Tras dos días de (semi) tregua, los termómetros vuelven a dispararse. La ola de calor pone en jaque a medio país, mientras los incendios avanzan arrasando todo a su paso. Los expertos advierten que esto que estamos viviendo va a ser lo normal en los próximos años y que, probablemente, este sea el verano más fresco que recordemos. Desde que comenzaron las temperaturas extremas han muerto casi 700 personas en España, unos datos que se espera empeoren en las siguientes jornadas, lo que ha llevado a modificar incluso horarios laborales de aquellos que trabajan en plena calle. Con el mercurio disparado de nuevo, te contamos cuáles son las temperaturas límite a las que puede sobrevivir nuestro organismo.
La temperatura corporal de cualquier persona sana se sitúa entre los 36,1 y los 37,2 grados, dependiendo del momento del día, la edad, el desarrollo hormonal… para esta regulación entran en juego los termorreceptores, localizados en la piel, los termorreguladores, basados en la sudación y la vasodilatación, y el área de control localizada en el cerebro. Existen varios motivos por los que nuestro cuerpo cambia de temperatura, siendo el más claro la fiebre.
El aumento de la temperatura corporal hace que entren en acción diferentes mecanismos compensadores que buscan proteger al cuerpo y avisarle de que algo no va bien. Cuando la temperatura ambiental es alta, como estamos viviendo estos días, la piel debe liberar el exceso de calor mediante la sudoración para mantenerse por debajo de los 38 grados.
Sin embargo, si la exposición es prolongada, nuestro organismo no es capaz de controlar la diferencia entre nuestra temperatura y la del exterior y empieza a avisarnos de que debemos bajarla como sea. Esto se materializa en los golpes de calor, que se producen cuando el cuerpo humano se mantiene por encima de los 40ºC durante un tiempo prolongado, lo que puede ocasionar graves daños en órganos vitales…. y si no se pone remedio a tiempo, también la muerte.
En el extremo opuesto tenemos la hipotermia que se produce cuando la temperatura corporal es demasiado baja, el cuerpo no es capaz de compensar el contraste térmico con el exterior y empieza a perder más calor que el que es capaz de producir. Es un problema cuando el organismo baja por debajo de los 35 grados y empiezan los escalofríos. Después llegan los síntomas de congelación y si no se pone remedio a tiempo se termina produciendo una insuficiencia cardiaca y del sistema respiratorio que puede llevar también a la muerte.
En estos días es especialmente importante que estemos atentos a las señales que nos manda nuestro organismo y que nos avisan de que algo no va bien. Entre los síntomas comunes de los golpes de calor se encuentran la fiebre por encima de los 40 grados, confusión, agitación, piel caliente y seca, náuseas, piel enrojecida, pulso acelerado, dolor de cabeza, desmayo y respiración rápida, entre otros.
Si sospechas que estás sufriendo uno, refúgiate en un sitio refrigerado, llama de inmediato al 112 e hidrátate tan pronto como te sea posible, eso sí, nunca con agua demasiado fría ya que la posibilidad de shock es mayor. Si es posible, es aconsejable refrescarse o darse una ducha templada e ir bajando la temperatura poco a poco.