La tensión arterial es la fuerza que ejerce la sangre contra las paredes de las arterias, que son grandes vasos por los que circula la sangre en el organismo. Se considera que la persona presenta hipertensión cuando su tensión arterial es demasiado elevada. De la tensión arterial se dan dos valores: el primero es la tensión sistólica y corresponde al momento en que el corazón se contrae o late, mientras que el segundo, la tensión diastólica, representa la presión ejercida sobre los vasos cuando el corazón se relaja entre un latido y otro.
La mayoría de las personas hipertensas ignoran que lo son, pues la enfermedad no siempre va acompañada de síntomas o signos de alerta, por lo que se dice que mata silenciosamente. Por tanto, es muy importante medir la tensión arterial periódicamente. Pueden presentarse síntomas como cefaleas matutinas, hemorragias nasales, ritmo cardiaco irregular, alteraciones visuales y acúfenos. La hipertensión grave puede provocar cansancio, náuseas, vómitos, confusión, ansiedad, dolor torácico y temblores musculares.
La única manera de detectar la hipertensión es recurrir a un profesional sanitario para que mida nuestra tensión arterial. Se trata de un proceso rápido e indoloro que también podemos hacer nosotros mismos con un aparato automático, si bien es importante que un profesional valore el riesgo existente y los trastornos asociados.
Una de las principales preocupaciones es no sólo que existen muchísimas sustancias que pueden aumentar significativamente nuestra presión arterial, sino que además muchas de ellas están indicadas para mejorar otro problema de salud, en cuyo caso lo que nos queda es consultar al médico para saber si podrían estar ejerciendo un efecto opresor que sea desfavorable para el sistema cardiovascular, y cuáles de ellas lo estarían haciendo.
La Sociedad Española de Hipertensión recomienda seguir una serie de consejos para garantizar un estilo de vida más saludable:
1. Controla el peso. En algunos casos, una reducción de peso controlada es beneficiosa para equilibrar los niveles de tensión.
2. Realiza ejercicio físico moderado y regular. Debes evitar el sedentarismo, por ejemplo, caminando entre media hora y una hora diaria o con otro tipo de actividades aeróbicas como el baile, el aerobic, el ciclismo en días alternos… Teniendo en cuenta tus posibilidades reales.
3. Cuidado con el estrés. El aumento de la ansiedad y la tensión emocional resultan peligrosos para el corazón, ya que incrementa los niveles de tensión. Intenta relajarte y evitar el estrés tanto en casa como en el trabajo.
4. Huye del tabaco y modera el consumo de alcohol y café. Evita fumar, así como ser fumador pasivo. Así mismo, más de dos o tres tazas de café diarias o más de dos vasos de vino al día no son recomendables.
5. Reduce la sal en las comidas. La sal incrementa la tensión, por lo que no hay que abusar de ella. Puedes sustituirla por apio o hierbas aromáticas para no restar sabor a las comidas.
6. Evita las grasas de origen animal. Mejor incorporar alimentos de origen vegetal.
7. Cocina más sano. Presta especial atención al modo de preparar la comida, ya que es preferible cocinar los alimentos al vapor, al horno o a la plancha, y evitar las frituras y las salsas.
8. Sigue una dieta rica en potasio, magnesio y calcio. El consumo de alimentos que contienen estos minerales regula los niveles de tensión.
9. Consulta con el farmacéutico acerca de soluciones nutricionales. Cuando la dieta no te garantice el aporte necesario de los anteriores nutrientes, puede ser que necesites reforzarla mediante complementos alimenticios que contengan potasio y péptidos lácteos.
10. Vigila los niveles de tensión y sigue las recomendaciones médicas. Los controles periódicos de tensión son fundamentales en adultos mayores de 40 años, sobre todo si se tienen antecedentes familiares de hipertensión. Estos chequeos pueden realizarse tanto en el médico de cabecera como en la farmacia. En aquellos casos en los que se diagnostique hipertensión, el médico establecerá el tratamiento a seguir.