Igual que me pongo música para concentrarme y escribir, también llevo mis cascos cuando salgo a correr o me meto en el gimnasio. Desde que me compré mi primer vinilo para el tocadiscos de casa con unos ocho años, millones de canciones me han acompañado dejando grabados en mi memoria momentos inolvidables, placenteros o muy divertidos. En Uppers incluso nos intercambiamos las playlists con las que conseguimos batir nuestros propios récords tras un entrenamiento. Somos muy conscientes de qué beneficios aporta escuchar música al hacer deporte.
La música provoca una respuesta positiva en el organismo y en el cerebro que repercute en muchos aspectos como la recuperación de enfermedades o de problemas psicológicos. Si se suma al deporte las ventajas se multiplican, siempre que se escuchen aquellas melodías y ritmos que nos gusten, claro.
Estos son los beneficios que aporta escuchar música mientas practicas deporte:
Tanto escuchar música como hacer deporte incrementa la producción en el cerebro de endorfinas, los neurotransmisores que provocan una disminución de la percepción del dolor junto a sensaciones positivas y de euforia. Por tanto, nos olvidaremos del dolor o del cansancio que genera la actividad física.
De la misma forma, ambas actividades estimulan la liberación de otros dos neurotransmisores, la serotonina y la dopamina. La serotonina equilibra el estado de ánimo y la dopamina origina la sensación de placer y relaja. Todo ello provoca que el deportista escuchando música se encuentre realmente bien y aumente su autoestima por todas las sensaciones positivas que percibe. La consecuencia es que se incrementa el tiempo destinado a hacer ejercicio. Por si fuera poco, la música además ayuda a reducir los niveles de cortisol, la hormona responsable del estrés y la ansiedad.
Cada canción puede rebajar la sensación de cansancio o de fatiga porque inevitablemente distrae al cerebro y provoca que nos concentremos en la melodía o en la letra. Con ello incluso es posible aumentar la resistencia para plantear nuevos retos. Por otro lado, escuchar música durante el entrenamiento mejora el ritmo cardíaco, la presión arterial y la respiración.
La música cambia el estado de ánimo, alegra o entristece, pero siempre hace que te sientas bien. La variedad hace posible adecuar el ritmo a los tipos de ejercicio aumentando la motivación, las ganas de seguir y el rendimiento. En rutinas de entrenamiento muy repetitivas la música incluso evita el aburrimiento y la monotonía.
Una música más dinámica encaja perfectamente con el ejercicio cardiovascular como el remo, el boxeo, saltar a la comba, la natación, el ciclismo… En cambio, las melodías más rítmicas son ideales para los ejercicios que buscan el crecimiento de la masa muscular como unas sentadillas o unas abdominales.
De igual modo, es inevitable que acabemos sincronizando el ritmo de las canciones a los movimientos. Por ejemplo, una zancada en cada compás, una abdominal, una sentadilla… Se trata de una sincronización inconsciente con la música que además favorece e incrementa la coordinación.
También, el que la música ayude a disminuir en cierto modo la tensión corporal, posibilita que mejore la coordinación en los movimientos.
La citada sincronización inconsciente además genera que desconectemos de lo que nos rodea y de nuestros problemas y nos concentremos exclusivamente en lo que estamos haciendo. Esto provoca a la par que aumente el rendimiento de nuestro cuerpo.