El deporte le da la espalda a Rusia. La Federación Internacional de Ajedrez (FIDE) se ha sumado a otras organismos deportivos y ha tomado medidas contra la invasión de Ucrania, una postura especialmente significativa porque, por una parte, su presidente es el ruso Arkady Dvorkovich, exasesor de Vladimir Putin, y por otra, el ajedrez es el deporte más popular en Rusia, cuna de algunos de los más grandes campeones de la historia.
Si días atrás Dvorkovich comunicaba que la Olimpiada de Ajedrez no tendrá lugar en Moscú, como estaba previsto entre el 26 de julio y el 8 de agosto de este año, esta semana el Consejo de la FIDE, que aglutina a 198 países, ha aprobado una declaración condenando la acción militar rusa: "La FIDE se mantiene unida contra las guerras y condena cualquier uso de medios militares para resolver conflictos políticos".
La condena explícita va unida a la prohibición de llevar a cabo eventos y competiciones oficiales en Rusia y Bielorrusia. Tampoco se exhibirán su banderas ni se tocará su himno nacional en los torneos de la FIDE. De igual manera, se rescinden "todos los acuerdos de patrocinio existentes con cualquier empresa sancionada y/o controlada por el estado de Rusia y Bielorrusia", lo que afectará a compañías como el proveedor de gas, Gazprom, el gigante de fertilizantes, PhosAgro, y la minera Nornickel.
Estas sanciones tienen una fuerte carga emocional y simbólica sobre un país que siempre ha mantenido una relación muy intensa con el ajedrez. Desde los tiempos de Pedro el Grande, Iván IV y Catalina II, este juego ha apasionado a los rusos, muy especialmente desde que los bolcheviques tomaron el poder en 1917. El ajedrez se convirtió en un pasatiempo nacional, el favorito de casi todas las familias soviéticas. Había tableros de juego en las escuelas, en los parques, en los patios y en las casas. "Es la gimnasia de la mente", fue el eslogan que utilizó entonces Vladimir Lenin.
La máxima popularidad del juego llegó con la Guerra Fría, un momento en el que la URSS necesitaba demostrar la superioridad del comunismo sobre el capitalismo. El ajedrez, un deporte que potencia el pensamiento estratégico, era visto no solo como un campo perfecto para competir, sino como una herramienta política. El Gobierno ruso no escatimó en invertir fuertemente en jóvenes que pudieran convertirse en los mejores en su disciplina. De hecho, los ajedrecistas fueron los primeros atletas soviéticos a los que Stalin permitió participar en torneos internacionales a mediados de la década de los 30.
Treinta años después, en los 60, la URSS dominaba por completo los torneos de ajedrez: era el tiempo de la escuela soviética. Vasili Smyslov, Mikhail Botvinnik, Mikhail Tal, Tigran Petrosian o Boris Spassky fueron campeones tratados como estrellas de cine en la época dorada del ajedrez, hasta que surgió la figura del estadounidense Bobby Fischer para arrebatarle la supremacía mundial a los soviéticos y llevar el juego a la era moderna.
Lo curioso es que la propia figura de Fischer fascinó a los mismos rusos, y dio pie a una nueva ola de campeones liderada por Anatoly Karpov y Viktor Korchnoy, a la que se unieron después Garry Kasparov y Vladimir Kramnik. Las disputas por el título mundial entre Karpov y Kasparov en los 80 forman parte de la cultura popular de la época, oponiendo además dos ideologías muy distintas. El primero, fiel al modelo soviético, y el segundo, contestatario y aperturista.
Esa rivalidad histórica entre dos modelos antagónicos más allá del tablero vuelve a repetirse estos días. Karpov es diputado del Parlamento de Rusia por el partido de Putin y votó a favor del reconocimiento de las regiones ucranias de Donietsk y Luhansk como territorios rusos, aunque no ha opinado públicamente sobre la invasión militar a Ucrania. Kasparov sigue en el extremo opuesto del tablero. Obligado a exiliarse en Nueva York temiendo por su vida, es uno de los más populares y activos opositores a Putin, además de un férreo defensor de los derechos humanos. Nunca ha dejado de atacar al presidente ruso, al que llama "dictador" y del que espera que "algún día sea llevado ante la justicia por sus crímenes".
Karpov se verá afectado por las sanciones de la UE, pero la FIDE no se ha referido a él. La máxima institución del ajedrez sí ha condenado el apoyo público dado a la invasión por parte de jugadores como Sergey Karjakin, subcampeón del mundo en 2016, y el comentarista y gran maestro Sergey Shipov. Si llegara a haber sanciones podrían afectar a Karjakin, uno de los 8 jugadores clasificado para el Torneo de Candidatos que se celebrará en Madrid en la segunda quincena de junio de este año.
El interés de la ciudadanía rusa por el ajedrez de competición hoy ya no es el mismo. De hecho, comenzó a decaer con la 'perestroika', al mismo tiempo que se relajaba la confrontación política de bloques. Pero aunque los mejores jugadores rusos ya no reciban en la actualidad el trato de superestrellas, el espíritu ajedrecista del país aún pervive y la escuela rusa esgrime con dignidad su tradición y distinción. Que Rusia quede excluida de la alta competición internacional no deja de ser un doloroso aldabonazo al orgullo de Putin.