El suicidio en España ya es un grave problema de salud pública. Según las estadísticas del INE, es la principal causa de muerte externa en nuestro país. La peor parte se la llevan los menores de edad. El caso del suicidio de la niña de Sallent es el último de una serie cada vez más extensa. Entre 2020 y 2022 se han registrado 1.949 intentos de suicidio, según un estudio de la Fundación Anar. En los primeros ochos meses de 2022, 906 jóvenes intentaron quitarse la vida, la cifra más alta de la última década, casi cuatro tentativas de suicidio diarias, 26 veces más que en 2012, cuando se registraron 35 intentos.
Según un informe de Save The Children, albergar intenciones suicidas varía de forma relevante según la franja de edad, y se nota un incremento a medida que los niños y niñas llegan a la adolescencia. Mientras que el porcentaje de niños y niñas entre 4 y 8 años con este tipo de pensamientos es de un 2%, esta fracción se triplica en la adolescencia, alcanzando un 6% en el grupo entre 13 y 16 años.
Otro factor importante es el sexo: los pensamientos suicidas se incrementan con la edad. De hecho, son más recurrentes en niñas a partir de los 13 años: entre menores de 12 años los pensamientos suicidas son más recurrentes en niños que en niñas, pero esta relación se invierte para los mayores de 13 años, donde un 7% de niñas frente a un 5% de niños contemplaría la posibilidad de suicidarse.
En el resto de países de la Unión Europea los datos son similares: las menores parecen más afectadas por intenciones o pensamientos suicidas, pero es mayor la proporción de los chicos que terminan por cometer este acto.
Otro factor de riesgo en relación con el suicidio en adolescentes es el nivel de renta familiar. En los hogares con rentas más altas, el porcentaje de niños y niñas que han manifestado su intención de suicidarse es del 1,25%. Este porcentaje se triplica hasta llegar al 4%, en las familias con rentas bajas. El dato es preocupante si tenemos en cuenta que son precisamente estos hogares los que tienen menos recursos para costear algunos tratamientos.
El acto suicida suele ser consecuencia de una depresión profunda y sostenida en el tiempo. Pero el concepto de depresión no debe utilizarse a la ligera. Se trata de un trastorno mental grave que atraviesa y condiciona la vida del que lo padece, a diferencia de la tristeza, un sentimiento de desánimo o abatimiento con carácter más o menos temporal. "La depresión es un trastorno complejo y duradero: la situación afecta de manera significativa a quien lo padece", explica el psicólogo Josep Maria Suelves, docente de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).
Para el experto, resulta clave entender que ambos fenómenos no tienen porqué ir de la mano siempre. O dicho de otra forma: la depresión no es la única causa del suicidio. "No son parejas de baile indispensables", resume Suelves. "El suicidio es un fenómeno complejo que afecta a personas de todas las edades, especialmente a partir de la adolescencia. No solo depende de la depresión: también aparece por problemas médicos, acoso en las relaciones sociales, abuso de sustancias, psicosis… Y tiene que ver con aspectos como el apoyo social", asegura el experto.
La adolescencia es, probablemente, el momento más revolucionario en la vida de una persona. Todo está sujeto a cambios y es precisamente la velocidad a la que suceden esos cambios lo que puede complicar la detección de tendencias depresivas o suicidas. "Las relaciones del chico o chica con sus familiares sufren cambios. Por tanto, puede ser difícil diferenciar entre aquello que es normal y propio de la etapa y aquello que no lo es", advierte el psicólogo.
Sin embargo, sí hay señales que deben encender las alertas de los padres, sobre todo si se mantienen en el tiempo e interfieren en la vida diaria. Repasamos las pistas que no debemos dejar pasar por alto.
Los jóvenes con ideación suicida dejan de hacer actividades o practicar hobbies que antes eran placenteros y que estaban integrados en su rutina. En esa lógica, se aíslan, dejan de ver a los amigos o de hacer deporte. Incluso los videojuegos pueden ser dejados de lado.
Deriva del punto anterior: hay una ruptura evidente con la rutina que realizaba anteriormente. Pasa mucho más tiempo ensimismado y encerrado, cambia su forma de ser; de repente es otro chico o chica, mucho menos comunicativo.
El adolescente deja de estar motivado con todo lo que rodea a su vida. Todo le cuesta mucho más que antes y desaparece su entusiasmo por todo aquello le rodea, como los estudios o las relaciones sociales y familiares.
Antes de abordar el asunto, el psicólogo Josep María Suelves explica que ser alarmista no ayuda a la hora de divulgar acerca del suicidio. No hay que asustar a los progenitores; el objetivo, sin embargo, sí es conocer hasta qué punto un patrón de comportamiento puede significar la señal de una ideación suicida. "Lo que debería preocuparnos es una ruptura en el curso del desarrollo de un chico o una chica que se desvía de lo que esperaríamos de él o ella", sostiene el experto. ¿Cuáles son estas señales?
Ante cualquiera de estas señales, es necesario recurrir a ayuda profesional. Otros recursos que pueden ser útiles son el Teléfono de la Esperanza (717 003717) o las líneas de ayuda de la Fundación Anar (900 202010 y 116 111).