La testosterona es una de las palabras más presentes en el deporte. A veces se usa para sustituir a la ‘testiculina’, por llamarla de forma suave, cuando destacamos la bravura de un jugador, un boxeador o cualquier otro atleta. Otras veces se recurre a ella como excusa ante determinadas actitudes violentas, a veces de deportistas y casi siempre de hinchas.
Pero fuera de narraciones deportivas con términos rimbombantes, o simplemente conversaciones de barra de bar, conocemos algo sobre el efecto de la testosterona en el rendimiento deportivo y muy poco de su incidencia en el comportamiento de un hincha. Para saber más, hemos recurrido a los expertos. Médicos deportivos en todos los casos, pero cada uno con una parcela bien marcada. Deporte individual, colectivo y de emergencias para grandes eventos.
Lo primero que tenemos que saber es que la testosterona es una hormona esteroidea sexual que se produce en los testículos de los hombres y en los ovarios de las mujeres. Su concentración plasmática es, aproximadamente, diez veces mayor en los varones y tiene dos efectos fundamentales:
- El efecto anabólico: produce un aumento de la masa muscular y la fuerza, además de incrementar la densidad ósea.
- El efecto androgénico: actúa sobre la maduración de los órganos sexuales durante el crecimiento.
El doctor Pedro Vicente del Moral Gómez, especialista en Medicina del Deporte y Máster en Alto Rendimiento deportivo, fue el médico de la Federación Española de Boxeo durante 15 años. Destaca cómo la testosterona actúa en sus boxeadores a través de un “efecto anabolizante modificador de la respuesta, que actúa a nivel del sistema musculo-esquelético mejorando la fuerza explosiva”.
Para del Moral “desde el punto de vista fisiológico es fundamental llevar unos buenos niveles de testosterona. Estar a niveles normales, manteniendo niveles bajos de cortisol es magnífico para la fuerza explosiva en la competición”. Estos niveles, cuenta del Moral, se miden a través de un ratio testosterona/cortisol (no deben ser superiores a 5 nanogramos/mililitro).
“Como médicos buscamos la salud del deportista, por eso queremos que su testosterona esté a los niveles normales de cada uno. Y el nivel de cortisol, que es una hormona degradante, que esté más bajo para que los atletas no caigan en fatiga crónica o sobre-entrenamiento”, subraya del Moral.
Apunta el doctor que hay ciertos tipos de alimentos como las verduras o la cafeína que podrían influir o modificar ciertos niveles. Pero la realidad es que “el entrenamiento es un neuroregulador de los niveles de testosterona. Es totalmente ilegal añadir testosterona exógena, y además es una sustancia muy fácil de detectar. Puedes localizar radicales de testosterona hasta 8 o 9 meses después de tomarla”.
El doctor sabe de lo que habla pues formó parte de la Comisión de Dopaje, además de ser miembro de la comisión médica del Comité Olímpico Español y la Asociación Internacional de Boxeo. Tras tratar a púgiles como ‘Balita’ Lozano, ‘El Lince de Parla’ Castillejo o ‘El Cazador’ Navarro, nunca tuvo un caso de doping.
Para José Carlos Saló Cuenca, médico de la Federación Española de Rugby desde 2009, este es uno de los deportes de equipo con mayor contacto físico que existen. Afirma que “los niveles de testosterona influyen en mayor medida en actividades que requieran más fuerza y potencia que en otras que se busque más la precisión u otro tipo de habilidades”.
Saló, que también es coordinador de la Unidad de Traumatología del Hospital Arnau de Vilanova y Educador y Medial Trainer de la World Rugby, afirma que poco tiene que ver que el deporte sea individual o colectivo para tener unos niveles de testosterona más altos o más bajos.
Apunta que el aumento de la testosterona puede variar, dependiendo del deportista, entre un 13 y un 30% después de un ejercicio intenso. Si bien, unos niveles normales de testosterona varían entre los 280 y 1.100 nanogramos por decilitro para los hombres, y 15 y 70 nanogramos por decilitro para las mujeres.
Igual que su compañero, concluye que unos niveles demasiado altos son producto de la testosterona exógena, es decir, del doping. La testosterona como producto dopante se detectó por primera vez en los JJOO de Los Ángeles 1984 y demostró que aumentaba la fuerza y la potencia muscular, además de mejorar el rendimiento y la recuperación en los deportes de resistencia.
Queremos saber, más allá de los deportistas, si la testosterona influye en el comportamiento agresivo, y a veces violento, de algunos hinchas. Sobre todo, en el fútbol, estamos hartos de ver cómo los aficionados cambian su comportamiento cuando se acerca un gran partido, y en especial cuando se disputa la competición.
Alberto Cerqueira, médico del SAMUR-Protección Civil, es autor del estudio ‘Teorías sobre la Agresividad y la violencia y su proyección al ámbito deportivo’ en el que asegura que “la exacerbación por las tendencias de frustración presentes entre los espectadores, aunque provenientes de otros ámbitos de la vida social, se proyectaban en el deporte o el encuentro en liza, y junto con elementos como el alcohol y las drogas es uno de los posibles orígenes de la violencia en el deporte”.
Para su trabajo pudo investigar como la mayoría de estudios “defienden más la influencia del ámbito psicosociológico, es decir personas en riesgo de exclusión social o con problemas personales, que otros factores biológicos como la testosterona”.
Incluso si hablamos de grupos de ultras que se entrenen en tácticas de lucha y violencia, el doctor asegura que “tampoco tendrán un nivel alto de testosterona el día del partido. Tendrán una predisposición a reaccionar de forma violenta, pues su preparación no deja de ser un entrenamiento. Pueden generar una respuesta automática en una agresión, pero será por conducta de su entrenamiento, no por testosterona”.
Por tanto, no nos queda otra que exculpar a la testosterona y sí apuntar a los factores psicosociológicos. Por eso, para el doctor Cerqueira “la violencia es la respuesta de la persona que no es capaz de resolver un conflicto. Si además esa persona tiene dominancia sobre el resto, los demás van a imitar esa respuesta, aunque no sean violentos. Es lo que popularmente se conoce como el ‘efecto Manada’.
Un efecto que Cerqueira ha podido comprobar en muchas ocasiones ya que, desde hace cinco años, cubre grandes eventos deportivos con el SAMUR-Protección Civil, desde partidos de fútbol hasta maratones, y antes de eso fue médico en el Getafe CF durante 11 años.
(*Felipe Rodríguez es periodista y entrenador de Rugby).