130.000 personas sufren un ictus cada año, de las cuales un 30% fallecen y un 40% quedan con algún tipo de discapacidad. Es la segunda causa de muerte en España, la primera en mujeres. También, es el principal origen de discapacidad adquirida en el adulto y la segunda de demencia. Es más frecuente a partir de los 55 años y su riesgo aumenta proporcionalmente con la edad. Entre los síntomas más comunes se encuentra la pérdida de fuerza en la cara, extremidades, sensación de vértigo, pérdida de sensibilidad, de visión o alteraciones repentinas del habla. En el Día Mundial del Ictus, hablamos con José López Sánchez, director del Centro Europeo de Neurociencias, para que nos explique cómo han mejorado las terapias y la vida de los pacientes en los últimos años.
Una de cada seis personas sufrirá un ictus en su vida. La aparición de esta patología se asocia a diferentes factores de riesgo, la mayoría de ellos evitables con una adecuada prevención, sin embargo, hay otro que es inevitable: el cumplir años. “Con el envejecimiento de la población, se prevé que el número de ictus aumenten un 34% hasta el 2030. A esto se suman otros aspectos como la contaminación ambiental, el estrés o el empeoramiento del estilo de vida que favorecen enfermedades como la hipertensión, la diabetes tipo 2 y el padecimiento de ictus, entre otras”, apunta López Sánchez.
El ictus se trata de una emergencia médica y los tiempos entre el inicio de los síntomas y el tratamiento determina cuál va a ser el pronóstico del paciente. Por lo que lo primero que hay que hacer es llamar al 112. Existen dos tipos diferentes: por un lado están los ictus hemorrágicos, que se producen cuando se rompe un vaso sanguíneo; y, por otro, están los ictus isquémicos, que ocurren cuando una arteria se obstruye por un coágulo de sangre.
Cuando sucede un accidente cerebrovascular hay una primera fase de tratamiento agudo que se realiza cuando la persona es trasladada al hospital. "Ahora se cuenta con unidades especializadas que han evolucionado muchísimo. A nivel médico hay distintos procedimientos para cortar las hemorragias o disolver los trombos, y esto consigue que muchas personas tenga unas secuelas posteriores mínimas en comparación con lo que pasaba hace años", explica el doctor.
Por otro lado, otro de los grandes adelantos es que la población general ya conoce la sintomatología y acude mucho antes al centro médico, en cuanto se empieza a notar alteraciones de movimiento o sensibilidades. "Es en ese preciso instante cuando se activa el Código Ictus".
La tercera pata de este tratamiento posterior es la rehabilitación, en la que se ha empezado a llevar a cabo terapias más intensivas. "Antes la rehabilitación eran 45 minutos de terapia al día, pero ahora se sabe que hay que hacer cinco o seis horas. Así las ganancias son grandes y en menos tiempo. Además, se acompaña en tecnologías con sistema robóticos, sensores, realidad virtual, neuro modulación… y eso, cuando se aplica, consigue unos beneficios extra".
En este proceso también ha habido un cambio de mentalidad en cuanto al tipo de ejercicios que debe hacer el paciente. Los estudios y profesionales demuestran que es mucho mejor el ejercicio aeróbico. "Hasta hace nada se trataba a los pacientes de una forma pasiva y convencional, y ahora es todo lo contario. Se les pone a hacer ejercicios mucho más activos y demandantes y eso, bien monitorizado, es muy efectivo porque produce mejoras a otros niveles y se segregan hormonas y neurotransmisores que incluyen en la recuperación", concluye el doctor.