¿Por qué te despiertas antes de que suene la alarma?

Quedan dos horas para seguir durmiendo, pero te despiertas y ya no hay manera de conciliar el sueño. Al rato no sabes si seguir en la cama o adelantar la rutina mañanera, lo cierto es que estás cansado. En Uppers hemos consultado por qué nos despertamos antes de que suene el despertador con un especialista en sueño. No hay problema si el hecho de despertarse antes de lo que toca es puntual, por ejemplo, debido a un fuerte ruido repentino. Al convertirse en una costumbre es cuando hay que buscar la causa y ponerle remedio para conseguir tener un sueño reparador y saludable; tal como apuntan los expertos se logra durmiendo unas ocho horas diarias de media.

Dormir: una función vital para el organismo

Dormir es vital para el organismo. Mientras estamos despiertos las neuronas establecen conexiones entre ellas como resultado de las experiencias, creando recuerdos y respuestas continuamente como forma de aprendizaje. Al pillarte el dedo con una puerta, el cerebro asocia lo sucedido con el dolor en el dedo haciendo que la respuesta ante esa situación si se repite sea distinta para no volverse a pillar. Durante el sueño, el cerebro revisa las conexiones que se han ido sucediendo a lo largo del día, suprime lo que no es relevante y refuerza lo que sí lo es. Según detallan los expertos, los últimos descubrimientos apuntan además que “el cerebro elimina subproductos neurotóxicos que se acumulan durante las horas de vigilia”.

Cuando se duerme menos de siete horas cada día, ya no hay solo un problema de cansancio, está demostrado que se producen consecuencias graves para la salud:

Consecuencias de dormir menos de siete horas diarias

  • Incremento de la grasa corporal.
  • Trastornos del apetito: baja la producción de leptina, la hormona que alerta de que ya se ha comido suficiente, y aumenta la grelina, la hormona que indica la sensación de hambre, especialmente de la necesidad de azúcares.
  • Reducción de la masa muscular: al dormir aumenta la secreción de la hormona del crecimiento, que estimula la reparación de los tejidos, que abarca todo el organismo, desde la piel hasta los músculos, los pulmones o las uñas. La falta de sueño interfiere con este proceso y además hace descender el metabolismo.
  • Riesgo de diabetes: la sensibilidad a la insulina es básicamente la capacidad para procesar el azúcar. Si hay resistencia a la insulina, la glucosa en sangre se mantiene elevada durante más tiempo, con lo que hace falta más insulina cada vez para obtener el mismo efecto.
  • Aumento del estrés: la falta de sueño afecta al eje hipotalámico-hipofisario-adrenal, el sistema que controla el metabolismo, la digestión, el sistema inmunitario y el estrés. Al despertar, aumentan los niveles de cortisol, la hormona del estrés, lo que ayuda a desperezarnos, y va descendiendo a las pocas horas. Ante problemas de sueño el cortisol se mantiene elevado hasta la tarde, con el riesgo de sufrir enfermedades, una mayor irritabilidad y nuevos problemas de sueño en la noche siguiente.
  • Menos capacidad cerebral: cuando la privación de sueño es total, a largo plazo llega la pérdida de memoria e incluso la creación de recuerdos falsos. El problema es que la privación parcial también afecta a funciones cognitivas básicas como la memoria de trabajo, la atención o la toma de decisiones.
  • Reducción de la esperanza de vida.

Con todo ello, queda claro la necesidad de dormir unas 8 horas diarias porque todo el organismo se ve afectado, desde la primera hasta la última célula. El sueño equilibra los ritmos circadianos o el reloj biológico interior. Los expertos consultados recomiendan buscar el motivo que provoca ese despertar anterior al tiempo que nos marcamos cada día. Lo podemos comprobar cuando nos encontramos con los ojos como platos mucho antes de que suene el despertador. Una vez demos con la causa podremos ponerle remedio en la medida de nuestras posibilidades o con la ayuda de un especialista para empezar a dormir bien, es decir, cumplir con esas 8 horas diarias reparadoras y saludables que se aconsejan.

Qué provoca que nos despertemos antes de tiempo

Las causas que nombran los profesionales médicos especializados en el sueño que provocan que nos despertemos antes de tiempo son:

  1. El insomnio: no solo se denomina insomne a aquella persona que le cuesta conciliar el sueño o pasa la noche en vela, sino a la que se despierta en mitad de la noche o varias horas antes de tener que levantarse. La causa principal del insomnio es el estrés, donde el sistema nervioso simpático, que tendría que reducir su actividad cuando nos vamos a la cama, en cambio, sigue alerta, lo que impide dormir bien.
  2. El estrés: como hemos explicado el cortisol y otras hormonas del estrés estimulan el sistema nervioso para estar alerta y que el organismo esté preparado para la respuesta de lucha o de huida. Estar estresado llega a interrumpir el sueño o provoca ese despertar tan temprano. Se añade la ansiedad que acompaña al estrés, que nos hace querer salir corriendo de la cama debido a todos los pensamientos negativos que nos asaltan.
  3. El embarazo: los cambios hormonales que se suceden durante el embarazo también provocan insomnio. En el primer trimestre sobre todo hay cambios importantísimos en el cuerpo, mentales y en los hábitos, a lo que se suman los calambres en las piernas o el aumento de la necesidad de ir más al baño.
  4. La edad: cumplir años también viene acompañado de trastornos de sueño. El organismo rebaja la producción de melatonina, la hormona que regula el sueño y la vigilia, al igual que los ritmos biológicos del cuerpo. A medida que se envejece además se reduce la necesidad de dormir tantas horas.

Los problemas de sueño son intrínsecos al embarazo o al hecho de cumplir años, pero el estrés sí que es posible intentar atajarlo para poder dormir más horas. De todos modos, los expertos recomiendan aplicar lo que llaman la higiene del sueño que consiste en lo siguiente: no dormir nunca una siesta mayor a 30 minutos; no practicar deporte tres horas antes de irse a la cama; esperar unas dos horas tras la cena para acostarse; no beber alcohol y menos durante esa cena; cumplir una rutina diaria para acostarse y levantarse de modo que se haga siempre a la misma hora; y, por último, no utilizar dispositivos electrónicos en la cama ni hacer llamadas.