a urgencias para la localización y te diriges a la costa más cercana donde haya una ambulancia”, explica un Luis Naranjo que puntualiza: “Nunca hemos tenido accidentes con fracturas abiertas, aunque un par de tibias sí que se han roto”.
Una de esas tibias pertenecía a un conocido piloto de motociclismo, que se animó a hacer una travesía con Luis. En los circuitos podía pilotar a 300 km/h, pero en el mar era un auténtico novato: “Estaba en pleno Mundial, se vino con nosotros y tuvo una caída en la que salió volando y se rompió la tibia y el peroné. Tuvimos que sacarlo del mar y llevarlo al hospital sin que se enterara nadie para que la noticia no llegara a marcas y patrocinadores”.
Este tipo de anécdotas, ya que por suerte todo quedó en una anécdota, da más motivos a Luis para pensar que la experiencia a la hora de subirse a una moto de agua es algo muy valioso. Más aún a la hora de competir: “Es clave. Con los años aprendes cómo ir para no romper una pieza, para evitar problemas con el mar y para ir al máximo sin caídas. A veces es mejor no ir tan rápido en algunos tramos y esa toma de decisiones es mucho más clara con la experiencia y la calma que te dan los años”.
Sirva como ejemplo una cuestión básica: “Cuando se levanta mala mar, y vas muy pegado a un acantilado, te complicas la vida. Es mejor salir y buscar playas para ir más a gusto y más rápido”.
En el entrenamiento, además del físico, que Luis lo trabaja en días alternos en tierra, es crucial ejercitar la sensibilidad para “no machacarte”. Si encuentras el punto idóneo al acelerador y lo haces bien, vas más fresco y, además, evitas accidentes. “Los grandes accidentes, como pinchar olas y entrar por debajo, se producen por falta de control. El físico es importante, pero la experiencia y la sensibilidad también suman mucho”.
Por eso a Luis Naranjo no le duelen prendas en afirmar con rotundidad que “se pilota mucho mejor a los 50 que a los 20, sin ninguna duda”. Tiene docenas de ejemplos que refrendan su teoría, además de la experiencia en primera persona. “He tenido muchos chicos de 20 años, musculados, en un estado de forma que daban envidia, y nada más verles cómo se sentaban en la moto ya he pensado: ‘Pobrecito, este va a sufrir’”.
Luis, con más de 40 años de experiencia surcando olas a bordo de sus motos, anima a todo el mundo a probarlo. No hace falta pensar en competir sino más bien en pasarlo bien con la familia o los amigos: “Es un deporte que gusta muchísimo a todo el que lo prueba. Yo llevo muchísimos años en esto y he incorporado a las motos de agua a cientos de personas porque te permiten un gran nivel de disfrute a nivel amateur, no tienes que ser profesional. Puedes salir con la pareja e incluso con los niños, que les encantan”.
Cierto es que no todo el mundo se puede permitir una moto de agua (se pueden encontrar de segunda mano por unos 5.000 euros), pero no lo es menos que el mantenimiento no es tan caro como pudiera parecer. Una estantería para guardarla ronda los 1.000 euros al año y el mantenimiento básico, los 300. Eso sí, cada salida implica el desembolso de un mínimo de 50 euros en gasolina. En competición la cosa cambia y ninguna carrera te sale por menos de 400 porque hay que cambiar piezas incluso siendo cauto, ya que con motor atmosférico se puede llegar a los 110 km/h y con turbo a los 130 km/h, con el desgaste que ello implica.
Luis Naranjo, escrito está, es toda una enciclopedia sobre motos de agua, así que es voz más que autorizada para dar algún que otro consejo para aquellos que les pique el gusanillo de probarlas: “El mejor consejo que se le puede dar a un novato es que al principio vaya muy tranquilito y que, cuando se sienta seguro, se intente poner de pie. Ir sentado es como perder el 50% de lo que es una moto de agua. Así va a disfrutar el doble que sentándose y tratando de ir rápido, pensando en mojarse y tirar al de atrás”. Tomamos nota.