Médicos y enfermeras jubilados se organizan para tratar a los sintecho de Barcelona: "Nos donaron una ambulancia"
Desde 2017, la parroquia de Santa Anna, en la Ciudad Condal, ofrecen acogida y acompañamiento a personas sin techo
Las personas que acuden a este servicio no son pacientes típicos: tienen problemas de salud física y mental, a veces acrecentados por las adicciones
Las personas con menos recursos económicos viven entre tres y cuatro años menos que las más ricas
Una de las peores consecuencias de ser una persona vulnerable y sin recursos es que se está desconectado de las oportunidades que ofrece el estado de bienestar; entre ellas, algo tan importante como el sistema de salud público.
ONGs y parroquias, entre otras entidades, conocen bien esta realidad. Una de ellas es la parroquia de Santa Anna de Barcelona. Desde marzo de 2017 ofrecen acogida y acompañamiento a personas sin hogar. Ahora, además, también disponen de una ambulancia reconvertida en unidad móvil, según informa Nius en un reportaje de Ariadna Reina García.
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Sanitarios jubilados
Entre los voluntarios que trabajan en la parroquia de Santa Ana se encuentran profesionales sanitarios jubilados. Ellos son los encargados de atender a personas que no acuden a los hospitales ni a los centros de atención primaria.
La Asociación Salud Sin Techu, que está vinculada al Hospital de Campaña de la parroquia de Santa Anna, es la responsable de este servicio. Su objetivo es mejorar la situación sanitaria de las personas en riesgo de exclusión social. Para ello, médicos y enfermeras jubilados se desplazan cada semana a dos comedores sociales, donde hacen de todo, más allá de su especialidad médica.
"Hacemos de todo. Hay quien tiene dolor de cabeza, quien tiene tos, quien necesita cuidados en el pie o quien no ve bien. Muchos viven en la calle y al día siguiente vienen con dolor de costillas de espalda por dormir fuera", explica Montserrat Pérez, dermatóloga voluntario. Al principio, atendían a pocas personas, pero ahora tienen mucho trabajo. Quizás demasiado.
Expulsados del sistema
Las personas que acuden a este servicio no son pacientes típicos. Tienen problemas de salud física y mental, a veces acrecentados por las adicciones. "Tienen una percepción de su salud diferente porque la prioridad es cubrir otras necesidades, como la comida o encontrar un lugar resguardado donde dormir. La podóloga ve muchas lesiones en los pies porque cuando salen de aquí solo les queda caminar", explica Montserrat Pérez.
Dado que las personas vulnerables viven en la calle, los equipos del Hospital de Campaña decidieron salir también a la calle. Hace un tiempo recibieron la donación de una ambulancia y, a raíz de esta realidad, la convirtieron en unidad móvil.
Los voluntarios, médicos, sanitarios y otras personas, ya han empezado a salir alguna noche. "La novedad son las salidas con la unidad móvil y se está ampliando. Atendemos entre 80-100 personas a la semana. No son cosas graves pero necesitan que alguien les haga caso. Todos los medicamentos son donación", añade Esther Martín, enfermera voluntaria.
Objetivo: volver al centro de salud
Las iniciativas que la parroquia de Santa Anna ha ido poniendo en práctica desde 2017 han ido creciendo. En la actualidad, ya moviliza a más de una veintena de voluntarios de las especialidades de medicina interna, medicina de familia, dermatología, odontología, cirugía general y digestiva, psicología, salud internacional, podología, optometría y enfermería. También hay un equipo de voluntarios que gestiona las cuestiones administrativas.
Sin embargo, el objetivo tanto de los cuidados médicos que se hacen en la parroquia de Santa Ana como de los que se hacen en la calle es que la persona que lo necesita acabe yendo al centro de salud o al hospital. Precisamente porque se sienten expulsados del sistema, este objetivo no es fácil. Para lograrlo, es necesario establecer una confianza y unos vínculos para los que se necesita emplear tiempo. "Son gente muy agradecida. Una vez un chico cuando le puse las gafas se puso a llorar de la emoción", explica Francisco Campo, óptico optometrista voluntario.
Conseguir que acudan al sistema de salud cuando lo necesitan no es algo anecdótico. Las personas con menos recursos económicos viven entre tres y cuatro años menos que las más ricas, según muestra un trabajo del Área de Epidemiología y Salud Pública del Consorcio Centro de Investigación Biomédica en Red. "La esperanza de vida que tienen es muy inferior a la media y las dificultades para acceder a la sanidad pública son también muy grandes", afirma el párroco de Santa Anna.