La oruga procesionaria del pino (Thaumetopoea pityocampa) es una especie perteneciente al grupo de los lepidóptero y a la familia de los notodóntidos que en los últimos años se ha convertido en una de las mayores plagas de España. Este insecto, que abunda en los bosques, parques, jardines y otras zonas con presencia de pinos, recibe este nombre por el característico peregrinaje que llevan a cabo cuando, tras romper el bolsón en el que anidan, caen al suelo para buscar un destino bajo tierra en el que completar su metamorfosis para, finalmente, convertirse en mariposa.
Este desfile suele producirse, según el ciclo tradicional de este insecto, a principios de la primavera, en los meses de marzo y abril, aunque el aumento de las temperaturas está favoreciendo que se adelante al mes de febrero. Y pese a que a primera vista puede resultar completamente inofensivo, la realidad es que supone una importante amenaza para los niños y, sobre todo, para las mascotas.
La oruga procesionaria es un insecto cubierto por pelos urticantes blanquecinos conocidos como tricomas. Estas vellosidades tienen púas que contienen una toxina conocida como thaumatopina, que puede provocar picazón, irritación e importantes reacciones alérgicas en caso de contacto.
Aproximadamente, se calcula que cada oruga procesionaria dispone de entre 500.000 y 600.000 pelos urticantes, que utilizan como mecanismo de defensa. Así, cuando uno de estos insectos se siente amenazado, expulsa estas vellosidades al aire, que pueden ser arrastradas por el viento hasta una distancia de 200 kilómetros.
Los efectos de la toxina de las púas pueden durar hasta un año. En caso de que entren en contacto con alguna persona, estas púas pueden generar reacciones alérgicas, urticarias, dermatitis o incluso lesiones oculares. Pero si afectan a una mascota, como un perro o gato, pueden provocarles importantes daños para la salud y, en algunos casos, hasta la muerte. Por ello, es importante que en esta época del año aumentemos las precauciones para evitar que nuestros animales de compañía entren en contacto con estos insectos.
Los efectos que una oruga procesionaria puede tener sobre nuestra mascota dependen de la cantidad de vello que haya entrado en contacto con el animal. No obstante, los principales síntomas que suelen experimentar son dificultades respiratorias, inflamación en el hocico y la cabeza, convulsiones, picores intensos, salivación abundante, fatiga, fiebre y vómitos, entre otros.
Si detectamos alguno de estos síntomas en nuestra mascota, debemos actuar con rapidez y llevarle al veterinario más cercano para que le puedan tratar correctamente, ya que la reacción podría ser mortal. En estos casos, es importante que mantengamos la calma en todo momento y que evitemos que nuestra mascota se lame o rasque las zonas afectadas.
Además, para poder aliviar sus molestias, podemos intentar retirar el vello que haya podido dejar la oruga en su pelaje, aunque, eso sí, con guantes en las manos y mucho cuidado, ya que si tocamos estos pelos podríamos tener nosotros mismos una reacción alérgica.