La gota es una forma de artritis muy común, compleja y dolorosa producida por la acumulación de cristales de ácido úrico en las articulaciones. Esta enfermedad, que suele afectar principalmente a los hombres de entre 30 y 50 años y a aquellos con antecedentes familiares, se caracteriza por causar repentinos ataques de dolor articular, inflamación, enrojecimiento y sensibilidad en una o más articulaciones, generalmente en el dedo pulgar del pie.
Dentro de la gota, se pueden distinguir tres fases clínicas: la hiperuricemia, que aparece cuando hay un exceso de ácido úrico en la sangre, el ataque de gota y la gota crónica.
Los ataques de gota surgen cuando se produce una reacción inflamatoria contra los cristales de ácido úrico depositados en las articulaciones. Estos ataques suelen presentarse de noche y acompañados por fiebre, y en la mayoría de los casos son extremadamente dolorosos.
Para que un paciente experimente un ataque de gota, es necesario que antes haya pasado por un periodo de hiperuricemia, aunque no toda la gente que tiene una elevada presencia de ácido úrico en sangre acaba sufriendo la enfermedad. En caso de que se produzca, no obstante, el dolor permanecerá durante un par de días y la articulación tardará en recuperarse aproximadamente unas tres semanas.
Si los ataques de crónica no se tratan, los ataques continuarán y los cristales de ácido úrico se irán infiltrando en las articulaciones, causando su desgaste. Es, entonces, cuando se entiende que el paciente padece gota crónica, una enfermedad que provoca grandes dolores y que puede causar deformación, rigidez y un daño permanente a las articulaciones.
Los síntomas de gota siempre ocurren de forma repentina y, por norma general, de noche. Los pacientes que padecen estos problemas experimentan un dolor articular intenso, tras el que sienten una molestia permanente que puede durar uno o varios días. Además, también pueden ver cómo sus articulaciones se hinchan y cómo se reduce su movilidad.
En caso de que una persona experimente un dolor articular intenso, deberá ponerse en contacto con su médico para que pueda hacerle un diagnóstico y darle el tratamiento que necesita, ya que, de no tratarlo, la enfermedad empeorará y afectará aún más las articulaciones.
Para prevenir su aparición, los pacientes que tengan una significativa presencia de ácido úrico en su organismo deben adaptar su alimentación para reducir el consumo de carnes rojas, pescados grasos o azules, mariscos, embutidos y pescados en conserva.
Además, tienen que beber muchos líquidos y evitar tanto el consumo de refrescos con fructosa como el de alcohol. En este sentido, deben tener especial cuidado con la cerveza, ya que esta bebida puede tener un efecto mucho más nocivo en nuestro organismo por su alto contenido en purinas.
Si un paciente tiene sobrepeso, deberá intentar eliminarlo, ya que las personas con sobrepeso producen más ácido úrico y, consecuentemente, son más propensas a padecer esta enfermedad. No obstante, a la hora de adelgazar, es importante que se eviten las dietas milagro, ya que estas pueden aumentar la hiperuricemia.
Las personas diagnosticadas con hiperuricemia, además, deberán seguir el tratamiento médico que les hayan diagnosticado y someterse a analíticas periódicas para mantener bajos su nivel de ácido úrico en sangre.