La Organización Mundial de la Salud considera al estrés como la epidemia del siglo XXI y es que, en España, el 64% de los trabajadores asegura que en algún momento de este año ha sufrido algún episodio de ansiedad. El problema es cuando este estrés se vuelve persistente y empieza a incidir en el día a día, no como algo ocasional sino como un castigo.
Se estima que unos tres millones de españoles sufren estrés persistente. Pese a lo que comúnmente se cree, sus efectos no son una sensación psicológica subjetiva, sino que se traducen en daños celulares. Son muchos los estudios que hay al respecto como por ejemplo los de la Nobel Elizabeth Blackburn que concluyó que las personas con altos niveles de ansiedad envejecen 10 años más que el resto. Te contamos por qué ocurre esto.
El estrés es la respuesta del cuerpo a una amenaza percibida y una vez que ha pasado los niveles hormonales regresan a la normalidad. A medida que baja la adrenalina y el cortisol la frecuencia cardiaca y la presión arterial vuelven a los valores de referencia y reanudan sus actividades regulares. El problema es cuando estos factores estresantes siempre están presentes y te sientes constantemente atacado.
El estrés crónico se ha asociado en múltiples ocasiones con diversas enfermedades mentales como la depresión, la esquizofrenia o el Alzheimer. Sin embargo, aún no se habían estudiado los mecanismos subyacentes a los daños de las funciones cerebrales. Un grupo de investigadores del Instituto de Ciencia y Tecnología de Daegu Gyeongbuk (DGIST) en Corea ha descubierto que el estrés crónico interviene en el desarrollo de daño cerebral, ya que puede causar la muerte de las células madre neurales del hipocampo adulto.
La manera en que cada persona reacciona a este acontecimiento potencialmente estresante es diferente y depende de dos factores, de la genética y de las experiencias vitales. Los genes que controlan la respuesta al estrés son las encargadas de mantener un nivel emocional estable, pero no siempre lo consiguen y esto puede provenir de pequeñas diferencias genéticas. En otras ocasiones, las fuertes reacciones al estrés se atribuyen a eventos traumáticos qué es lo que le suele ocurrir a gente que ha vivido una guerra o un accidente de tráfico.
El descanso y la relajación tienen efectos beneficiosos más que contrastados sobre las células. Por lo pronto, las evidencias científicas indican que el descanso y el sueño reparador ayudan a eliminar los daños acumulados en estas y a recuperar los ritmos naturales de sueño y vigilia. La melatonina, también llamada “hormona del sueño”, juega un papel esencial en este sentido ya que activa la eliminación de estructuras celulares dañadas. Eso impide que se acumule la basura celular y evita que progresen enfermedades neuroneurodegenerativas como el alzhéimer.