Por qué nunca deberías meter una lata de conservas abierta en la nevera
Una tecnóloga de los alimentos explica los riesgos de esta costumbre para la salud
Si no se acaba, lo recomendable es meterla en un tupper
De una simple conserva a un plato estrella: cómo hacer una cena con amigos solo con las latas de tu despensa
Una lata de conservas soluciona cualquier cena de una noche calurosa. Es de lo más socorrido en los meses de julio y agosto. Rico, fácil y saludable. Abrir, servir y listo. De diferentes sabores y tamaños, es normal que las más grandes no se suelan terminar de una sola sentada y las metamos sobre un plato en la nevera para disfrutarlas la noche siguiente. Mientras que cerrada puede aguantar meses, incluso años, en la despensa, una vez abiertas deben consumirse en el mismo día porque si no tienden a ser una fuente de bacterias y pueden poner en verdadero riesgo nuestra salud. Te explicamos el porqué.
El secreto para que las latas duren tanto tiempo en óptimas condiciones es, por un lado, los materiales con los que se fabrican: aluminio y acero laminado, y, por otro, el vacío que se produce en el alimento en el momento del envasado y que tiene capacidad esterilizadora. Antes de meter el alimento en el recipiente, pasan un procesamiento térmico que es el que destruye los microorganismos que han colonizado el alimento y los destruye.
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Los principales peligros
El problema de cuando las abrimos es que ese vacío desaparece y si no las consumimos y las guardamos en la nevera, la propia acidez de los productos que contiene, junto con el oxígeno al que está expuesto, puede causar una reacción química, confiriendo al alimento un gusto metálico y desagradable.
Además, otro de los inconvenientes es que el líquido que los recubre se evapore y estos, al secarse, absorban los olores de otros alimentos guardados en la nevera, haciendo su ingesta desagradable por el cambio en el sabor. También, es muy probable que el líquido pueda derramarse sobre otro alimento, contaminándolo y haciendo necesario tirarlo.
Estos problemas afectan sobre todo al sabor, pero otro de los problemas que pueden ocurrir de forma menos habitual es que el alimento se contamine con bacterias u hongos. Beatriz Robles, tecnóloga de alimentos y autora de ‘Come seguro comiendo de todo’, explicaba en su cuenta de Instagram que uno de los riesgos más graves es el del botulismo, una enfermedad causada por una toxina que sintetiza la bacteria Clostridium botulinum.
Aunque improbables, un brote de este tipo tuvo lugar en 2020 en el atún del supermercado DIA. Los efectos de esta enfermedad pueden aparecer en un plazo de entre 12 y 36 horas después de que la toxina acceda al torrente sanguíneo y entre sus síntomas incluye dificultad al hablar o al tragar, debilidad facial, boca seca, parpados caídos, náuseas, calambres o vómitos.
Por lo tanto, para evitar este problema, la tecnóloga asegura que lo mejor es guardar el sobrante en un tupper que se pueda cerrar. De esta forma, el alimento aguantará entre tres y cuatro días sin ponerse malo ni cambiar de sabor.