Francisco (61 años) se desabrocha la chaqueta y baja la mirada hacia su reloj deportivo para comprobar la temperatura ambiente. Algo no va bien: ha venido a pasar unos días de esquí con su familia al valle de Benasque, a la estación de esquí de Cerler, pero el sentir general tiene que ver más con la primavera que con el gélido invierno pirenaico. "He estado en Benasque muchísimas veces, pero esto no lo había visto nunca", admite preocupado en un telesilla que le lleva a una cota de más de 2000 metros. Son las 9 y media de la mañana de un 28 de diciembre y el reloj marca 7 grados, una temperatura atípica en la región.
"Es la primera vez que veo que el cambio climático es una realidad", zanja. A las 12 de la mañana, el firme está ya impracticable; las pistas rojas parecen fuera pistas por los montículos de nieve-pasta que se acumulan por los derrapes de esquiadores y snowboarders.
El rostro del veterano esquiador dibuja una pregunta preocupante para los amantes de este deporte invernal, aunque extensible a todas las personas conscientes de la problemática del cambio climático: ¿qué va a pasar con las estaciones de esquí si la temperatura ambiente sigue creciendo? De seguir así, ¿vamos a poder seguir disfrutando de los deportes de invierno dentro de unos años? Conscientes de la problemática ambiental y sus consecuencias sobre el mundo que conocemos, en Uppers hemos querido radiografiar un futuro que, con los datos actuales, es ya preocupante a este respecto.
Lo primero de todo es entender cómo puede afectar el aumento de la temperatura global a nuestro planeta. El pasado mes de agosto, la ONU ya alertó de que el Acuerdo de París -que supone el compromiso de más de un centenar de países para limitar el incremento de la temperatura del planeta en 1,5 grados como máximo en las próximas décadas- podría estar en peligro, debido a los datos climáticos extraídos en los últimos tiempos y las previsiones de futuro, muy poco halagüeñas.
Esto provocará, según los expertos, un alargamiento progresivo de las estaciones cálidas. Es esta la mayor amenaza, por tanto, de los lugares que viven de la nieve. "La crisis climática afecta gravemente a las coberturas de nieve y hielo de nuestro planeta, lo que tiene consecuencias desastrosas", nos cuenta Tatiana Nuño, responsable de Cambio Climático de Greenpeace España. "En los últimos 30 años, se han perdido tres cuartas partes del volumen del hielo en el Ártico, que actúa como espejo rebotando calor solar. Si nos quedamos sin hielo marino, así como agua dulce, las consecuencias podrían ser irreversibles", advierte.
Este fenómeno tiene su réplica mucho más cerca. "En nuestro país también se han perdido ya más del 80 % de los glaciares pirenaicos y para 2050 podrían desaparecer irreversiblemente". La experta alude directamente a dos enclaves importantes del pirineo aragonés: los glaciares de la Maladeta, el Aneto y el Monte Perdido, que han perdido gran parte de su volumen y hoy están más cerca de ser un pedregal que una zona helada.
En el caso de Monte Perdido, el glaciar ha perdido de media "5 metros de grosor en las últimas décadas, aunque hay puntos en los que son 14 metros menos", según datos del Instituto Pirenaico de Ecología. De los 42 glaciares que había en 1850, han desaparecido ya 33 desde los años 70, explica Nuño.
Esta situación genera, en consecuencia, un futuro trágico para el turismo de nieve. La Asociación Turística de Estaciones de Esquí y Montaña ha confirmado, en los últimos tiempos, un descenso considerable de visitantes a las estaciones de esquí españolas porque cada vez hay menos nieve. "Las estaciones situadas en el Sistema Central o Sierra Nevada están entre las más afectadas por el aumento de las temperaturas. Se estima que en el pirineo catalán, donde se concentra casi un tercio de las 38 estaciones de esquí que hay en España, en 2050 se habrá perdido la mitad del manto de nieve a partir de los 1.800 metros de altitud", alerta.
El caso del pirineo aragonés es también preocupante. La coordinadora del Observatorio Pirenaico del Cambio Climático, Eva García Balaguer, confirma que los mantos nivosos de este enclave montañoso aguantarán cada vez menos debido al aumento de las temperaturas, que viene provocado por un desequilibrio en el sistema climático y, al mismo tiempo, arroja una mayor incertidumbre en lo que se refiere a las precipitaciones, el gran enemigo de las estaciones de esquí. "Claramente, la nieve es el meteoro afectado por este cambio de las precipitaciones y el aumento de la temperatura. Es un hecho cuantificado", cuenta.
Si después de las nevadas vienen altas temperaturas y más lluvia, se produce el deshielo, lo que afecta directamente a los mantos nivosos. Y con ello, "la situación actual de muchas estaciones es de viabilidad muy al límite", recuerda. En el Observatorio Pirenaico del Cambio Climático, los expertos aplican tecnologías que pueden ayudarles a realizar un seguimiento a la calidad y espesor de la nieve, los dos parámetros a tener en cuenta en las estaciones de esquí. Los resultados son claros: hay nieve, pero la calidad no es suficiente para mantener las temporadas tal y como las conocemos.
Ambas expertas coinciden en señalar que las previsiones de futuro no son muy halagüeñas. Hay consenso entre ellas respecto a la principal clave: cumplir con los acuerdos de París y limitar el aumento de la temperatura al 1,5 o 2 grados en las próximas décadas. En el plano económico, Balaguer empieza a hablar de la necesidad de reorientación en el modelo de negocio de las estaciones. Hay que pasar de hablar de "estaciones de esquí" a "estaciones de montaña", tal y como ocurre en lugares como Andorra, que ofrecen actividades de montaña como el descenso en bicicleta de montaña durante los meses fuera de temporada.
En el plano de medidas de acción, como hemos comentado, todo pasa por limitar las emisiones de gases de efecto invernadero. "Si reducimos estas emisiones al ritmo que marca la ciencia para no superar los 1,5 grados en las temperaturas globales, los impactos climáticos serán menos graves. Los países deben revisar sus compromisos climáticos y asegurar que se alcanza el cero neto de emisiones a la mitad en esta década, y alcanzar el cero neto en 2050".