Ni vivas ni muertas ni todo lo contrario. En ese estado inclasificable se encuentran la células zombis, llamadas científicamente células senescentes. Viven en fase de hibernación en la que han perdido la capacidad de autodestruirse y dejan de dividirse y renovarse, pero no mueren. De ahí, su carácter zombi. ¿Cómo funcionan exactamente y qué implicaciones tienen en nuestra salud?
Las células jóvenes se auto-eliminan de forma natural a través de un mecanismo de muerte celular programada llamado apoptosis. Este proceso permite a la célula comprimir y reducir a su mínima expresión los residuos generados en el desarrollo de sus funciones.
¿Qué ocurre cuando vamos envejeciendo? A medida que cumplimos años o nos exponemos a factores que aumentan el estrés oxidativo, como la radiación ultravioleta, la contaminación ambiental o el consumo de alcohol y tabaco, las células senescentes comienzan a acumularse de manera progresiva. Al acumularse, las células senescentes comienzan a inflamarse, contaminando las células sanas de alrededor, provocando también su senescencia; es decir, su envejecimiento. La senescencia, por tanto, acelera la aparición de arrugas, la pérdida de densidad, firmeza, elasticidad y luminosidad y el enrojecimiento cutáneo.
La senescencia celular es un fenómeno irreversible que se produce cuando cesa el proceso natural de división de las células en los tejidos humanos. Pero las últimas investigaciones también muestran que contribuyen al desarrollo de diversas enfermedades relacionadas con la vejez, como el alzheimer, la diabetes tipo 2 y varias formas de cáncer. Por esta razón, la ciencia busca la forma de deshacerse de estas células zombies. Aunque parece una derivada lógica, ahora se ha descubierto que puede ser un error.
Al parecer, no todas las células senescentes son zombis dañinos que deban eliminarse. Según una nueva investigación de Universidad de California, algunas de las células senescentes forman parte de tejidos jóvenes y saludables y promueven la reparación normal del daño. De hecho, se ha visto su acción en el tejido pulmonar, así como en otros órganos que sirven como barreras en el cuerpo, como el intestino delgado, el colon y la piel.
“Las células senescentes pueden ser centinelas que monitorean el tejido en busca de lesiones y responden estimulando a las células madre cercanas para que crezcan e inicien la reparación”, explicó Tien Peng, profesor asociado de medicina pulmonar de cuidados intensivos, alergias y sueño, y autor principal del estudio, que se publicó en la revista Science.
La clave su acción curativa está en la manera de desaparecer. En lugar de morir como otras células obsoletas, siguen viviendo arrojando un cóctel de compuestos inflamatorios que forman el fenotipo secretor asociado a la senescencia (SASP). Usando senolíticos que destruyen las células zombis, los investigadores descubrieron que eliminar las células senescentes de los animales disminuyó el desarrollo de enfermedades relacionadas con la edad y alargó la vida de los animales.
Por tanto, matar las células zombis no es siempre una buena idea. "Nuestro estudio mostró que las células senescentes también poseen la capacidad de promover la curación normal a través de la activación de la reparación de células madre", aseguró Peng.