Por qué nos volvemos más frioleros con los años

  • La temperatura corporal tiende a bajar con la edad y es normal una mayor sensibilidad al frío

  • La pérdida de grasa debajo de la piel hace que nos cueste más mantener el calor corporal

  • Tener mucho frío en ciertas circunstancias puede ser indicativo de algún problema de salud

¿Te acuerdas de cuando salías al fresco en manga corta y tu madre te decía que te abrigaras? Hoy ya tienes una edad y estos días de invierno no se te ocurre salir a la calle sin estar bien pertrechado de gorro, guantes y gabardina. Es más, tampoco te pones a ver una película en el sofá de casa sin el cobijo de tu fiel manta. Es una realidad que con los años nos hacemos más frioleros. Esto ocurre porque la temperatura corporal normal no permanece invariable durante toda la vida, sino que tiende a enfriarse con la edad.

Según 'Medline Plus', la temperatura corporal normal promedio es generalmente es de 37 °C, aunque es variable según la persona, la edad, las actividades y el momento del día. Algunos estudios lo sitúan entre los 36,1 °C y los 37,2 °C. Por encima ya es febrícula o fiebre. Lo que es general a todos es que cuanto más viejos somos, más permeables a padecer el frío. Básicamente, la inexorable pérdida de grasa debajo de la piel hace que nos cueste más mantener el calor corporal.

La sensibilidad al frío suele ser habitual en el proceso de envejecimiento, pero no siempre es un proceso totalmente normal. Pasarlo mal en ambientes helados o, peor aún, en templados, puede advertirnos de que las cosas no van bien. Estos son algunos motivos tras el fenómeno:

Mala circulación

Al cumplir años los vasos sanguíneos van perdiendo flexibilidad y no bombean la sangre tan bien como antes, por lo que al cuerpo le resulta más difícil conservar el calor. Las manos y los pies fríos pueden indicar que un problema de circulación es el culpable, pero se trata de un proceso natural del envejecimiento. Según Varicentro, los síntomas más comunes de la mala circulación son la piel fría, seca o escamosa, la comezón en las piernas, manchas rojas, varices, hinchazón en pies o tobillos, coloración pálida o azulada, sensación de hormigueo, pinchazos, calambres y adormecimiento, falta de vello en las piernas y grietas en los talones.

Piel fina

Al igual que el resto del organismo, la piel también va cambiando con el paso del tiempo. La capa más interna de la piel, conocida como capa subcutánea, adelgaza con el envejecimiento. La grasa que contiene esta capa suele funcionar como una manta protectora. Al hacerse más fina se pierde aislamiento y también resulta más complicado mantener el calor corporal.

Menor ritmo metabólico

El metabolismo tampoco permanece imperturbable con los años, sino que se ralentiza. A los 50 años, la tasa metabólica basal, que mide la cantidad mínima de energía que necesitamos para sobrevivir realizando las funciones básicas, se reduce en un 30%, según Piedmont Healthcare. Cuando la tasa metabólica disminuye, esto se traduce en una mayor sensibilidad al frío. 

Una enfermedad subyacente

En el peor de los casos es una enfermedad subyacente la que provoca el frío con la edad afectando al flujo sanguíneo y la función metabólica. Cardiopatías, enfermedades renales o anemia son algunos de ellas. Las enfermedades metabólicas y hormonales como el hipotiroidismo también pueden afectar la capacidad de regular la temperatura corporal. La diabetes puede dañar los nervios y provocar neuropatía, la cual implica sensación de frío.

La hipotermia también puede venir inducida por el suministro de medicación, ya que determinados fármacos muy usados en la industria para tratar la hipertensión tienen en ella una de sus contraindicaciones.

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