Adrenalina, libertad, emoción, entusiasmo, desafío, velocidad, placer, relax, el efecto del agua sobre la piel y el viento en la cara… Juan Antonio, de 51 años, no podría describir con una sola palabra la sensación de surcar el mar sobre una moto de agua. No recuerda el momento exacto en que le tomó el gusto. "Soy gran amante del mar y gran amante del motor -asegura- y la moto acuática me permite unir esas dos pasiones en una. Supongo que la afición a la moto de carretera me llevó a interesarme por la acuática y confieso que últimamente el agua empieza a ganar al asfalto".
Juan Antonio es natural de Elche (Alicante) y podría decir que eso del viento y el mar lo lleva en vena. Hasta hace cinco años no tuvo su primera moto en propiedad y dice que no puede sentirse más satisfecho con esta adquisición. Y eso que, según confiesa, desde hace un tiempo no le queda más remedio que compartirla con su hijo, de 20 años, otro gran fanático del mar y de las motos acuáticas. Ahora que tiene edad para viajar solo, ambos empiezan a disfrutar del vehículo casi a partes iguales.
Teniendo en cuenta la proximidad del mar y el uso que puede dar a la moto, no le cabe duda de que la compra ha sido una opción acertada. La diferencia entre padre e hijo seguramente tiene que ver con la edad. "A él le gusta el mar cuando está algo embravecido y puede sortear las olas. Yo lo prefiero en calma porque te deja deslizar la moto a mayor velocidad. Es adrenalina pura". Con el debido respeto que merece el mar, Juan Antonio disfruta de los encantos del motor, pero sobre el agua y asegura que el resultado es asombroso, tanto para la mente como para el cuerpo. Es una actividad que aporta calma y otros grandes beneficios. No solo requiere coordinación y equilibrio para mantenerte sobre la moto. Su manejo hace que acabes tonificando y fortaleciendo buena parte de los músculos del cuerpo, especialmente los brazos y las piernas.
La ruta preferida de este ilicitano es la que lleva a la pequeña isla de Tabarca. Es un destino muy común para la gente que practica moto acuática en estas costas. "Salen por la mañana, pasan el día en su pueblo amurallado y regresan al atardecer", nos cuenta. Acostumbrado a jornadas moteras en grupos más o menos numerosos, confiesa que ahora le saca más partido a los paseos en solitario.
Le ocurre a los que, como Juan Antonio, son grandes apasionados de las ruedas, pero también a los que se inician en la moto acuática por curiosidad o casualidad. "Quien la prueba una vez la ama para siempre", asegura Antonio, un empresario del sector de 70 años que nos atiende desde su negocio Náutica Antonio en Santa Pola, otra localidad alicantina costera. El trasiego de clientes que deja la moto en su plataforma o, como él dice, "hotel para motos acuáticas", de curiosos y posibles compradores permite hacernos una idea del magnífico momento que viven las motos acuáticas. Buena parte de la clientela es mayor de 45 años. "Son vehículos muy seguros y cómodos y ofrecen un tipo de turismo muy interesante para conocer rincones nuevos". En su opinión, cualquier edad es idónea para iniciarse en esta práctica siempre que se cumplan unas normas imprescindibles para pilotar, como tener los permisos precisos, respetar las millas y velocidad permitidas, extremar la precaución con las piedras a ras de agua, conocer el funcionamiento del vehículo y de su seguridad y saber que el mar es un entorno abierto en el que hay que convivir con muchos usuarios y embarcaciones.
Este auge se repite en cualquiera de las costas que visitemos este verano. Desde La Coruña, Alberto Paz, copropietario de una empresa de alquiler de motos de agua, señala que no hay una edad límite y cuenta el caso de dos clientes octogenarias que no han podido resistir el placer de viajar en moto de agua con sus respectivos nietos. "La franja que va de los 45 a 65, aproximadamente, está creciendo. Es una embarcación de fácil manejo y fiable con el que te puedes sentirte un experto en poco tiempo. La adrenalina que descargas te incita a repetir y a querer superarte a ti mismo", dice. En este caso, las rutas, de diferente recorrido y duración, ofrece vistas tan espectaculares como la torre de Hércules, Riazor, Orzán, Santa Cristina, Castelo de Santa Cruz, os Menhires o Mera. Aunque avisa que a veces la emoción es tan deslumbrante que llegas incluso a olvidarte del paisaje.
El pionero que impulsó este singular pasatiempo fue el inventor Clayton Jacobson, un entusiasta del motocross. En 1965, después de un accidente sin demasiada gravedad, se preguntó si habría algún modo de disfrutar de la emoción de la motocicleta sin correr el peligro de caer en un terreno duro con las secuelas que esto implica cuando vas a gran velocidad. Esa misma noche tenía ya un primer boceto de lo que sería la primera moto de agua. Un año después presentó un segundo prototipo bastante más avanzado. En 1973 finalizó su primer vehículo motorizado para uso personal en el agua. Poco a poco, importantes marcas se interesaron por este concepto y fueron mejorando tanto los diseños como su rendimiento, funcionalidad, comodidad, seguridad y estabilidad. Hay algunas que son auténticos monstruos.