Cómo hacerse con un caballo de carreras por 70 euros al mes: “Cuando gana, es indescriptible”
Competir en el ‘turf’ no es solo cosa de ricos. A través de las cuadras multipropiedad, casi cualquiera puede disfrutar desde dentro de este deporte
“Es mucho más que presenciar una carrera y el poder apostar”, asegura Pepe García (50), propietario de Cuadra India
“Hay caballos, hijos de campeones, que pueden costar hasta 5 millones de euros”, dice Jaime Salvador (48), periodista especializado y expropietario de equinos
Son las once y media de la mañana de un domingo de finales de abril y la fila de coches en el acceso al hipódromo de La Zarzuela, en Madrid, colapsa el carril derecho de la A-6. Sus ocupantes acuden a esa gran extensión verde a ver caballos correr. También, a tomar el aperitivo al sol (si no está nublado), dejar que los niños se desfoguen en el césped y puede que ganar un dinerillo con las apuestas; aunque quizá eso es lo de menos. La escena se repite también en abril, pero los viernes, en San Sebastián. Muchos visitantes son ocasionales en busca de un plan original de fin de semana; otros son asiduos, verdaderos apasionados del turf (que es como se denomina este deporte), algunos de los cuales poseen, además, sus propios equinos. Una opción cada vez más al alcance de cualquiera.
“El turf es muchas cosas”, dice Pepe García (50). “Cuando llevo a alguien al hipódromo, lo paseo por las cuadras, le explico el proceso de entrenamiento, cómo se mima a los caballos; lo conduzco al paddock, le hago ver si un caballo está sudado, si lleva las manos vendadas, si tiene buen pelo; le hago partícipe de las indicaciones que da el preparador al jockey antes de la carrera; le muestro las taquillas, por si quiere apostar… Le vas metiendo el gusanillo de los secretos del turf. Y el que ha ido por primera vez, repite siempre. Es mucho más que una carrera y el poder apostar”.
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Entre semana, Pepe se dedica al márketing y a la dirección comercial de grandes empresas; pero su gran afición son los caballos de carreras. Es el propietario de Cuadra India, que tuvo en la yegua Joaquina su ejemplar más emblemático, y participa además en la multipropiedad Barra Sur, que compite con Colibrí y Tannhauser. Recuerda así el nacimiento de su afición. “Mi padre nos llevaba al hipódromo los domingos que podía. A su vez, Paquito Rodríguez, quien fue jockey y ahora es preparador, es primo de mi padre. Había un vínculo de familia. Pero quien nos metió en la sangre el veneno del turf fue mi padre. Seguíamos las carreras con un interés tremendo. Teníamos la habitación llena de posters de caballos y jockeys: Carudel, Román Martín, Gelabert y el propio Paquito”.
De la grada a la cuadra
¿Cómo se pasa de ser mero espectador a propietario de un caballo de carreras? “Yo tendría siete años y un día en el hipódromo le tiré de la chaqueta a mi padre y le dije: ‘Papá, algún día tendremos un caballo, ¿no?’. Me miró con incredulidad, como diciendo: ‘Hijo mío, eso es imposible’. Eso me dejó marcado. Me preguntaba: ‘¿Eso de tener un caballo es imposible?’. Si te propones una serie de objetivos en la vida y la suerte te va acompañando, los vas consiguiendo”. Cumplió su sueño en 2012, cuando compró su primer caballo con su padre y su hermano. Fundó entonces la Cuadra India, bautizada así en honor de otra pasión familiar, el Atlético de Madrid. Los jockeys que montan sus caballos visten chaquetilla rojiblanca.
Asegura que introducirse en este mundo no es difícil. “Se necesita pasión y algo de recursos”, concede. Los recursos económicos son importantes, en tanto en cuanto adquirir y mantener un caballo no es barato. Jaime Salvador (48) es periodista; trabaja en Reino Unido en una productora audiovisual. Colabora con medios especializados en turf de todo el mundo y llegó a ser speaker de La Zarzuela (el locutor que narra las carreras en directo por megafonía). A lo largo de su vida ha tenido cuatro caballos, el primero de los cuales lo compró con cuatro amigos por 2.500 euros.
Hasta cinco millones por un caballo
“El motivo por el que se organizan las carreras de caballos es mejorar la raza”, explica. “Por eso, en el precio de un caballo tiene mucha importancia el padre y la madre, según lo que han hecho en la pista. Un hijo de un semental bueno cuesta una pasta. Que una yegua se cruzase con Galileo, el mejor semental de la historia, costaba 500.000 euros. Y la yegua tenía que ser ganadora de grupo uno (la máxima categoría)… Hay caballos, hijos de campeones, que pueden costar hasta 5 millones de euros. Pero por otro lado el mejor caballo nacido en España de la era moderna, que se llama Noozhoh Canarias, costó solo 11.000 euros”. Jaime nos revela que el futbolista Jota Peleteiro tiene una yegua que se llama Portalma que costó 140.000 euros. El también futbolista Álvaro Odriozola posee un hijo de Galileo llamado Sir Antonino por el que pagó 300.000 guineas (unos 350.000 euros). “Pero un caballo por mil euros también puede salir bueno”, añade.
Una vez realizado el desembolso, llega el momento del mantenimiento diario del animal. En el hipódromo de La Zarzuela ese servicio —que incluye comida, entrenamientos y veterinario— ronda los 1.400 euros al mes. “En el mantenimiento te da igual que por el caballo hayas pagado un millón que mil euros. Cuesta siempre lo mismo”, indica Jaime. ¿Se rentabiliza la inversión, habida cuenta que en una carrera pueden correr incluso 15 caballos y solo uno se lleva el gran premio en metálico?
“La parte emocional compensa la material”
“Es complicado”, responde Pepe. “Ante todo, debes tener claro que no es un negocio. Si te lo planteas como tal, mal vamos. Hay que enfocarlo como una afición muy bonita y un sueño cumplido. Y si un día se alinean los planetas, sentirás lo que se experimenta ganando una carrera. Eso es indescriptible. De los diez años que he sido propietario, solo ha habido uno en que generamos algo de beneficio, que fue con Joaquina. Ganó en Madrid, San Sebastián y Sevilla. Se la conocía como ‘la honrada’, porque lo daba todo y siempre estaba en las llegadas. En premios ganó alrededor de 50.000 euros. El resto de años han sido todo pérdidas. Al final la parte emocional compensa la material”.
Algunas carreras, como el Gran Premio de Madrid, otorgan 55.000 euros al ganador. Pero no es el único que saca tajada. Lo explica Jaime: “El premio se divide y cobran los cuatro primeros, aunque lógicamente el ganador se lleva más. Entonces, si un caballo al mes te cuesta 1.400 euros de mantenimiento, necesita ganar tres carreras al año para que, como decimos en el mundillo, se pague el pienso. Te salga rentable. El caballo que gana el Gran Premio de Madrid ya tiene cubiertos tres años de mantenimiento. En Arabia Saudí hay carreras en las que el ganador se lleva 10 millones de euros”. Del importe del premio, el 80% es para el propietario; el 20% restante se divide a partes iguales entre el preparador y el jockey.
Las cuadras multipropiedad
Una opción al alza que permite casi a cualquier aficionado tener su propio caballo de carreras son las cuadras multipropiedad. Suelen formarse por grupos de amigos, familiares o compañeros de trabajo, que crean una comunidad de bienes en la que todos participan en la misma proporción. Todos ponen el mismo dinero, tanto para la compra del primer caballo como para el mantenimiento. “Y a partir de ahí, a compartir la afición de los entrenamientos, de los días de carreras…”, dice Pepe. Es decir, si los 1.400 euros mensuales de mantenimiento se dividen entre 20 propietarios, cada uno de ellos solo tendría que abonar 70 euros al mes. Los premios, si los hay, también se reparten equitativamente.
La primera cuadra multipropiedad en la que participó Pepe fue El Paddock. “Tiene una historia muy curiosa porque se originó en un foro de Internet, y a raíz de ahí nos apuntamos 35 personas”. Como escisión de esa cuadra nació Barra Sur, con la misma estructura. “Varios amigos quedábamos todos los domingos a tomar una cervecita en la barra sur del hipódromo, de ahí el nombre de la cuadra”, explica. “Se genera un rollo impresionante entre la gente que la compone: solemos quedar a comer en la cantina del hipódromo… Es como una segunda familia. Va mucho más allá de lo que es la competición. Cada uno es de su padre y de su madre, pero se crea una química que es muy difícil que se rompa”.
Jaime Salvador, que vive cerca de Londres, da fe de que la multipropiedad es una arraigada costumbre en Reino Unido, país de larga tradición caballística. “En Inglaterra lo llevan en plan club de fútbol: puede haber un caballo que tenga 3.000 dueños. Al año igual cada uno solo paga 60 libras: puedes ir al hipódromo a verlo cuando entrena por las mañanas, organizas comidas con el resto de socios…, y de las ganancias te llevas un tanto por ciento. Si tienes un caballo que gana una carrera de 10 millones de dólares, te llevas un buen dinero. En Australia ganó una multipropiedad una carrera millonaria y a cada dueño le tocaron cerca de cien mil euros”. Esa herradura sí que trajo suerte.