Hay pocas cosas más españolas que quedar a tomar el aperitivo. Un buen vermut, una caña o una copa de vino en condiciones, todo aderezado con aceitunas, patatas fritas y demás variantes. ¿Cómo un momento tan placentero puede poner en riesgo nuestra salud? Cada año se diagnostican más de 600.000 casos de cáncer de esófago, unas cifras que lo ubican como el séptimo más común en nuestro país. Su tasa de supervivencia no es demasiado elevada, a los 5 años ronda el 10%, aunque bien es cierto que tras la intervención quirúrgica se eleva a entre el 15 y el 40%.
A diferencia de otros cuyo diagnóstico precoz es más sencillo, aquí los síntomas no aparecen hasta que la enfermedad está avanzada y por lo tanto es uno de los que más estudian recientemente. En esta línea se ha publicado un último estudio que relaciona factores del estilo de vida modificables a este tipo de afección e incluso muestra algunos que podrían tener efecto protector. Te lo contamos.
Esta última investigación consiste en una revisión general y metaanálisis de todo lo investigado hasta el momento sobre la relación entre la alimentación y el riesgo de padecer este tipo de cáncer. Tras un proceso de cribado se observaron hasta 32 asociaciones entre factores dietéticos y esta enfermedad. El más claro es el consumo de alcohol que está asociado a un riesgo muy alto de terminar sufriendo esta enfermedad.
No es la primera vez que se asocia las bebidas alcohólicas con hasta 6 tipos de cáncer, pero sí es cierto que es una de las mayores revisiones que se han elaborado hasta la fecha. Aunque no tan patente como en este caso, cabe destacar también que el consumo de carne roja y carne procesada también podría llegar a aumentar el riesgo de tener en algún momento de la vida esta enfermedad.
Sin embargo, se han encontrado más asociaciones positivas entre alimentos que parecen ser protectores frente a un posible cáncer de esófago. El más representativo fue el consumo de calcio que mostró unos resultados prometedores y se ha asociado con un menor riesgo de esta patología. Lo mismo ha pasado con los cereales integrales, todo tipo de frutas, las verduras de hoja verde, el té verde y el zinc, aunque en menor medida. Los investigadores recalcan que las otras 23 asociaciones que intentaron realizar no fueron significativas y piden que se hagan más estudios en profundidad para determinar un mayor número de relaciones directas.