Salir del trabajo un viernes y aprovechar con los compañeros para tomarse unas cañas e interactuar fuera del entorno laboral es algo que muchos hacen, más ahora con la llegada del buen tiempo que se puede hacer al fresco de una terraza. Esto se repite un sábado de tardeo con los amigos o un domingo cuando aprovechas para tomar el aperitivo. Aunque en principio una simple caña no hace daño, hay personas a las que la cerveza no les sienta del todo bien y se aconseja no tomarla. ¿A quiénes? ¿Por qué?
España es uno de los países donde más se consume cerveza en proporción a su población. Bien es sabido que el alcohol tiene efectos sobre la salud, especialmente cuando se consume con frecuencia y en altas cantidades, produciendo la aparición de patologías, como problemas hepáticos.
De esta manera, el gastroenterólogo Jonathan Kung explicaba a Eat This que hay diferentes tipos de personas que, debido a sus problemas o enfermedades, no deberían beber cerveza para así reducir posibles riesgos y la aparición de síntomas que afectan a su día a día.
Uno de esos grupos son los diabéticos, pero también las personas que tienen riesgo de desarrollarla o padecerla. "La cerveza puede inducir rápidamente un aumento en el nivel de azúcar en sangre del paciente, o en ayunas, puede causar un aumento rápido de la insulina y causar una hipoglucemia, que también es peligrosa", explica el experto al medio citado. De esta manera, si se consume alcohol siendo diabético, se aconseja que se haga moderadamente y con la enfermedad bien controlada.
Aquellos que tengan sobrepeso o estén intentando perder unos kilos tampoco deberían tomar cerveza, tampoco otras bebidas alcohólicas porque tienen grandes cantidades calóricas. "La cerveza contiene entre 100 y 200 calorías con poco valor nutricional", dice el experto. Además, hay estudios que señalan que consumir 500 mililitros de cerveza a diario o más aumenta el riesgo de no perder peso, sobre todo en hombres.
Las personas que tienen intolerancia al gluten o lo sospechan también deberían alejarse de las cañas, ya que muchas cervezas contienen gluten y "puede desencadenar una respuesta inflamatoria en el intestino de muchos pacientes que provoca síntomas gastrointestinales", señala el experto. No obstante, existen cervezas sin gluten que son una alternativa fantástica para los intolerantes al gluten.
Continuando con los problemas estomacales, aquellos que sufran del síndrome del intestino irritable. "La cerveza a menudo causa hinchazón, gases, diarrea y, a veces, dolor abdominal al irritar la pared del intestino o causar retención de líquidos en algunos pacientes", apunta Jonathan Kung, por lo que la cerveza puede potenciar los síntomas de este tipo de pacientes.
Como es evidente, las personas que presentan una enfermedad hepática o cirrosis, pues tal y como explica Kung, "la cerveza es alcohol que, cuando es metabolizado por un hígado ya irritado, puede acelerar aún más el daño al parénquima del hígado y, en última instancia, puede provocar una disminución de la función hepática".
El último grupo de personas al que señala el experto es a los que sufren de acidez estomacal porque "la cerveza debilita la capacidad de cierre del esfínter esofágico inferior, provocando que más ácido se revierta en el esófago y provoque síntomas de acidez estomacal".