Nada hacía presagiar que una fotografía fuese a romper la calma chicha de aquella tarde del 14 de diciembre de 1986, anodina como cualquier otra tarde dominical. Mientras Ronald Reagan y Mijail Gorbachov atizaban su Guerra Fría, Felipe seguía en el gobierno de España y las prostitutas de Madrid planeaban una huelga para reclamar derechos y seguridad social. Por lo demás, cine, abrigos, palomitas y mucho fútbol. Muchos todavía lo vivían con su transistor pegado a la oreja. Aquel día Real Madrid y el Español disputaban el partido correspondiente a la décimoséptima jornada de la Liga 1986-87.
El partido transcurrió sin demasiada emoción hasta que, a falta de escasos minutos para el final, Emilio Butragueño sorprendió con una de sus habituales jugadas de ataque frente a los defensas de el Español, Iñaki y Job. De repente, el asalto dejó al jugador madridista con sus genitales al viento, como si quisieran seguir la trayectoria del balón. La instantánea de su pene asomando por la entrepierna fue captada por el fotógrafo de Diario 16 Charly Monge, pero aún tendría que recorrer un trecho de varias horas para dar la vuelta al mundo. La revolución digital era entonces inimaginable, lo que significa que ni el propio Charly, un hombre de carácter huraño y con un sarcasmo apenas perceptible, supo qué llevaba entre manos hasta pasar por el laboratorio del periódico.
En aquella época las fotografías salían del laboratorio de revelado, un espacio oscuro repleto de líquidos, carretes, máquinas, archivos y escáners. El momento en el que los fotógrafos descubrieron el destape inesperado de Butragueño fue irrepetible. El alboroto se expandió a toda la redacción del periódico que dirigía Pedro J. Ramírez. Nadie daba crédito. Hubo risas, bromas y comentarios jocosos, pero también una duda breve y poco convincente sobre la conveniencia o no de publicarla.
Finalmente, Diario 16 llegaba a los quioscos el lunes, 15 de diciembre de 1986, con la imagen de Butragueño en portada. A pesar de que el país, enfrascado en plena movida madrileña, iba dejando atrás cualquier tufo puritano, al menos en teoría, el destape del futbolista fue inédito y provocador. Para el Real Madrid la publicación no fue de su agrado y sus directivos abrieron el debate de si debía o no haberse publicado. En uno de sus escasos comentarios sobre el asunto, Monge declaró que, por tratarse de un documento periodístico de gran valor, tenía que publicarse. Sin duda, hoy se habría difundido al instante en la edición digital y de inmediato habría llegado a cualquier lugar del planeta.
El caso es que Diario 16, que atravesaba por graves dificultades económicas, agotó su tirada y las rotativas no descansaron durante las siguientes horas. Los genitales de Butragueño dieron mucho que hablar. Se llenaron muchas páginas, horas de tertulias y columnas de opinión. La revista alemana Stern y el diario británico The Sun quisieron comprar los derechos al Grupo 16.
La revista Don Balón cogió el testigo en su siguiente número con tres fotografías firmadas por Korpa y un titular guasón, 'La erótica del regate'. Su mejor argumento llegaba en el editorial: "Constituye un documento gráfico de primerísima calidad, una fotografía que en nuestra modesta opinión merece el Premio Pulitzer". Esas mismas imágenes aparecieron en el semanario Interviú, el 24 de diciembre, un retraso justificado dada la periodicidad semanal de la revista.
También en la calle las reacciones fueron dispares. La pregunta más repetida era qué pudo pasar. Al parecer, uno de los jugadores pudo tirar de su ropa. Hablamos de los ochenta, cuando lo corto se puso de moda. Los pantalones de los futbolistas habían reducido varios centímetros de tela y eran más ligeros para mantener frescos y secos a los deportistas. El País recogió el episodio un día después de su publicación, el 16 de diciembre, con la aclaración del propio Butragueño: "Estoy convencido de que el fotógrafo sacó la foto porque era una jugada de peligro, en la que me hicieron penalti. Había arrancado desde el medio campo y un defensa me tiró del pantalón. No sé cómo pudo pasar porque llevaba slip. Ocurrió que vi que podía meter gol y no me pude parar a ponerme bien el pantalón".
Butragueño no quiso volver a ello nunca más. Cuando se dispone a contar alguna anécdota divertida en su biografía, un momento embarazoso, la reacción casi instintiva es esbozar una sonrisa picarona, aunque de antemano se sepa que no mencionará aquella mítica imagen, la más perdurable y divertida de toda su carrera, aunque sea muy a su pesar. Pero la foto hizo historia y enfervorizó a la sociedad. Del destape del Buitre se habló mucho tiempo y todavía hoy su nombre reactiva la memoria en esa misma dirección. Para una generación de periodistas veteranos es como una de esas leyendas familiares que se transmiten de generación en generación porque siempre surge una ocasión para contarla. En la redacción de Diario 16 siguió presente durante muchos años, aunque no hubiese ya ningún detalle más que añadir.
A la liberación sexual femenina aún le faltaba otro buen trecho por recorrer y, de alguna manera, la contemplación de aquel miembro en una portada sin filtro supuso la inauguración de una nueva época. Una cosa era la liberación de la Movida madrileña y otra muy diferente el ambiente más conservador de las provincias. El pene dejaba de ser tema de conversación exclusivo del universo masculino, y para muchas mujeres, nacidas en los oscurantistas años de la dictadura sin apenas educación sexual, supuso la primera vez que una imagen así traspasaba la barrera de lo íntimo y el matrimonio.
De hecho, al destape del Buitre le siguió otro gran momento de la cultura pop de nuestro país, que igualmente marcó a varias generaciones, cuando en la Nochevieja del años siguiente a Sabrina se le escapó un pecho en directo, dos descuidos que sacudieron la mojigatería del país y no estuvieron exentos de polémica. Ella presumió más tarde de haber compartido destape con Butragueño en una portada de Pronto.
Aquellos días, "el ángel con atributos humanos", según le definió Carlos Toro en su libro 'Del choque al toque', no estaba en su mejor racha. Aun así, era el jugador más emblemático del momento y acababa de recibir la Bota de Bronce del Mundial. Su debut se produjo en Cádiz el 5 de febrero de 1984, gracias a una decisión a la desesperada de Alfredo di Stéfano que le sacó del banquillo. El joven delantero, rubio, desgreñado y de piel blanquecina, saltó al campo y en pocos minutos dio la vuelta al marcador. Fue su bautismo de oro.
El periodista Julio César Iglesias inventó para él y para Sanchís, Míchel, Martín Vázquez y Pardeza, el nombre de la Quinta del Buitre, un apelativo que sirvió para referirse a una de las generaciones más gloriosas del fútbol español. Según Jorge Valdano, la Quinta era "el brazo deportivo de la Transición en tiempos de la Movida".
Butragueño decía que su compañero "Míchel era el sexy y él el simpático", pero lo cierto es que el episodio del calzón le aupó a categoría de mito erótico. La perfumería de su padre, en el centro de la capital, se convirtió en una especie de santuario para los aficionados y adolescentes que empezaron a suspirar por él. Nació el 22 de julio de 1966 y creció en una familia acomodada. Desde muy pequeño se hizo socio del Real Madrid. Su padre "fue al hospital, vio que era varón y que había nacido sano y se fue a inscribirme", contó en el programa 'Mi casa es la tuya', de Bertín Osborne.
El 15 de agosto de 1981 llegó al Real Madrid. Tenía 18 años y su carrera fue meteórica. Hoy sus obligaciones como ejecutivo le obligan a vestir traje de chaqueta y corbata, pero conserva su recato a la hora de hacerse fotos o de romper su intimidad. Sigue siendo formal, correcto y tímido. Y no, uno de sus días más amargos de su vida profesional no fue aquella gloriosa tarde del 86, sino la semifinal de la Copa de Europa, cuando perdieron frente al PSV Eindhoven. Por cierto, aquel otro partido sí lo ganó el Real Madrid con 1-0, gracias al gol de Santillana. Pero eso poco importó.