Demencia significa locura o trastorno de la razón, también es el deterioro progresivo de las facultades mentales que causa graves trastornos de conducta. En algunos de nuestros mayores, la demencia senil la desencadena el envejecimiento. Nadie quiere llegar a estos extremos, sin embargo, tenemos una gran parte de responsabilidad que empieza en la alimentación. Desde Uppers recogemos el testigo de los especialistas, nutricionistas y neurólogos, que subrayan qué alimentos causan demencia porque influyen directamente en el cerebro.
De una dieta buena, saludable y enérgica depende el adecuado funcionamiento del organismo y la protección de los órganos y esto también incluye al cerebro que consigue mantenerse joven, sano y activo a pesar de la vejez. Los expertos insisten en que un menú diario adecuado le aporta al cerebro la energía que necesita y posibilita el desempeño de procesos cognitivos como el razonamiento, la memoria y el aprendizaje. Del mismo modo, estabiliza el estado de ánimo y el temperamento y mantiene a raya el desarrollo de enfermedades cerebrales como las neurodegenerativas.
Por otra parte, alimentarse de aquello que el organismo no necesita genera alteraciones, provoca enfermedades y baja las defensas. El cerebro por su parte se enfrenta a problemas neurológicos que desencadenan enfermedades mentales. Lo positivo es que siempre se está a tiempo de cambiar y mejorar la alimentación, sin importar la edad. Los efectos se perciben prácticamente desde el primer día.
Según Uma Naidoo, psiquiatra nutricional y miembro de la facultad de la Escuela de Medicina de Harvard, existen cinco alimentos que afectan las capacidades cognitivas, debilitan la memoria, la concentración y la capacidad de aprendizaje, sobreexcitan y provocan ansiedad. Aconseja que habría que retirarlos de la dieta poco a poco si se consumen de forma habitual para después convertirlos en esporádicos hasta eliminarlos por completo del menú. El objetivo es evitar la demencia a medida que se envejece, con el apoyo de una alimentación saludable, para seguir siendo capaces de concentrarse y permanecer alerta a lo que nos rodea cada día.
En su libro Lo que la comida le hace a tu cerebro, Uma Naidoo explica “cómo nuestras bacterias intestinales pueden desencadenar procesos metabólicos e inflamación cerebral que afecta a la memoria”. De este modo, cabe la posibilidad de reducir el desarrollo de una demencia “evitando los alimentos que comprometen nuestras bacterias intestinales y debilitan la memoria, la concentración, el pensamiento agudo y la toma de decisiones adecuada”.
La psiquiatra nutricional enumera cinco alimentos que habría que eliminar del menú para nuestra salud mental y no desarrollar demencia o retrasarla ante la vejez:
La energía que necesita el cerebro para trabajar e impulsar la actividad celular es la glucosa que está presente en los alimentos de forma natural. El azúcar en sí mismo, así como el azúcar añadido y refinado o la fructosa de algunos alimentos procesados, de los ultraprocesados o de las bebidas azucaradas aporta al celebro un exceso de glucosa que no necesita. Según distintos estudios, ese exceso de glucosa se ha relacionado con problemas de memoria y una menor plasticidad del hipocampo, el área del cerebro que controla la memoria.
Las patatas fritas, los aperitivos fritos, las tempuras, los alimentos preparados como las croquetas o los fingers de pollo y de queso causan inflamación y dañan los vasos sanguíneos. Al final se ve afectado el riego al cerebro lo que igualmente repercute en la capacidad de aprendizaje y en la memoria. Incluso ciertos estudios, según la doctora, relacionan la depresión y la resiliencia mental con el consumo de frituras. Estos alimentos al igual que la comida rápida “ocasiona cambios químicos en nuestro cerebro que pueden provocar adicción y afectan a la producción de dopamina, el neurotransmisor responsable de mantener el estado de ánimo en equilibrio”. Por tanto, llegan a causar ansiedad y depresión.
Aunque algunos alimentos no tengan un sabor dulce, como los carbohidratos, aquellos con una alta carga glucémica son procesados por el cerebro como si fuera un azúcar. Se trata del pan blanco, las pastas de cereales que no son integrales, el arroz blanco, las harinas refinadas... Su índice glucémico es muy alto lo que quiere decir que se convierten muy rápidamente en glucosa cuando se descomponen durante la digestión resultando excesivo para el cerebro. Este órgano como hemos dicho necesita glucosa para trabajar, pero en dosis lentas, que sí le aportan los carbohidratos de calidad de granos integrales y alto contenido en fibra. La miel, el zumo de naranja o el pan integral son alimentos clasificados con un índice glucémico medio y los vegetales verdes, la mayoría de las frutas, las verduras crudas, los garbanzos o las lentejas, por su parte, son clasificados con un índice glucémico bajo. Estos últimos son los más recomendados para la función cerebral.
La doctora también asegura que diversos trabajos han demostrado como el consumo de carbohidratos de mejor calidad reduce las probabilidades de desarrollar depresión, aumenta la memoria y favorece la concentración.
Es una fuente extra de calorías vacías. El alcohol no es bueno para el organismo y menos para el cerebro porque incide directamente en el desarrollo de la demencia, aunque la respuesta de cada persona ante su abuso no sea la misma, según explica Uma Naidoo. Es evidente que el alcohol no permite pensar con claridad, concentrarse o tomar decisiones correctas sino todo lo contrario. Afecta a la zona prefrontal del cerebro, el área que controla las funciones de acción y ejecución, el desarrollo de estrategias e ideas, la planificación, la memoria de trabajo o de aprendizaje, la atención selectiva o el control de la conducta.
La industria alimentaria emplea los nitratos como conservantes e igualmente para realzar el color de los preparados de carnes curadas como el tocino o el bacon, los embutidos o las salchichas. La doctora subraya que estos nitratos alteran las bacterias intestinales lo que acaba repercutiendo en las funciones cerebrales causando depresión y hasta trastornos bipolares.
Además de los azúcares añadidos, los edulcorantes, los fritos, los carbohidratos de alta carga glucémica, el alcohol y los nitratos, los expertos en nutrición destacan que también habría que eliminar de la dieta otros ingredientes y alimentos. Es el caso de las bebidas gaseosas o carbonatadas debido a su contenido en ácido fosfórico y sodio, unos componentes químicos que generan hipertensión arterial y deriva en problemas circulatorios de los vasos capilares del cerebro. Los nutricionistas añaden el glutamato monosódico como aditivo para potenciar el sabor de algunos alimentos procesados. Al organismo le cuesta liberarlo y se acaba “intoxicando” y provocando enfermedades que afectan al hipotálamo y aceleran la pérdida de memoria. Igualmente incluyen las grasas trans, que se relacionan con el Alzheimer y “llegan a afectar a la memoria verbal y a las capacidades cognitivas ralentizando los reflejos y la respuesta cerebral ante los estímulos”.